Álvaro Mancilla, estudiante universitario: «Salir del clóset durante la pandemia fue horrible pero necesario»

Lo intentó negar durante más de un año, pero ahora le dice a su “yo” del 2020 que no le ganará la pelea contra su propia homosexualidad. Álvaro Mancilla*, de 19 años, confiesa aquí que la lucha más dura, en realidad, fue contra su propia homofobia. 

Por: Lucía Soto
Portada: Killa Cuba


Se le ve como un chico relajado, felizmente desaliñado y recién salido de la adolescencia. Se ha dejado el pelo largo desde que comenzó la universidad el año pasado, un gesto de rebeldía contra la norma inapelable de su colegio católico (y solo para hombres) en el que terminó la secundaria: debía mostrar un corte de pelo a lo señorito cada inicio de bimestre. 

Abre la puerta de su casa. Está sin zapatos, vestido con un buzo y una casaca a rayas. Me invita a pasar a su cocina con un gesto alegre e informal. Prepara un café mientras habla sobre sus profesores de la universidad, sobre cómo le encantan las ciencias exactas y la precisión de las matemáticas, pero también sobre la falta que le hace tener un espacio en el que conversar sobre otros temas que le apasionan, como la historia y la economía. 

En el último año de colegio escribió un ensayo sobre los Gulags, y desde entonces los temas relacionados con la Unión Soviética y a las políticas represivas de Stalin han capturado su interés académico. Incluso intentó aprenderse el himno soviético en ruso durante los momentos de mayor aburrimiento de la segunda cuarentena. 

Durante la pandemia hubo muchos cambios en la vida Álvaro: terminó el colegio, comenzó a estudiar en una universidad privada, sacó su DNI azul en medio de la primera ola del Covid-19 y en la segunda ola celebró su mayoría de edad, pero sobre todo vivió el largo y tortuoso proceso de salir del clóset. 

-¿Cómo fue salir del closet?

-Fue horrible, pero fue necesario. Fue horrible porque me hizo sentir muy mal… no hay mucho más que pueda decir sobre eso, simplemente me hizo sentir muy mal. Supongo que es porque soy de una familia muy católica y conservadora, entrecomillas. 

-¿Por qué entrecomillas?

-Porque a fin de cuentas me han aceptado y todo está bien.

-¿Tus papás te apoyaron?

-Sí. Al principio uno de mis objetivos era negar que yo era gay. Yo lo hablé con mi familia y me trataron de apoyar con eso, pero en el momento en que me di cuenta de que ya no podía negarlo, nadie me rechazó y me aceptaron tal cual. Mi hermana en particular, desde siempre; ella vio todo el lío emocional que me envolvía, y todo el complejo que tenía de no querer ser gay y me aceptó desde el principio, y eso importa mucho. 

Álvaro contesta estas primeras preguntas mirando a un punto fijo en el techo. Pareciera que se le hace difícil recordar el inicio de este proceso que, me confiesa, le costó tanto. Da la impresión de que no sabe qué pensar de la reacción de su familia, y que incluso ahora, a dos años desde la primera vez que les dijo abiertamente que no era heterosexual, se sorprende de que no hayan reaccionado de otra manera. 

-¿Y tus amigos?

-Con los amigos es un poco complicado. Mis amigos del colegio me aceptaron y todo bien, pero no solo es un tema de que te acepten en una, sino de que acepten una serie de comportamientos que ahora saben uno puede tener. Por ejemplo, que te pueda gustar algún amigo. 

-¿Y con los profesores del colegio?

-Fue lo peor que me ha podido pasar. Era un colegio religioso, de una congregación muy conservadora, y mira, no voy a decir que en algún momento hayan tenido un mensaje directamente hostil, pero se te quedan muchos mensajes chiquitos, implícitos. No es tanto un mensaje directo que te dicen, sino algo que tú sientes. Por ejemplo, que se entienda “maricón” como una especie de insulto… eso ya impacta.

Ilustración: Killa Cuba.

-¿En qué sentido usaban “maricón”?

-Cuando te da miedo algo, ese es uno de los usos que hay. Otros mensajes podría resumirlos así: ser gay está mal. Creo que había un curso de personal social (creo que ese era el nombre, no me acuerdo bien), en el que uno de los mensajes era que la homosexualidad es una enfermedad. Y yo comencé a tener dudas sobre mi sexualidad el año antes de la pandemia. Fue horrible, porque la mayor parte del tiempo lo pasaba en el colegio. Estaba en cuarto de media, y comencé a ser más honesto conmigo mismo y darme cuenta, por ejemplo, de que me gustaba un chico del colegio. Me sentía atrapado, no podía sacar nada de eso porque era impensable. Estoy agradecido por la pandemia porque me permitió estar en mi casa, que es un sitio donde me sentía más cómodo, en menos riesgo. 

¿Sientes que tu colegio era un lugar riesgoso?

Absolutamente. Era un lugar riesgoso, porque simplemente era impensable (salir del clóset allí), no sé qué hubiera pasado, pero definitivamente algo malo. 

Cuando accedió a dar esta entrevista, Álvaro parecía tranquilo y relajado. Ahora que he comenzado a hacerle preguntas más precisas, se lo ve angustiado. Por momentos me mira, pero la mayor parte del tiempo mira a un punto perdido de la habitación en la que estamos conversando, como hablándose a sí mismo. No solo me cuesta a mí misma hacer repreguntas y pedir aclaraciones, sino que a Álvaro parece costarle mucho encontrar las respuestas.

-¿Cómo crees tú que hubiera sido salir del clóset antes de la pandemia?

-Creo que no lo hubiera hecho. O tal vez habría sido súper rápido, de un día para otro porque ya no lo aguantaba más. 

