Cazadores de mentiras: El fact-checking en tiempos de convulsión política


Una mentira se vuelve viral mucho más rápido que una verdad. Bien lo saben los periodistas dedicados a la verificación del discurso público. Movidos por el deseo de recuperar la esencia del periodismo riguroso y devolver la confianza de los ciudadanos en los medios, estos profesionales dedican su tiempo y energías a comprobar la veracidad de la información que recibimos día a día.

El 2020 tuvieron mucho trabajo. Desde que comenzó la pandemia, la difusión de información falsa a través de videos, cadenas de WhatsApp y redes sociales se disparó. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), tan solo en el mes de marzo del 2020 se registraron 550 millones de tuits que incluían los términos coronavirus, corona virus, covid19, covid-19, covid_19 y pandemia. 

Dos años antes, el peligro de la desinformación ya había sido advertido por varios estudios como el del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Este demostraba que los contenidos falsos reciben un 70% más de retuits que las informaciones veraces. 

Los peruanos pudimos constatar la magnitud de este fenómeno este año, durante los primeros siete meses marcados por la polarización electoral y la crisis política. Nunca antes una ola de desinformación tan grande había inundando durante tanto tiempo el espacio público.  Como parte de sus estrategias de campaña, durante la campaña electoral los candidatos a la presidencia difundieron más de 120 afirmaciones falsas y por lo menos 40 medias verdades. Los usuarios de la red harían su propia contribución a esta avalancha de engaños, retuiteando y compartiendo declaraciones y mensajes que contenían toda clase de invenciones. 

Por fortuna, estas mentiras fueron puestas al descubierto paulatinamente. Los periodistas dedicados a la verificación de datos llevan una década convertidos en  guardianes del discurso público, desmintiendo y aclarando afirmaciones, tanto de usuarios anónimos como de líderes de opinión.

Hoy, son siete los medios que realizan fact-checking en el Perú y más de 188 alrededor del mundo. En esta nota se comparten sus experiencias y logros, pero también la importancia que su labor encierra en un mundo en que la frontera entre los hechos y las invenciones parece desdibujarse.

Red Ama Lulla: Cerrándole el paso a la mentira

Aunque la desinformación es dañina en todo contexto, el polarizado clima político que vivió el país con las elecciones 2021 y la crisis sanitaria provocada por el coronavirus la volvieron particularmente peligrosa. 

La incertidumbre provocada por la pandemia propagó rumores y versiones sin fundamento sobre el tratamiento del Covid-19. La desinformación tuvo un doloroso impacto en la salud y en la vida de miles de peruanos. Una vez iniciada la campaña electoral, los enfrentamientos entre simpatizantes de distintos partidos convirtieron a la desinformación en un arma política cotidiana. 

En un panorama como este, el trabajo de verificar la información se volvió más urgente que nunca. Y el periodismo peruano supo responder a tiempo. 

Por primera vez en la historia del Perú, una iniciativa de medios periodísticos independientes unió sus esfuerzos para verificar las declaraciones y mensajes que tanto políticos como ciudadanos de a pie difundían a diestra y siniestra. La consigna era hacer respetar el proverbio quechua escogido como el nombre del proyecto: Ama Llulla (No mientas). 

Con la colaboración de once medios digitales y diecinueve radios regionales en todo el ámbito nacional, Ama Llulla consiguió precisar y revelar la falsedad de más de ochenta afirmaciones, videos y mensajes relacionados al contexto político y social del país. Aquí se juntaron lemas de campaña, cifras sobre la situación económica y social del país, contradicciones entre lo afirmado por un candidato y su plan de gobierno, y tendenciosos señalamientos a sus contrincantes. 

“La idea de la Red Ama Llulla era detectar versiones engañosas o falsas propaladas por candidatos al Congreso, a la presidencia y autoridades.  Utilizando una metodología rigurosa y estricta, que tenía por finalidad encontrar una evidencia que corrobore o documente una afirmación, se procedía luego a revelar si una versión era falsa, engañosa o verdadera y se explicaba paso a paso el procedimiento de verificación seguido. De ese modo apuntábamos a que el debate público se desarrolle en función de los hechos, de evidencias, y no apelando a especulaciones, opiniones sin sustento o ataques, que es como siempre ocurre durante estas campañas”, explica David Hidalgo, coordinador del proyecto.

