Con solo deslizar el dedo a la derecha de un smartphone, puedes ahora indicar que alguien te interesa. Es rápido, sencillo y se ha vuelto uno de los pasos más comunes para conseguir una pareja, un amigo o incluso dinero. Pero ¿son las aplicaciones de citas el síntoma de una sociedad donde todo es bastante efímero y fácilmente desechable? ¿O son solo una herramienta que hace más sencillas las interacciones humanas que se han dado desde siempre? Este reportaje revela cómo la gente siente, ama y se une a partir del mundo virtual.
Por: Daniel Contreras
Portada: Romina Otiniano
En 1998 se estrenó la comedia romántica Tienes un e-mail, protagonizada por las estrellas de Hollywood Tom Hanks y Meg Ryan. Sus personajes, ambos asiduos usuarios del arcaico Internet, se enamoraban a través del intercambio de correos electrónicos. Conocerse a través del espacio virtual ya se iba convirtiendo, entonces, en parte del imaginario popular. Hoy es algo generalizado.
Según un estudio realizado este año por sociólogos de la Universidad de Nuevo México, un 39% de parejas heterosexuales en Estados Unidos tuvieron su primer contacto online. La cifra aumenta al 60% en el caso de las parejas homosexuales.
El menú de plataformas digitales que funcionan para tener citas es cada vez más variado y personalizado. Desde las que son gratis hasta las que ofrecen exclusividad mediante elevadas tarifas de pago, pasando por las que están orientadas a un público específico como la comunidad cristiana. O judía. O para conocer personas que disfruten disfrazarse de animales (sí, existe y se llama Ferzu).
Desliza a la izquierda, desliza a la derecha
De toda la extensa oferta, Tinder es, sin duda, la alternativa más popular. Fundada en 2012, el aplicativo se expandió velozmente con el boca a boca. Según cifras no oficiales, actualmente cuenta con casi 60 millones de usuarios en todo el mundo, una cantidad similar a la población de Italia.
Tinder funciona de una manera muy sencilla. Mediante un sistema de geolocalización, la interfaz te muestra perfiles en un rango de distancia razonablemente cercano a ti. El perfil está compuesto por una o más fotos y una descripción de carácter opcional. Cuando alguien te gusta, todo lo que tienes que hacer es deslizar tu dedo hacia el lado derecho del celular. Si la otra persona hace lo mismo, la aplicación te lo notifica: se ha producido un match. Solo entonces podrás empezar a intercambiar mensajes con ella.
Regina y Antonio son un ejemplo del último caso. Llevan más de cuatro años juntos y ambos trabajan como profesores de inglés. A ella le gustó su barba y que pusiera su récord de peleas de box en su perfil. A él le llamó la atención que ella use correctamente los signos de puntuación. Hablaron dos semanas, salieron tres veces y luego formalizaron.
Su relación sucedió por el azar: ninguno de los dos buscaba conscientemente ello cuando empezaron a usar la aplicación. Antonio empezó a usarla porque una amiga lo obligó a descargarla, y Regina tenía curiosidad de ver cómo funcionaba. “No nos hubiésemos conocido de otra manera”, dice él feliz.
Regina reconoce que al principio de su relación le costaba admitir que conoció a Antonio en Tinder. A sus amigos les contaba una verdad a medias: que lo conoció en un concierto. Esa fue la primera ocasión que se vieron en persona.
“Ahora ya me da igual. Siento que nuestra relación está tan consolidada que no importa de dónde vino o cómo surgió”, afirma, aclarando que es más reservada al respecto con sus familiares. A lo mejor, la brecha generacional les haría difícil entenderlo.
Un mundo de posibilidades interminables
Uno de los principales atractivos de Tinder es que te permite acceder a personas que de otra forma te sería imposible conocer. A través del aplicativo, uno puede ampliar su círculo social más allá del espacio físico.
“Las parejas antes se juntaban a raíz de estar presentes en el mismo lugar. Eso ya no es una característica de una relación”, explica la socióloga Luciana Reátegui. Prueba de ello es que ahora, gracias a estas aplicaciones y a las redes sociales, es cada vez más común encontrar parejas a larga distancia. A veces, pueden pasar años y aún no se conocen en persona.
También existen aplicaciones hechas específicamente con la idea de conocer personas de otros países. Una de ellas es Scout, que te permite elegir cualquier punto del mundo para interactuar con las personas de ese lugar. Así es como Jimena, una joven estudiante de psicología, conoció a su ex pareja, un chico chileno. Estuvieron un año y medio juntos.
