La rivalidad entre Perú y Chile comenzó 82 años atrás en medio de un clima de cordialidad y camaradería que contrasta con la violencia y el fanatismo de hoy. La prensa deportiva de los treinta prescindió de los titulares con alusiones bélicas, y en su lugar apostó por discursos y mensajes de conciliación.
Por: Alonso Pahuacho
Portada: Giovanni Tazza
El 26 de enero de 1935 las selecciones de Perú y Chile se enfrentaron por primera vez dentro de una cancha. En principio, no era un partido más. Era la oportunidad de comprobar, según la prensa de la época, qué país tenía el predominio futbolístico en este lado del continente. En aquel mes Lima se preparaba para celebrar su cuarto centenario de fundación. Atrás había quedado la crisis de 1929 que originó la paralización de diversas obras públicas y la expansión de la ciudad. Bajo el mandato del general Óscar R. Benavides, las condiciones económicas habían mejorado y una semana antes del partido, el 17 y 18 de enero, la capital fue el escenario de una gran fiesta pública.
Fue en este ambiente de festividad en el que se acogió a las selecciones de Argentina, Uruguay y Chile para disputar el Campeonato Sudamericano.
Argentina y Uruguay regresaban a una competición continental luego de los problemas suscitados tras la final del Mundial de 1930. Los argentinos denunciaron hostigamientos de los uruguayos, un reclamo que originó el distanciamiento entre sus federaciones. Gracias a la mediación de Perú se pudo garantizar la presencia de ambos equipos en el certamen bajo la condición de que ninguno de los dos usara sus camisetas tradicionales: Argentina vistió de blanco y los charrúas optaron por el rojo.
Como se preveía, las selecciones del Río de la Plata derrotaron sin contratiempos a las del Pacífico y llegaron a la final. Perú y Chile tendrían que disputar en la cancha el tercer lugar para no quedar últimos en la competición. Ciertamente, existían antecedentes en los que se basaban los cronistas para revestir de cierto favoritismo a la selección peruana.
Desde 1927 era usual que llegaran equipos extranjeros a Lima para jugar amistosos. Muchos elencos peruanos y chilenos se enfrentaron en ese lapso con una ligera ventaja de los cuadros incaicos gracias a las buenas actuaciones de clubes como Alianza Lima, Atlético Chalaco o Association FBC.
La selección peruana había permanecido concentrada en el estadio Modelo de Bellavista -hoy conocido como Telmo Carbajo-. Las figuras de ese equipo eran Teodoro ‘Lolo’ Fernández, Alejandro ‘Manguera’ Villanueva y el arquero Juan ‘Mago’ Valdivieso. Ellos permanecerían en la selección hasta el Campeonato Sudamericano de 1939, cuando Perú conseguiría su primer título continental.
No obstante, la situación en aquel momento era un tanto desfavorable, pues ‘Lolo’ se había lesionado en el partido previo contra Argentina y su participación ante los chilenos estaba en duda. “Todavía no sé si jugaré. Dos veces al día me tratan por diatermia. Me siento mejor, pero no podría asegurar si puedo patear una pelota de aquí hasta el día del match con Chile”, manifestó el delantero al diario La Crónica días antes del choque. Aunque finalmente se recuperó y fue titular, no pudo redondear una buena faena.
El fútbol peruano de los treinta aún permanecía bajo la influencia del antiguo espíritu corintio, según el cual lo importante no era la victoria, sino la participación. En ese sentido, el fútbol era, para los discursos más entusiastas, un vehículo para estrechar las relaciones con nuestros semejantes.
“Chilenos y peruanos se han identificado en un mismo ideal: la más franca y sincera camaradería deportiva que fortalezca aún más los vínculos de amistad que felizmente se están engrosando cada vez más”, recogía una crónica de El Comercio a pocos días del encuentro.
Los discursos de los principales diarios nacionales construían el partido como un “duelo de caballeros”, amparados en los postulados del olimpismo. Al respecto, apuntaba El Comercio: “los dos equipos saldrán al field a definir en lucha noble y caballeresca cuál tiene derecho a los laureles de la victoria, saldrán a confraternizar pues, antes que el triunfo, justamente anhelado por peruanos y chilenos, está ese común deseo de alternar en un torneo en el que les sea dable estrechar aún más los vínculos fraternales que nos unen”.
De modo consciente o no, los periodistas presentaban una narrativa reconciliadora, cuando apenas seis años atrás se habían cerrado las disputas territoriales tras la firma del Tratado de Lima, acuerdo con el cual Tacna regresó al Perú y Arica permaneció en Chile. No hubo en las crónicas deportivas sobre ese partido ninguna mención a la nefasta Guerra del Pacífico.