Este tipo de alianza entre medios para la verificación del discurso público ya tenía antecedentes en países de la región, como México, Argentina y Brasil. Lo particular de la versión nacional es que el contenido de verificación fue difundido en lenguas originarias como el quechua y el asháninka. De esa forma se llevó información confiable a miles de peruanos que solo hablan estos idiomas.

Para lograr este objetivo, Ama Llulla contaba con diez periodistas y doce voluntarios, además de traductores y editores de audio y video. Todos los días, este grupo de profesionales y universitarios buscaba detectar versiones falsas o dudosas relacionadas a temas de interés público que les llegaran en forma de cadenas de WhatsApp, audios o tuits. Analizar las declaraciones difundidas en los medios por candidatos, dirigentes políticos y cualquier otra figura pública eran infaltable en la rutina de la red.

Pero verificar una versión no es una tarea sencilla. En ocasiones contrastar las declaraciones de figuras públicas toma mucho tiempo y recursos. Las afirmaciones contienen algunos datos verdaderos y otros falsos. O han sido formuladas de tal manera que resultan engañosas; hay un propósito deliberado de utilizar hechos, datos o cifras para distorsionar la realidad. De allí lo riguroso y delicado que resulta esta labor periodística. 

“El 50% de la dificultad del fact-checking está en detectar las versiones que vas a verificar. Esto ocurre porque la verificación se basa en una metodología muy estricta, difícil de seguir, incluso para los periodistas más experimentados”, señala Hidalgo. 

Periodo de elecciones, periodo de incertidumbre

Los cinco candidatos que participaron en uno de los primeros debates presidenciales.
 Foto: Andina/Carla Patiño Ramírez.

Las Elecciones Generales 2021 colmaron el espacio público de afirmaciones tremendistas o sospechosas que debían ser corroboradas. Durante los primeros meses de campaña, Ama Llulla  aclaró las declaraciones de muchos políticos relacionadas con la crisis sanitaria. Por ejemplo, algunos candidatos al Congreso aseguraron que las vacunas contra el Covid-19 desarrollaban genes animales. También hubo aspirantes a la presidencia que compararon las vacunas con los desparasitarios para animales. La lista de declaraciones que entonces se desmintieron es muy larga.

Una de ellas, que figura entre las más leídas, pertenece a Pedro Castillo, quien negó que Vladimir Cerrón, el presidente de su partido, tenía una sentencia por un caso de corrupción. Como prueba de que la afirmación de Castillo era falsa, la nota  de Ama Llulla incluía la sentencia contra Cerrón por delito contra la administración pública durante su gestión como gobernador regional de Junín.

Los datos difundidos por los candidatos en eventos organizados por las entidades electorales también fueron revisados . Durante los tres debates realizados por el JNE a fines de abril, Ama Llulla verificó en ‘tiempo real’ diez frases formuladas por los aspirantes a la presidencia.  Entre ellas figuraban estadísticas falsas sobre la clase media, el acceso a agua potable y la inseguridad en el Perú.

“Como verificadores, descubrimos cómo funcionan los mecanismos de la desinformación en una campaña electoral. Muchas veces el personaje sabe que su versión es falsa y que puede ser desmentido, pero tiene conocimiento de que, estando en curso su aclaración, ya habrá generado un impacto en el público, y más durante los debates presidenciales”, explica Hidalgo.

No obstante, las semanas que siguieron a la segunda vuelta electoral fueron la verdadera prueba de fuego para estos periodistas. 

Si normalmente se realizaban un promedio de tres a cuatro verificaciones en una semana, entre el 7 y el 13 de junio la Red Ama Llulla publicó, en promedio, una nota por día. El 14 de junio llegó a difundir tres verificaciones con información fidedigna de la ONPE y el JNE. 

Estos organismos también realizaron sus propios procedimientos de verificación durante este periodo. Llegaron a responder (con precisiones, aclaraciones o desmentidos)más de 118 videos armados, declaraciones de políticos y publicaciones en Internet

¿El motivo? Decenas de usuarios de redes sociales y figuras públicas denunciaban que el fraude se había consumado en las mesas de votación durante la segunda vuelta electoral.  

“La versión del fraude masivo fue el ejemplo más claro del uso de desinformación como herramienta política en campaña electoral. Prueba de ello es que este aluvión de información falsa respondió a la convocatoria que hizo la misma candidata Keiko Fujimori en una conferencia, animando a las personas a que publiquen este tipo de contenidos con el hashtag #FraudeEnMesa”, recuerda Hidalgo.