Durante ese tiempo, ella no se despegaba de su celular y podía pasarse horas en videollamadas de Skype. Jimena cuenta que la relación no era monógama, ella salía con chicos en Perú y él hacía lo mismo en Chile. “Siento que es mucho más fácil si simplemente le dices a la persona ‘oye, hoy conocí a una chica muy linda’. Así aprendes más de su entorno y dinámicas”, asegura.
A Fiorella, una estudiante de la PUCP, Tinder le permitió encontrar nuevas amistades cuando sentía que más las necesitaba. Ella había terminado hace poco una relación y se encontraba muy triste, pero no quería abrumar a sus amigos con sus problemas. Con la aplicación, pudo conocer a nuevas personas sin la necesidad de salir del campus.
“A veces veía sus historias de WhatsApp y me fijaba en dónde estaban. Yo iba por ahí por curiosidad y los encontraba. ¡Y me reconocían!”, recuerda.
Lo que más valora Nicolás, un chico que ha utilizado Tinder desde hace cuatro años, es la experiencia que le puede ofrecer la persona que conoce a través del aplicativo. “Había chicas que me mostraban lugares que yo no conocía o me enseñaban a tocar instrumentos, por ejemplo. Con eso aprendía algo”, afirma. Para él, una cita exitosa es aquella que le ha aportado algo nuevo a su vida.
Pero, ¿qué otras ventajas ofrecen aplicativos como Tinder? Según la psicóloga Carol Tremont, experta en sexualidad, uno de los grupos más beneficiados por este tipo de herramientas son aquellas personas demasiado tímidas para entablar una conversación sin sentirse incómodas.
“Muchas veces nos gusta alguien y nunca nos atrevemos a decirle algo por miedo a una negativa”. Pero Tinder facilita el rechazo para ambas partes: simplemente no das match y la otra persona nunca tendrá por qué enterarse. Así no se hieren sensibilidades.
“Cuando rechazas a alguien en persona tal vez ya la conoces y eso es un poco más palta. En Tinder no te afecta, porque no es tu amigo ni nada”, confirma Stephany, que conoció a su expareja a través de Badoo, una aplicación que compite con Tinder.
Una foto puede cambiarlo todo
En un mundo digitalizado la importancia de lo visual se exacerba al máximo. En las redes sociales, queremos mostrar nuestra mejor versión al resto. Causar envidia. ¿Y si no refleja la realidad del todo? Eso es lo de menos. Ese fenómeno se repite en las aplicaciones de citas.
“Las fotos pesan más que la descripción del perfil”, admite Akira, usuario regular de Grindr, la aplicación para chicos homosexuales con mayor cantidad de usuarios. “Muestran mucha actitud, mucha personalidad”.
Según Reátegui, el objetivo de las fotos va más allá de exhibir tu atractivo físico. Sirven para posicionarte socialmente, ya sea a nivel de clase, cultura o estilo de vida. Una foto en Tailandia demuestra que disfrutas de viajar por todo el mundo, y una con tu cartera Gucci te hace quedar como una chica con estatus y que se puede dar lujos. “Por más que la persona te parezca guapísima y te impresione, hay una necesidad de entender un poquito más quién es. De esa forma la gente puede filtrar con quién va a terminar interactuando”, dice la socióloga. Un simpático selfie quizá no sea suficiente.
“Las fotos son súper importantes, simple y llanamente por el hecho de que con eso es que uno se va a vender”, añade Tremont. Por supuesto, a veces ese afán de mostrar la mejor cara lleva a que algunos alteren sus fotos hasta que luego, una vez en persona, resultan irreconocibles. Las ‘fototrampas’ son, probablemente, uno de los dolores de cabeza más frecuentes para los usuarios de las apps de citas.
“Una vez salí con un pata y su cara era idéntica a la foto, pero en cuerpo, nada que ver”, recuerda Raquel, quien usa Tinder desde 2014, cuando la aplicación en Perú apenas estaba en sus comienzos. “Me quedé en plan ‘bye, bitch’”.
El género, una cuestión compleja
Pero ¿los distintos elementos de un perfil tienen el mismo peso para hombres y mujeres? Para Carol Tremont, el hombre es más visual, mientras que es más probable que una mujer se tome el tiempo de leer la descripción. “La mujer necesita contenido. El hombre no. Si ve unas buenas tetas y una cara bonita, le va a dar match sin ni siquiera leer”. Si algo tienen en común Stephany, Fiorella, Raquel y Jimena, es que valoran mucho el aspecto cómico en el perfil del usuario. Que un chico las haga reír es un plus. Para lograrlo, un meme es una buena idea.
