Armando Sandoval se enfrenta a la poliomielitis desde la infancia. Es experto en reparar todo tipo de aparatos eléctricos y también se gana la vida montado en su mototaxi, perifoneado mensajes publicitarios por las diferentes calles de Lima. A sus 70 años, conserva más que nunca la pasión por sus oficios. Su vida cotidiana nos revela que la vejez, antes que el retiro, puede ser una etapa de desarrollo personal.
Por: Elena Sandoval
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El reloj marca las nueve de la mañana. Armando, de 70 años, deja el Blu-ray que acaba de reparar sobre la pequeña mesa de su taller. Se levanta y, con la ayuda de sus muletas, se dirige hacia la cochera. En ella, su mototaxi lo espera para una nueva jornada de perifoneo. Así es como pasa su vida desde hace más de cincuenta años.
Armando Sandoval es un adulto mayor con poliomielitis, enfermedad que lo aqueja desde su niñez e impidió el funcionamiento normal de sus piernas. El uso de muletas y zapatos ortopédicos se volvieron indispensables para su desplazamiento. Esta dificultad, sin embargo, no significó un impedimento para que se sostuviera económicamente a partir de sus dos trabajos: técnico y perifonista.
Su taller, ubicado en Los Olivos, es el espacio en donde pone en práctica su oficio como técnico especializado en la reparación de artefactos eléctricos. Arregla licuadoras y televisores, pero también los juguetes de sus nietos. Desde que culminó sus estudios, en el año 1974, no ha parado de ejercer su oficio como técnico. “Los vecinos olivenses ya saben que acá se ofrece un servicio de calidad”, asegura Armando.
Además de desempeñarse como técnico, Armando es perifonista. Su mototaxi con bocinas instaladas es la principal herramienta que emplea para ejercer dicho oficio. Es con ella que puede movilizarse por las diferentes calles de la capital. Desde Los Olivos hasta el Callao, la distancia no suele ser un impedimento. Cuenta, además, que ha promocionado desde circos, como el de Melcochita, hasta campañas municipales, como la del pago de los arbitrios.
Ambos oficios, que ejerce desde muy joven, le permitieron sostener económicamente a sus cinco hijos y a su esposa. Hoy, más de cincuenta años después, viudo y con sus hijos adultos, todavía se dedica al perifoneo y a la reparación de equipos electrónicos. “Sí, da un dinerito, pero también me demuestra que a mi edad todavía soy capaz de hacer y lograr muchas cosas”, señala Armando.
Desenvolverse en ambos oficios le permite ser independiente. Arreglar una llanta pinchada o colocar el cartel del evento que promociona sobre la mototaxi no representa una dificultad insuperable para Armando. Si bien es cierto que cuenta con un ayudante, la mayoría de las adversidades que suele afrontar en el trabajo las supera satisfactoriamente por cuenta propia.
Armando, además, se mantiene en constante interacción con los demás por medio de sus oficios. No solo con las personas que transitan las calles que recorre con su mototaxi, sino que también con su propia familia. “Mis nietos me preguntan si pueden ayudarme en el taller y me piden acompañarme cuando salgo con la mototaxi”, cuenta Armando emocionado.
Para él, ser un adulto mayor con una discapacidad no ha sido fácil. Enfrentarse a la discriminación es frecuente en su día. Sin embargo, sus oficios significaron una oportunidad para demostrarle a la sociedad y a sí mismo que la vejez puede ser también una etapa de desarrollo personal y de constante aprendizaje.