7 de junio. Keiko Fujimori flanqueada por Luis Galarreta y Patricia Juárez, integrantes de su plancha presidencial, aseguró que el fraude electoral se había registrado en las mesas de votación. Foto original: EFE. Montaje: Bárbara Contreras.

En efecto, la candidata presidencial de Fuerza Popular desconoció en más de una oportunidad los resultados de las elecciones. Al día siguiente de la jornada de votación, anunció en una conferencia transmitida en vivo por radio, televisión y redes sociales que se habían cometido una serie de “irregularidades”, como parte de un fraude sistemático y planificado por Perú Libre, el partido de su oponente Pedro Castillo. Fujimori pedía a los ciudadanos que denuncien estos fraudes a través de las redes sociales. A continuación, tres casos de verificación de Ama Llulla que desmintieron graves acusaciones realizadas por periodistas, figuras públicas y ciudadanos.

Afortunadamente, la Red Ama Llulla no se encontraba sola frente al mar de desinformación que inundó el periodo electoral.

El Consejo de Prensa Peruana lanzó a mediados de febrero Perú Check, una alianza de medios nacionales asociados a esta institución (El Comercio, La República y RPP Noticias) para combatir la desinformación durante la campaña.

Con el mismo espíritu que Ama Llulla, Perú Check desmintió y precisó más de 290 afirmaciones, imágenes, videos y mensajes difundidos en redes sociales y en el discurso público entre febrero y junio del 2021.

El día de la jornada de la segunda vuelta probó la falsedad de cinco contenidos virales, entre los que se encontraban la supuesta intervención de más de diez mil cédulas de sufragio en Áncash a favor de Keiko Fujimori.

Posteriormente, la iniciativa juntó las evidencias y declaraciones que esclarecieron el caso de la muerte del militante de Perú Libre, Sacarías Meneses, cuando simpatizantes del partido de Pedro Castillo atribuyeron su fallecimiento al ataque de grupos fujimoristas. Esta afirmación, muy difundida en las redes sociales, resultaría ser falsa: Meneses había muerto debido a una cirrosis hepática.

El fact-checking permitió esclarecer los hechos respecto a la muerte del ciudadano Sacarías Meneses. Foto original izquierda: Aldair Mejía.

“La desinformación no es un fenómeno anecdótico. Ha entrado a formar parte de las estrategias políticas para llegar al poder. Al alimentar miedos, exacerbar contradicciones y polarizar a la población con versiones falsas, termina generando violencia y división. Esto la hace particularmente dañina para la democracia. Por eso el trabajo de verificación es tan importante, porque aporta certezas en momentos en los que la incertidumbre se siembra de manera interesada”, remarca Hidalgo. 

Los pioneros del fact-checking en el país

Tanto Red Ama Llulla como Perú Check surgieron a propósito de la campaña electoral. Sin embargo, desde hace seis años, distintos medios de comunicación han dirigido sus  esfuerzos para luchar contra la desinformación. 

Ojo Público, medio independiente fundado en 2014 por cuatro periodistas experimentados, fue pionero en incorporar una sección especializada en verificación de datos en 2015. Bajo el nombre de Ojo Biónico, el medio verificó alrededor de 300 afirmaciones de personajes públicos, candidatos y usuarios anónimos entre el 2015 y diciembre de 2020. 

Con este mismo espíritu, hacia finales del 2016 Convoca, otro medio digital independiente, lanzó El Verificador de Promesas, una plataforma que buscaba medir el grado de cumplimiento y viabilidad de lo que prometían los políticos. 

Gracias al seguimiento que Convoca realizó de las promesas presidenciales, el medio reportó que el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski cumplió solo 7 de los 29 compromisos que debieron realizarse en los primeros meses del mandato.  Más adelante, los verificadores seguirían de cerca las promesas realizadas en la gestión de Martín Vizcarra durante la pandemia.

Estado de las promesas de PPK después de los 100 primeros días de gobierno. Gráfico: Convoca.

Siguiendo estos ejemplos, pronto medios como La República crearon sus propios equipos de verificación de datos. En 2019, Verificador, unidad de fact-checking del conocido periódico, se estrenó desmintiendo afirmaciones y videos virales que incriminaban a venezolanos y alentaban la xenofobia.  Por fechas similares  El Comercio se propuso seguirle la pista a las declaraciones de gobernantes, autoridades y líderes de opinión. 