No todo es positivo en Tinder. Igual que en el mundo físico, las usuarias de ese tipo de aplicaciones tienen que soportar situaciones de hostigamiento sexual. Fotos íntimas —nudes — no solicitados y mensajes sexualmente agresivos son las formas más comunes.
Cuando se instaló Badoo -donde a diferencia de Tinder no tiene que haber un match para intercambiar mensajes-, Fiorella tuvo que pasar por una desagradable experiencia. “Mi bandeja se comenzó a llenar de puros mensajes de hombres diciéndome cosas obscenas. Me asusté porque ni siquiera les había dado like”.
Además, se enfrentan a los dobles estándares de una sociedad que no les permite expresarse sexualmente de manera libre sin ser tildadas de putas. “Abiertamente no podemos vincularnos en la app diciendo que queremos tirar”, indica Reátegui. “Hay un mandato social que nos dice que no tenemos ese deseo. Para los hombres es un capital tirar”.
“La mujer también busca sexo”, aclara Tremont, “pero está la estructura social de que si lo aceptas muy rápido, no vales como mujer”. Las aplicaciones de citas, entonces, se convierten en burbujas que encierran las mismas problemáticas sociales de siempre.
Grindr, ¿el Tinder de los gays?
Si bien Tinder contempla entre sus opciones la posibilidad de conocer a personas del mismo sexo, Grindr es la aplicación más utilizada entre la comunidad gay. Pensada exclusivamente para encuentros entre varones homosexuales, se encuentra disponible en 192 países. En 2017 alcanzó la cifra de 27 millones de usuarios, alrededor de tres veces la población de Lima.
Espacios como Grindr son importantes si se toma en cuenta que, a menudo, a los chicos gays les resulta complicado relacionarse con sus pares, pues pertenecen a un grupo aún estigmatizado y discriminado. Sin embargo, el psicólogo Carlos Tacuri, del equipo Empatía LGTB, considera que Grindr puede acabar por mermar la autoestima de los jóvenes que lo utilizan, así como llevarlos a situaciones de riesgo.
“Refuerza algunos estereotipos. Por ejemplo, el tema de los roles: ser activo o pasivo”, explica. Dentro de la propia comunidad, muchas veces se asume que el hombre activo debe ser masculino y dominante frente al pasivo, sumiso y femenino. Para Tacuri, ello es peligroso, pues da a pie a una jerarquía donde, según su rol sexual, uno es menos o más valorado.
Basta con revisar los perfiles de Grindr para comprobar que esa idea es constante en la aplicación. “No afeminados” y “solo varoniles” son dos de las frases más comunes en las descripciones de los usuarios.
A Akira eso le parece ‘absurdo’. “Es gracioso, porque en verdad no puedes ver qué tan masculino o femenino es alguien en una imagen”, comenta. Le gustaría que la propia aplicación se pronuncie al respecto, con la esperanza de que así se fomente una cultura más tolerante y positiva.
Tinder ya tiene la reputación de ser excesivamente sexual, pero en Grindr, la gente puede ser cruda y directa a un nivel extremo. La aplicación, al igual que Badoo, no establece barreras para la interacción: cualquiera puede hablarte. Y tampoco requiere foto alguna para el perfil. El anonimato es una de sus características.
A Hiro, un chico bisexual que estudia ingeniería mecatrónica y que se considera introvertido, le impactó en un principio que la gente fuera directo al grano. “En Tinder me hablaban plan ‘hola, ¿qué tal? ¿qué haces?’. En Grindr eran más directos: ‘¿para qué estás acá?, ¿quieres o no?’”.
Además, tuvo que aguantar la actitud de personas que no comprendían cómo alguien que guste de chicas pueda estar en el aplicativo. Ha recibido mensajes que le decían cosas como “escoge: o te gustan los hombres o te gustan las mujeres, pero no puedes estar con ambos”.
Para Tacuri, el hecho de que todos los usuarios de Grindr sean hombres explica, en parte, por qué la app está tan hípersexualizada: al hombre le han enseñado que debe tener una actitud exageradamente sexual para remarcar su virilidad.
¿Puede el amor comprar al dinero?
Carolina tiene 20 años y estudia una carrera que prefiere no revelar. También ha trabajado como profesora de inglés, profesión con la que no ganaba mal. Sin embargo, había algo que le daba mucho más dinero: SeekingArrangement, un aplicativo que vincula a sugar daddies con sugar babies. Los primeros son hombres maduros que ofrecen subsidio económico a mujeres jóvenes (sugar babies) a cambio de cariño, sexo, o, a veces, la mera compañía.
