Del verde olivo del Ejército al blanco y rojo del triatlón

Arturo Yarasca Gabriel, exsubteniente del Ejército, se convirtió en el primer paratriatleta peruano después del ataque terrorista que sufrió en el 2009 durante un enfrentamiento en el VRAEM. Si bien no compitió en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, ahora el iqueño se prepara para su debut olímpico en París 2024. 

Por: Salma Cruzado
Portada: @arturo.yarasca


La historia deportiva de Arturo Yarasca Gabriel, primer paratriatleta peruano que compitió en Ironman 70.3 Perú y en campeonatos de la World Triathlon, se inició hace aproximadamente doce años de la forma más trágica.

Estaba en su primera misión de combate contra un grupo de senderistas que querían recuperar una posición elevada en Cerro Judas, zona del Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM). Era el 19 de marzo de 2009. Arturo Yarasca, subteniente del Ejército peruano y encargado de un grupo de soldados, hizo el acto más valeroso de su vida. Cogió una granada que los terroristas habían arrojado a la trinchera donde él y sus soldados se encontraban. En menos de cinco segundos, el explosivo le estalló en la mano derecha y lo dejó inconsciente. 

Arturo después de la explosión que lo dejó inconsciente. Foto: Arturo Yarasca.

Un enfermero militar de la patrulla lo cuidó en la misma trinchera durante el tiempo que estuvo inconsciente. Esta persona permaneció junto a él durante toda la noche y parte del día siguiente. el helicóptero ya no tenía permitido entrar a la zona porque el enfrentamiento sucedió entre 6:00 p.m. y 7:00 p.m.

A la mañana del día siguiente, fue rescatado en un helicóptero y trasladado a Lima por avión. Tenían que operarlo de emergencia. Había perdido la mano derecha a causa de la explosión. Una oportuna cirugía cerró el muñón y dejó su brazo preparado para que pueda utilizar una prótesis en el futuro.

Durante su traslado al Hospital Militar Central del Perú, Arturo relata que escuchaba las sirenas de la ambulancia abriéndose paso para llevarlo. Pronto despertó en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). “Lo primero que pensé al despertar es que debía ser fuerte y llenarme de valor para no darle más preocupaciones a mis papás. Era consciente de los efectos secundarios que podría causar la explosión, pues también tenía lesiones en la visión y había perdido parte de la audición”, recuerda. 

En la cama de un hospital: el nuevo hogar de Arturo

Arturo estuvo cerca de un año internado en el hospital debido a que tuvo que hacer terapia. La explosión también había afectado su brazo izquierdo y no lo podía mover. Sus padres y su entonces enamorada, María Teresa, fueron su máximo soporte durante todo este periodo. Lo ayudaban a comer, a vestirse y a ducharse, actividades cotidianas que él ya no podía hacer de manera autónoma a causa de la lesión nerviosa que le diagnosticaron en el brazo izquierdo, y de la cual recién se recuperó seis meses después. 

Pasado ese largo año en el hospital, en junio de 2010, por fin le dieron de alta. El Ejército había realizado las gestiones para que él pudiera ser trasladado al National Rehabilitation Hospital en Washington DC, donde iban a diseñar una prótesis biónica a su medida. En compañía de sus padres y su enamorada salió del hospital y se dirigió a casa para armar sus maletas e ir al aeropuerto.

Estuvo treinta días en Estados Unidos y al regresar continuó con las terapias de rehabilitación física y otras para desensibilizar el muñón para utilizar la prótesis. “Una persona que sufre una amputación tiene lo que se conoce como el ‘efecto fantasma’: molesta, duele y es como si tuviese la mano ahí, pero realmente no está”, recuerda Arturo. 

Este camino fue largo y doloroso para Arturo, porque al inicio pasaban las semanas, no mejoraba y se sentía frustrado. “Todo ese proceso de volverme de diestro a zurdo, fue otro tema, ya que debía, por ejemplo, aprender a escribir y a atarme los zapatos con una sola mano”, relata. 

A pesar de los avances y retrocesos que se presentaron durante su recuperación, decidió confiar en la terapia. Pasados los meses, poco a poco iba notando progresos como mover un dedo y, posteriormente, mover la mano, lo que fue en palabras de Arturo “un salto cuántico”. 

“Pequeñas acciones de manera diaria hacen que tengas un gran resultado. Lo tomé de esa forma. Un pasito cada día hasta llegar al final. Eso es lo que se llama el “efecto compuesto”, cuenta. 

Durante esta etapa, la oración fue su mejor aliada: “Rezaba mañana, tarde y noche. Y no solo porque quería recuperarme rápido, sino porque estaba agradecido de seguir con vida”, enfatiza. Todo ese periodo fue enriquecedor para este guerrero, pues desarrolló habilidades que posiblemente no habría explorado si es que no hubiese perdido la mano mientras cumplía su labor. 

El deporte como arma de empoderamiento y autoconfianza 

A principios de 2018, Arturo ya estaba recuperado, así que pensó que ya era el momento para volver a ser útil a la sociedad. En un inicio, sintió miedo de cómo lo lograría. Era consciente de que las personas con discapacidad no siempre son vistas de la misma manera y él notaba que cuando caminaba por las calles lo miraban de manera extraña o con pena. 