En julio del mismo año, surgiría el medio Salud con Lupa, enfocado, como su nombre lo indica, a temas de salud pública en América Latina. Como parte de sus coberturas, este portal periodístico incluyó una sección de verificación de datos de salud con el objetivo de combatir la pseudociencia

El 2020 apareció el primer medio dedicado exclusivamente al fact-checking. Desde su creación, en agosto del año pasado, por los periodistas Marian Jáuregui, Sebastián Ortiz y Angelo Torres, El Filtro publicó semanalmente verificaciones en formato de video como parte de su sección #QueNoTeFloreen.

En los episodios relacionados a la campaña electoral, El Filtro desmintió declaraciones de candidatos a la presidencia y el Congreso acerca de temas como la pandemia o relacionados con sus propuestas de gobierno.

Una de ellas fue la verificación  y desmentido al candidato Hernando de Soto, quien había afirmado que su plan de gobierno había sido publicado en los diarios The Wall Street Journal y The Economist. 

Ya sea trabajando juntos o por su cuenta, todos estos medios contribuyeron a contrarrestar la desinformación de una de las campañas electorales más polarizadas en la historia del Perú. 

¡Alerta Covid!

Más allá de los temas políticos coyunturales que avivaban el debate público y la desinformación, desde el año pasado la difusión de contenido falso y engañoso se convirtió directamente en una amenaza a la salud pública. 

Con la llegada de la pandemia, cientos de videos y post inundaron las redes sociales con remedios y recetas médicas que prometían prever o hasta curar el Covid-19. 

En EEUU las recetas de ivermectina aumentaron 24 veces más, triplicándose también las llamadas a centros de control de intoxicaciones por el consumo de dicho medicamento. En Argentina un niño de 5 años falleció debido a que sus padres le suministraron dióxido de cloro.  

En el Cusco, el 30% de pacientes con Covid-19 se automedicaron con ambos químicos, y presentaron cuadros de intoxicación por su consumo excesivo. 

Tal era el daño que la desinformación provocaba en la salud de los contagiados que el trabajo de los verificadores bien podía ser la diferencia entre la vida y la muerte de miles de personas en el mundo. Y las unidades de verificación de datos entendieron el rol que estaban jugando. 

Ojo Público descubrió la falsedad de 60 datos y afirmaciones relacionadas al Covid-19 durante el primer año de pandemia. Entre ellas se encontraban las supuestas bondades de la hidroxicloroquina, el ibuprofeno, el ozono, el peróxido de hidrógeno, la warfarina, los aceites esenciales, la hoja de coca, el mentol, el café, el agua de mar, la sal y la ya conocida ivermectina: todos recomendados en algún momento por doctores, celebridades, autoridades públicas o personas anónimas para prevenir o tratar el Covid-19. 

Al respecto, David Hidalgo, quien también es director de Ojo Público, afirma que el mayor reto para el periodismo de verificación durante la pandemia fue lidiar con temas científicos complejos y especializados que no formaban parte de la agenda cotidiana de los medios. 

“Entender qué cosa es una variante, qué cosa es un virus, una vacuna ARN, un estudio de pre publicación o una investigación realizada por pares se volvió lo más importante para luchar contra la desinformación”, subraya.

Ante la avalancha de desinformación sobre aspectos técnicos que solo expertos manejaban adecuadamente, medios como Salud con Lupa tuvieron que contratar a periodistas científicos especializados. 

La sección de fact-checking de este portal contó con el apoyo de un médico especializado en verificación de evidencia científica. Gracias a esta colaboración, el medio consiguió someter a comprobación 42 de los tratamientos más populares contra el coronavirus, clasificándolos desde “la ciencia no lo avala” hasta “tratamiento estándar”. Cada semana esta lista era actualizada en función de la nueva data científica que apoyaba o rechazaba el uso de estas terapias. 

“Es un ejercicio constante de explicarle a la gente cómo funciona la ciencia. La investigación científica se toma sus tiempos, va probando y generando poco a poco evidencia. Las personas no estaban acostumbradas a seguir en vivo y en directo este proceso y muchas se quejaban de que ‘antes nos decían una cosa y ahora nos dicen otra’. Esa ha sido nuestra principal tarea: comprender cómo funciona la data científica y saber comunicarla a las personas”, afirma Fabiola Torres, directora de Salud con Lupa.

La semilla del fact-checking en América Latina

Los esfuerzos de estos medios por desterrar las mentiras del debate público tuvieron en quién inspirarse. En el año 2010, cuando aún no se hablaba de desinformación o “noticias falsas”, tres consumidores de medios argentinos (Julio Aranovich, Roberto Lugo y José Bekinschtein) se percataron de que algo no andaba bien con la prensa de su país. 