Un día, cansada después de parciales y echada en su cama, Carolina estaba navegando por YouTube. Se topó con un vídeo llamado “Mi experiencia con mi sugar daddy”, donde una joven explicaba en qué consistía la aplicación. Ella se dijo a sí misma que también podía hacerlo.
En la aplicación, conoció a un hombre muy rico pero muy solo de 36 años. Con él tuvo una relación que duró un año. Aparte del dinero, la presentó ante sus amigos y colegas, y le regaló obsequios muy caros. Terminaron porque él quería casarse, ella no.
Carolina cuenta que esos hombres exitosos pero solitarios son los más susceptibles a caer enamorados. “Ellos sueñan en tener una relación con una joven bonita que piense en ellos como el sujeto de amor”.
Más allá del aspecto monetario, ella prefiere salir con hombres maduros porque le ofrecen una experiencia más gratificante de la que podría tener con un chico de Tinder. “Me parece que son unos chibolos súper inmaduros”, opina sobre los últimos.
Otro perfil que abunda en SeekingArrangement es el de hombres extranjeros que están en Perú de paso y buscan salir con mujeres jóvenes para entretenerse. Carolina salió con un señor estadounidense de mediana edad. Apenas acababa de sentarse en la mesa del restaurante cuando el hombre le entregó 1200 soles en efectivo. Sus ojos no podían creerlo.
“Este hombre no me gustaba, ni siquiera me caía bien”, admite Carolina. Hasta cierto punto, la experiencia la hizo sentirse como una prostituta. “Fue una de las épocas más oscuras de mi vida”, se lamenta. Por eso Carolina decidió que, a partir de entonces, saldría solo con hombres que le pareciesen atractivos y con los que fuese compatible. Es su manera de sentirse empoderada, si bien reconoce que otras chicas en situación de mayor necesidad económica no tienen ese privilegio.
Aunque no tiene tanta experiencia como Carolina, Jimena también ha utilizado la aplicación. Pero ella no buscaba vincularse sentimental o sexualmente con los hombres que conocía en SeekingArrangement. “No quiero sexo ni algo romántico. Solamente un sponsor”, dejaba en claro en su perfil. Salió con un hombre que la invitaba de vez en cuando a restaurantes. “Fue beneficioso porque me habrá dado 400 soles y lo único que hice fue hablar y comer”.
Obtener dinero a través de SeekingArrangement puede ser rápido, pero Carolina hace énfasis en que no es fácil. No basta con ser una cara bonita. Ella se define a sí misma como una suerte de “geisha moderna”: una mujer instruida, elegante, joven y simpática. Es en esas cualidades que está la clave para triunfar en la aplicación.
Y ahora, ¿qué sigue?
Pero ¿son las aplicaciones de citas el síntoma de una sociedad donde todo es bastante efímero y fácilmente desechable? ¿O son solo una herramienta que hace más sencillas las interacciones humanas que se han dado desde siempre? Tremont indica que simplemente son “un medio para llegar a un fin”. Y ese fin ya depende de cada uno.
Para usuarios como Nicolás, lo más recomendable es utilizar plataformas como Tinder sin expectativas específicas y limitarse a dejar que las cosas fluyan. “No conseguir lo que quieres te puede llegar a generar ansiedad”, afirma desde su propia experiencia. “Lo más sano es no buscar nada y entrar a la aplicación simplemente a conocer gente”.
Según Reátegui, las aplicaciones de citas y la inmensa cantidad de gente que podemos encontrar en ellas son un claro ejemplo de una tendencia cultural más grande: encontrar una pareja con la que podamos construir un profundo vínculo romántico ya no es necesariamente un ideal. Uno puede conocer a una persona en Tinder un día, pero al siguiente salir con alguien distinto y olvidarse de la última vez. “La inmediatez y la rapidez del vínculo han cambiado mucho la forma en que la gente se relaciona afectivamente”, reflexiona la socióloga.
Como cualquier tecnología, las aplicaciones de citas son propensas a constantes y rápidos cambios. Qué les depara el futuro es una cuestión incierta. ‘Hang the DJ’, episodio de la cuarta temporada de la serie británica Black Mirror, presentaba un sistema que generaba miles de relaciones simuladas en realidades alternativas, hasta que encontraba la pareja perfecta. Mientras tanto, millones de personas continúan deslizando sus dedos día a día.