Los médicos le recomendaron que hiciera deporte porque eso lo ayudaría a recuperar su motricidad gruesa, mientras que la motricidad fina iba a ir desarrollándola de a pocos. Arturo vio una oportunidad de superación, el camino para empoderarse. “Sentí que a través del deporte podía competir en iguales condiciones que las otras personas, a pesar de mi discapacidad”, confiesa.

Con ayuda de la prótesis, empezó a practicar tenis, básquet y a asistir al gimnasio con mucha frecuencia. Debido a que sufrió una lesión que le impedía levantar peso, tuvo que alejarse de las máquinas y del entrenamiento. Sin embargo, eso no detuvo sus ganas de seguir entrenando, entonces decidió ir a nadar a la piscina del Círculo Militar, en Jesús María. 

Luego, le pidió a su entrenador Julio Collao que le prestara su bicicleta. En ese momento se dio cuenta que le gustaba mucho. “Después de mucho tiempo, pasado mi accidente, me monté a una bicicleta y me creció la curiosidad por el triatlón”, cuenta Arturo. 

En enero de 2019, Arturo decidió ingresar al mundo del triatlón. Era consciente de que no conocía nada de ese deporte. No tenía una bicicleta para sus entrenamientos y tampoco un entrenador. Buscó a un antiguo amigo del Ejército, José Vicuña, quien le enseñó lo básico del deporte y le prestó su bicicleta. Además, lo contactó con Allan Moreno, quien se convertiría en su primer entrenador.

Siempre dedica sus competencias a su hijo y esposa, Maria Teresa, ya que son un pilar muy importante en su vida. Foto: @arturo.yarasca.

“Estoy muy agradecido con Allan al igual que con José Vicuña porque fueron las primeras personas que me ayudaron. Confiaron en mí y me vieron potencial”, confiesa Arturo. 

Arturo siempre tuvo el anhelo de hacer un “Ironman”, una carrera organizada por la World Triathlon Corporation, que combina natación, ciclismo y carrera a pie. Pero vio que esta competencia mayormente se desarrollaba en otros países, como Estados Unidos, Uruguay y Europa, y en ese entonces él no contaba con el dinero suficiente para costear esos viajes. 

Al enterarse que la carrera del Ironman se desarrollaría en Lima, el 21 de abril de 2019, se propuso entrenar intensamente y participar con tan solo tres meses de entrenamiento. Para muchos habría sido un reto complicado, pero Arturo se consideraba capaz, ya que él tenía la base de un deporte de esfuerzo y resistencia, como la maratón, y eso lo ayudó mucho.

Así fue como se convirtió en un “Ironman”

Luego de tres meses de una exhaustiva preparación, había llegado el esperado día en el que Arturo haría su debut en la carrera del “Ironman 70.3 Lima Perú” en la playa Agua Dulce, en el distrito de Chorrillos. 

En compañía de sus padres, su hijo y su esposa María Teresa, llegó muy temprano a la zona de competencia (5:00 am). Debía dejar la bicicleta con la que competiría en la zona de transición, es decir, donde se hace el cambio de la natación al ciclismo y del ciclismo a la carrera. 

Arturo a punto de cruzar la meta y conseguir el primer lugar dentro de la categoría de capacidades especiales en la carrera del Ironman 70.3 Lima Perú. Foto: @arturo.yarasca.

Ya finalizada la carrera y con el objetivo logrado, Arturo se encontraba satisfecho y con el deseo de seguir cosechando más triunfos. En esta competencia, él obtuvo el primer puesto en la categoría de capacidades especiales. A nivel general, quedó a la mitad de la tabla, con una marca promisoria para ser un amateur en este tipo de distancias. 

Es aquí donde empieza este gran sueño de participar a nivel internacional en los eventos organizados por la World Triathlon, el ente regulador de las competencias a nivel mundial. 

A finales del 2019, Arturo se vio obligado a buscar un nuevo entrenador y Nelson Gonzales fue el elegido. Ya se habían encontrado anteriormente en competencias nacionales y Arturo conocía sobre su club NGC SPORTS. A él le llamaba la atención el hecho de entrenar en grupo, ya que desde que inició en el triatlón lo hizo de manera individual sin pertenecer a ningún club. 

Arturo junto a su entrenador Nelson Gonzales. Foto: @arturo.yarasca.

Arturo fue a buscar a Nelson a la piscina de la que él era dueño para consultarle si podía entrenarlo. Nelson aceptó. “Arturo, para mí no eres una persona discapacitada. La persona discapacitada es la que tiene todos los recursos y los desaprovecha. Así que si tú aceptas entrenar conmigo, yo te voy a tratar como a cualquier otra persona”, respondió Gonzales.

Arturo, con esa garra y predisposición con la que contaba desde su formación militar, asumió las condiciones y desde ese momento ha entrenado de forma profesional. Su entrenador destaca que desde el primer día mostró ambición para vencer los obstáculos. Con 34 años, se convirtió en el primer paratriatleta peruano.

En diciembre de 2019 buscaba clasificar a los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. Sin embargo, la Federación Peruana de Triatlón no contaba con un directivo encargado de inscribirlo mediante la ITU (Unión Internacional de Triatlón) para que pueda participar en el exterior, lo que lo llevó a perderse la oportunidad de estar presente en los recientes Juegos Olímpicos. 

Sin embargo, Arturo, mantiene su ambición y continúa preparándose para el circuito de competencias de la World Triathlon que iniciarán en el verano de 2023, y que le permitirán luchar por un cupo para estar presente en los próximos Juegos Olímpicos París 2024.