Desencantados del nivel de los periódicos argentinos, decidieron crear un medio cuya esencia fuera, ante todo, la presentación de hechos y evidencias para contar y entender la realidad. Fue así que nació el primer medio dedicado a la verificación en América Latina: Chequeado

Inspirado en proyectos pioneros de verificación de datos como Politifact (Estados Unidos), Channel 4 News (Reino Unido) y Les Decodéurs (Francia), este medio argentino comenzó realizando chequeos a líderes políticos, medios, empresarios e instituciones que difundían información falsa y cuya corroboración era factible. 

En sus inicios, Chequeado desmintió afirmaciones de importantes medios como Clarín y Tiempo Argentino, en las que se tergiversaban resultados de estudios acerca de los niveles de democracia en el país o se inflaba el apoyo de la población a proyectos de ley promovidos por algunos políticos. 

Más adelante, en las elecciones de 2015, el equipo verificó en vivo 19 frases de los candidatos que pasaron a la segunda vuelta, Daniel Scioli y Mauricio Macri, en el último debate antes de las votaciones. 

Daniel Scioli y Maurcio Macri, candidatos finalistas a la presidencia de Argentina en 2015. Chequeado verificó todo lo que dijeron en el debate previo a las elecciones. Montaje: Bárbara Contreras.

Entre los seguimientos al discurso público y la verificación a la desinformación viral, Chequeado publica alrededor de 50 notas mensuales. La página cuenta también con una sección denominada El Explicador, en la cual busca contextualizar las noticias que los medios difunden cada día.

“Chequeado no busca ser el lugar donde te informes sobre lo que está pasando. Nosotros apuntamos a que los lectores lo comprendan. Que puedan saber si es que el fenómeno sobre el que se está hablando en la prensa es nuevo o se lo están vendiendo como tal. O si el crecimiento en un determinado sector es algo que solo está pasando en el país o responde a una tendencia a nivel mundial”, explica Laura Zoomer, directora del medio.

Con el ánimo de demostrar que su trabajo tenía un impacto real en la lucha contra la desinformación, Chequeado encargó a dos académicos independientes que midieran el efecto de sus verificaciones durante la campaña electoral de 2019.

“El estudio demostró que el fact checking funciona. Que la gente no necesariamente cambia de opinión, pero sí de conducta cuando señalamos que algo es falso. Nuestra intervención en la campaña redujo el incentivo para compartir contenido que desinforme, y esto ocurrió en ambos lados del espectro político”, detalla Zoomer respecto de los resultados del informe. 

Equipo de Chequeado, 2020.

Al ser el primer medio dedicado a la verificación de datos en Latinoamérica y uno de los diez primeros alrededor del mundo, Chequeado sentó las pautas metodológicas y capacitó a los periodistas de medios del resto de la región. 

Este fue el caso de Colombia Check, un portal de verificación que se inspiró en las lecciones compartidas por Chequeado durante una conferencia y taller realizados en el 2015. 

Creado al año siguiente, Colombia Check vigiló de cerca la desinformación sobre las negociaciones entre el Gobierno y las FARC, como parte del acuerdo de paz que buscaba la desmovilización completa de miles de guerrilleros. Más adelante centraría su foco en la verificación del discurso político durante la contienda electoral del 2018 para la presidencia y el Congreso. 

Entre las verificaciones más vistas de ese año se encuentra una foto de dirigentes de las FARC con camisetas de Gustavo Petro, candidato presidencial de izquierda. La imagen había sido retuiteada por Alfredo Rangel, senador de Centro Democrático (partido de derecha). 

Después de realizar las búsquedas correspondientes y analizar la foto, Colombia Check descubrió que se trataba de un montaje.

Tuit del entonces senador Alfredo Rangel. 
Colombia Check descubriría que era un montaje.

Hace unos meses, el equipo realizó una cobertura extraordinaria de las multitudinarias protestas contra el gobierno de Iván Duque. “Durante mayo y junio de este año tuvimos una ola de desinformación tan alta que ni siquiera el equipo del medio en conjunto pudo verificar todo lo que nos llegó. Hubo muchos videos de policías y manifestantes enfrentándose que eran de otras ciudades o de otros años. Los políticos también amplificaron contenidos falsos y discriminatorios contra los indígenas y policías, e incluso llegaron a transmitirse videos que simulaban estar siendo grabados en vivo”, cuenta Jeanfreddy Gutiérrez, director del portal. 