-¿Y cómo fue tu proceso de salir del clóset en la pandemia?

-Fue largo. Yo todavía estaba en el colegio, en quinto de secundaria. En algún momento le conté a mi hermana y ella me ayudó a decirle a mis papás, pero en ese momento yo tenía mucho miedo de ser gay, no quería. Era un miedo hacia mí y un poco hacia los otros. Pero sí, era un miedo conmigo mismo por el mensaje internalizado de que está mal ser gay. Son los mensajes chiquitos, implícitos, que se quedan en tu cabeza, de que está mal, de que no debe ser, y eso causa una angustia… no puedes decir exactamente por qué estás angustiado, solo sabes que lo estás, y es muy difícil dejar de estarlo. 

Me he pasado meses enteros sin tener un segundo de tranquilidad. Me pasé mucho tiempo tratando de negar (mi homosexualidad) de muchas maneras. Mis papás fueron muy buenos y me consiguieron un psicólogo, y me pasé seis o siete meses tratando de negar todo. 

Mi hermana mayor, que me ayudó mucho a aceptarlo, me decía que ser gay no estaba mal, y yo odiaba que me lo diga porque iba en contra de todas estas ganas que yo tenía de no serlo, pero eventualmente su mensaje caló, y me di cuenta de que, sí pues, no está mal. Yo en ese entonces tenía dieciséis o diecisiete y mi hermana veintiuno. Fue una experiencia extraña, la mejor manera de describirla es como un fénix: morir y nacer de nuevo de las cenizas. Porque la persona que yo era antes era absolutamente incompatible con ser gay. Hasta ahora me cuesta, y me genera estrés, pero aceptarlo fue un paso muy importante. 

-¿Qué le dirías a ese yo del pasado incompatible del que hablaste ahora?

-De repente suena duro, pero le diría “no vas a ganar esta pelea, porque no es una pelea que debas ganar”. 

-¿Este proceso de salir del clóset ya terminó o está en proceso? 

-Sigue en proceso. Todavía me generan mucha ansiedad algunas cosas. El día en que pueda tener una relación con algún hombre sin tener ningún problema conmigo mismo, voy a saber que todo terminó. 

-¿El paso a la universidad afectó de alguna manera este proceso?

-Siento que no me ha afectado mucho. Siempre me ha costado hacer amigos, y más aún con la pandemia. Entonces entrar a la universidad no cambió mucho mi círculo social, sino simplemente la carga de trabajo. 

-¿Cuáles han sido los mayores cambios al volver a la educación presencial?

-Tener que enfrentarme a un nuevo grupo social. Esto recién ha comenzado. 

-¿En qué ciclo estás?

-Estoy en cuarto ciclo, pero estoy atrasado un ciclo porque, por el estrés y la ansiedad, decidí comenzar a trabajar para tener algo que hacer. ¡Y funcionó! Es una buena táctica, la recomiendo. 

Lo dice con entusiasmo. Me cuenta que trabajó en un call center traduciendo del inglés al español y viceversa llamadas en vivo de latinos en Estados Unidos que buscaban comunicarse con alguna empresa o institución de ese país. Le gustaba sentir que ayudaba, me confiesa. Además, se distraía con anécdotas divertidas, como por ejemplo no entender lo que significaban algunas jergas puertorriqueñas y darse cuenta de que el contexto de toda la conversación podía distorsionarse en la traducción. 

-¿Cuáles son los mayores retos de volver a la presencialidad?

-La gente, el grupo social. Para mí es difícil lidiar… con mi chongo de salir del clóset. Eso me ha generado dificultades para relacionarme con las personas, porque la manera que yo tenía de relacionarme con ellas era quedarme callado, y ahora tengo que descubrir cómo relacionarme con otros de una manera que sea satisfactoria para mí. 

-¿Quedarte callado no era satisfactorio?

-En algún momento me di cuenta de que no lo era. Más o menos cuando comencé a hacerme este tipo de preguntas, porque una cosa que hay que entender es que este tipo de cosas uno las tiene toda la vida, y luego te das cuenta de momentos a lo largo de tu vida en los que solo se han exteriorizado un poco. Uno es gay toda la vida. 

-¿Salir del clóset fue cuestionar toda tu identidad?

-Sí, pero después te das cuenta de que siempre lo has sido. Te vuelves consciente de cosas que hacías cuando eras chibolo, de ideas que tenías, es muy evidente en retrospectiva. 

-¿Salir del clóset cambia tu identidad? 

-No cambia tu identidad, cambia cómo te ves a ti mismo. Saca algo a la luz que antes estaba implícito, algo que antes no veías…pero no dejas de ser quién eres. 

-¿Qué sientes qué fue lo que te ayudó a seguir adelante?

-Va a sonar un poco oscuro… No quería sufrir la vergüenza de suicidarme (aunque lo pensé). Me negaba absolutamente. Yo siempre he tenido mucho orgullo en mi capacidad de aguantar. Entonces, seguí hacia adelante. Y no puedo decir que las cosas han salido del todo bien hasta ahora, pero he seguido hacia adelante y ahora me siento menos angustiado. 

-¿Qué le dirías a otros que pasan por lo mismo que tú?

-Hay gente como tú, estamos acá para ti y te entendemos. 

Lo dice de una manera tan directa y franca que asumo que es lo que le hubiera gustado escuchar durante los momentos más difíciles que tuvo que atravesar estos años. Aunque es la última pregunta que he preparado, algo en su expresión me hace querer preguntarle una última cosa:

-¿Hay algo más que quieras compartir?

-Muchas gracias por darme una voz. 

*El nombre ha sido cambiado a petición del entrevistado.