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CUANDO SE JUGABA
POR UNA PROPINA
UNO DE LOS INCONVENIENTES DE AQUEL PRIMER CLÁSICO DEL PACÍFICO FUE LA RENUENCIA DE LA SELECCIÓN PERUANA A DISPUTAR EL COTEJO ALEGANDO “QUE NO SE HABÍA ABONADO UNA GRATIFICACIÓN”, CUESTIÓN QUE FUE SOLUCIONADA LUEGO POR LA DIRIGENCIA A TRAVÉS DE UN DISPENDIO QUE BRINDÓ EL MUNICIPIO DE LIMA. DEBEMOS RECORDAR QUE EN AQUELLOS AÑOS EL FÚTBOL EN NUESTRO PAÍS AÚN NO ERA PROFESIONAL Y LOS JUGADORES ESTABAN PROHIBIDOS DE RECIBIR CUALQUIER TIPO DE COMPENSACIÓN ECONÓMICA, TAL COMO ESTABA ESTIPULADO EN EL PROPIO REGLAMENTO DE LA FPF DE 1922. EL HISTORIADOR PERUANO GERARDO ÁLVAREZ PUNTUALIZA QUE EL FÚTBOL RECIÉN SE HACE PROFESIONAL EN EL PERÚ–CON CONTRATOS Y SUELDOS– EN 1951. ANTES TODO ERA INCENTIVOS, PROPINAS O LOS DIRIGENTES LES HACÍAN FAVORES A LOS FUTBOLISTAS, COMO CONSEGUIRLES “CHAMBA”, AYUDARLOS CON TEMAS ADMINISTRATIVOS, LEGALES O ERAN PADRINOS DE SUS MATRIMONIOS.
El sábado 26 de enero a las cuatro de la tarde, y ante doce mil espectadores en las tribunas del antiguo Estadio Nacional de Santa Beatriz, se inició el primer choque oficial entre peruanos y chilenos. Perú ganó ajustadamente por 1-0 con gol de Alberto Montellanos, a los cinco minutos del segundo tiempo.
Según los reportes periodísticos, el público no quedó muy conforme con el desempeño de la selección. “El aspecto que ofrecía el cuadro peruano era el de estar deshecho, escasamente consiguieron sus integrantes armonizar jugadas impresionantes y cuando estas llegaban a producirse, la culminación de ellas defraudaba todas las expectativas, los delanteros erraban en la puntería o se atolondraban en tal forma que perdían las ocasiones más brillantes que se le presentaban desagradando al público”, se podía leer en El Comercio.
Otros diarios fueron aún más críticos. Una nota posterior publicada en La Crónica hacía la siguiente reflexión: “Ganó, pues, el equipo que menos méritos hizo por la victoria. Un once materialmente deshecho, desentrenado, con jugadores que como ‘Lolo’ y León se mantuvieron en la lid derrochando pundonor. Por eso es que el final de la jornada no despertó el menor entusiasmo. Se recibió el triunfo como una ducha helada”.
No hubo grandes demostraciones de lo que se considera en la actualidad “buen fútbol”. Se trató de un partido parejo, peleado, trabado, en el que una jugada individual significó la diferencia en el marcador, como tantas veces pasa en este deporte.
Lo que sí resulta llamativo es cómo los principales diarios peruanos de la época (El Comercio, La Prensa y La Crónica) comulgaban con un mismo discurso: que el fútbol, y en particular aquel partido contra Chile, sirviera de puente para acercarnos con nuestro otrora enemigo del sur.
Una vez terminado el juego quedó claro que jugadores y dirigentes de ambas escuadras no se asumían como adversarios, sino como deportistas que habían competido en sana lid. Así se desprende de las declaraciones que La Prensa recoge del presidente de la delegación chilena, Arturo Flores: “Ha sido una verdadera fiesta deportiva, de lo que me encuentro satisfecho, tanto los peruanos como mis muchachos han jugado bastante bien, quizá sí ha influido en algo el factor suerte. Pero, no obstante esto, me encuentro encantado de que esta fiesta haya sido una vez más un vínculo de amistad entre peruanos y chilenos. Hemos cumplido con la finalidad que abrigan estos campeonatos internacionales”.
Mientras que desde el bando peruano, el jugador Montellanos correspondía a los elogios. “El team chileno es poderoso y, sobre todo, muy caballerescos sus componentes, fuera y dentro del campo. Felicito su buena actuación de hoy”.
¿Sería posible encontrar una narrativa similar en nuestra prensa deportiva actual? Bastante difícil, por no decir imposible. Los tiempos son otros y el discurso olimpista ya no es hegemónico, sino algo residual.
Hoy se abre paso la impronta nacionalista, donde prima el lenguaje bélico y la estereotipación del rival es un ejercicio común. Cambiar esta dinámica es una tarea pendiente para las nuevas generaciones. Debemos entender que el periodismo deportivo también es un producto cultural y, como tal, construye representaciones simbólicas de la sociedad. Solo que hoy, lamentablemente, estas se encuentran tan sobredimensionadas que se naturalizan a través de los discursos deportivos.