Protestas en Colombia en mayo del 2021. 
Foto: EFE/Mauricio Dueñas Castañeda

En ese marco, Colombia Check realizó un informe especial sobre los enfrentamientos entre los vecinos de una urbanización y los miembros de grupos indígenas que ocurrieron el 9 de mayo en la ciudad de Cali, dejando por lo menos a ocho indígenas heridos. En la nota se aclaraba con detalle cómo estas violentas peleas fueron desencadenadas debido a un audio que contenía información falsa.

Actualmente, Colombia Check se prepara para la cobertura de lo que promete ser una de las campañas electorales más polarizadas de los últimos años en ese país. 

“Después de tres años continuos de protesta, pareciera haber un ánimo de que hay que salir del uribismo. Por otro lado, también está el miedo al llamado socialismo del siglo XXI. Esta polarización nos hace temer que la ola de desinformación que se viene será tremenda y por eso estamos en coordinaciones para ampliar nuestras redes de verificación a lo largo del país”, adelanta Gutiérrez. 

Un nuevo contrato entre periodismo y lectores

Los medios de comunicación se han convertido en una de las instituciones que menos confianza generan en el mundo. Según una reciente investigación del Instituto Reuters y la Universidad de Oxford, la confianza en la prensa es más baja que la confianza en la Policía, los tribunales, el Ejército, la Iglesia Evangélica y Católica y los científicos.  

Las personas encuestadas tienen opiniones negativas sobre cómo los periodistas hacen su trabajo. Muchas piensan que intentan manipular a las audiencias y permiten que sus opiniones influyan en sus coberturas. En Brasil y Estados Unidos, menos de la mitad de personas considera que los medios los entienden. Este número baja a 32% y 16%, respectivamente, cuando se pregunta a personas que desconfían de las noticias en general. La necesidad de un periodismo más transparente y horizontal es evidente. Y los fact checkers apuestan a que esta especialidad pueda devolver la confianza perdida en los medios.

“A diferencia del periodismo más tradicional que explica tan solo el insumo final de la reportería, en el fact-checking se explica cómo se obtuvo la información, qué pasos siguió el reportero. Es una especie de detrás de cámaras que ni siquiera los reportajes más detallados incorporan”, explica Jeanfreddy Gutiérrez.

Nosotros insistimos en que no somos garantes de la verdad, somos garantes de los hechos, y lo que invitamos a las audiencias es a chequearnos también a nosotros. A diferencia del periodista que se para en un lugar del saber y pretende decirle a sus lectores cómo son las cosas, lo que los chequeadores decimos es que nosotros utilizamos un método, que incluye que tú puedas utilizarlo para chequearnos a nosotros también”, subraya Laura Zoomer.

Montaje: Bárbara Contreras.

Por su parte, David Hidalgo resalta que “los medios que hacen verificación tratan de fomentar el contacto con los lectores. Les decimos ‘si has detectado algo envíanoslo para que lo comprobemos’. Esto no ocurría antes necesariamente. Los medios no les decían a las personas, ‘dime a quién quieres que investigue’ o ‘dime qué cosa has escuchado’. Este es un nuevo vínculo con la gente”. En efecto, este nuevo contrato entre lectores y periodistas parece estar generando frutos.

“Muchos lectores han comenzado a colaborar con nosotros. Nos escriben correos explicándonos con detalle cosas que han escuchado en sus centros de trabajo o en el colegio de sus hijos. Es una retroalimentación muy buena y creo que también nos la ganamos en la medida en que las personas confían en nosotros”, reflexiona Fabiola Torres, de Salud con Lupa. 

Esta confianza se vuelve decisiva en un mundo donde la información falsa encuentra nuevas formas de reproducirse, por lo que el futuro del fact-checking parece ser prometedor.

Sin embargo, los periodistas subrayan que su batalla se dirige a contrarrestar la desinformación, mas no a extinguirla.

“La desinformación no es algo con lo que vamos a terminar: es parte del desorden del ecosistema informativo. Llegó para quedarse. Pero yo soy optimista. Creo que lo que hay que generar es más capacidad crítica en las audiencias para que la identifiquen rápido. Cuanto más advertidos estemos como ciudadanos, menos incentivos tendrán los políticos para armar campañas usando desinformación”, afirma Laura Zoomer.

Así pues, la lucha contra el engaño también está en nuestra cancha.