El arte con sangre de Luciana López

Hay una tienda en la Facultad de Arte y Diseño de la PUCP que vende todo tipo de útiles e instrumentos para crear un proyecto artístico. Se puede comprar pintura, tiza, lápices de todos los tamaños y colores…  pero a veces no es necesario adquirir estos materiales para crear arte. La estudiante Luciana López solo necesita estirar el brazo y elegir una vena de la cual extraer trece mililitros de su propia sangre. Con ese insumo sanguíneo ella logra plasmar sus irreverencias sobre el papel. A través de sus pinturas busca visibilizar su lucha contra la aversión a la menstruación femenina, una causa que para la artista es también una terapia emocional. 

Por: Stephanie Morgenstern
Portada: Archivo personal


Luciana, en ese momento de dieciocho años, se encontraba batallando contra unos clavos que intentaba instalar en una figura tridimensional de cartón. Era para un trabajo de la Católica, donde estudiaba Diseño Gráfico. Estaba en su taller, rodeada de paredes blancas, dentro de su casa en San Miguel. De pronto, de manera accidental, se cortó con la punta de un clavo y su campo de batalla se tornó de rojo carmesí: sangriento. 

Mientras el fluido semioscuro descendía de manera precipitada por su dedo y lo cubría de forma desordenada, Luciana no podía dejar de fascinarse ante las maravillas que provee el cuerpo humano: “Me sorprendí al ver cómo de un corte tan chiquito, de algo tan pum, salía un montón de sangre…”. 

En lugar de curarse, la artista tomó un pedazo de cartulina y convirtió su dedo con la herida abierta en un pincel número doce. Deslizó su yema por la superficie blanca y ligeramente áspera del papel A5 hasta originar una nueva obsesión personal, el arte con sangre. 

Obra de arte en proceso. Foto: archivo personal. 

Lo que al comienzo Rebeca, su madre, percibía como algo estrafalario y la llevaba a pensar: “Pucha, qué he criado”, se transformó lentamente en una actividad aceptada por su familia. Ha pasado un año y ahora Luciana invita a sus amigos a retratarlos con su propia sangre. Se instala en su taller, donde destaca un mural con cuatro colores pintados a mano: naranja, amarillo, rosado y morado. Es una zona que los amigos de Luciana bautizaron como La muerte de un pony. Rebeca, quien es enfermera, desinfecta con un algodón la fosa del codo y coloca una banda elástica que rodea la parte superior del brazo del futuro retratado. Le pide que cierre la mano, que haga un puño para que sobresalga la vena, escoge la más protuberante y extrae con una jeringa (de esas que abundan en los laboratorios de análisis clínicos) trece mililitros de sangre en un tubo pequeño y delgado. 

Una vez que la aguja afilada de la jeringa termina de penetrar la superficie corporal, la joven corre contra el reloj y el tiempo existe solo para presionarla a continuar. Luciana detalla que ella pinta al toque, en un rango de una hora, pues la sangre luego de un tiempo fuera de su hábitat natural se coagula y entorpece el proceso creativo. “Por ahora son retratos chiquitos en la mitad de un A4, yo quisiera pintar algo más grande, pero eso requeriría más sangre y tendría que asegurarme que el retratado se sienta cómodo con eso”, explica la artista. 

Luciana, la estudiante de pintura, extrajo sangre de una de sus venas y la guardó en este frasco. Después de una semana la mayor parte de la sangre estaba coagulada, pero todavía quedaban restos de líquido que pudieron ser utilizados para pintar. Foto: archivo personal. 

-¿Qué tiene de especial el arte con sangre? 

-Me gusta mucho pintar y retratar a mis amigues con su propia sangre. La sangre es como un material, reemplaza al acrílico, la témpera, el óleo, el wash. Pintar a alguien con una parte de su cuerpo es más personal e íntimo. Será por eso que aún no me atrevo a realizar un autorretrato con mi propia sangre. Es como si estuviera desnuda ante los demás y es un proceso muy fuerte que requiere aceptación. Es un proyecto que quiero hacer, pero debo prepararme mentalmente para eso, me resulta muy revelador. 

Punto de partida de una obra con la sangre de la artista. Foto: archivo personal.

Arte menstrual 

Al explorar en lo cotidiano que puede ser el contacto con la sangre es inevitable aludir a la menstruación. Y Luciana no ignora la sangre que brota de su propio cuerpo. Al contrario, lo celebra. Luego de merodear y acomodarse para acumular el flujo rojo de su interior en una copa menstrual, la joven de pelo negro y rizado, decide pintar con su sangre. 

Pinturas de sangre”. Fuente: archivo personal. 
Pinturas de sangre”. Fuente: archivo personal. 

Ella describe sus tres obras menstruales como un reflejo de los sentimientos hormonales que le salían del coño y ya. “Cuando estoy con mi periodo me siento muy inestable. Sentía rabia, culpa, inseguridad, incertidumbre por mis decisiones, por lo que pienso hacer en el futuro, todo intensificado por la regla”. Las figuras trazadas con las yemas de los dedos de la artista representan una forma de expresión de aquello que la hace sentirse bien. 

Luciana empezó esta obra hecha con sangre menstrual en diciembre del 2021. La última vez que la continuó fue el 9 de agosto, pues ella pinta una vez al mes, cuando está con su periodo. La va desarrollando según las emociones que surgen durante la semana en la que está con la regla. 

El interés de Luciana por el arte con sangre se potenció durante una exhibición de arte contemporáneo sobre el cuerpo humano llamada “La Carnicería”. La muestra se realizó en el sótano del centro comercial Camino Real, en San Isidro.  Fue a fines del 2021 y ella aún estudiaba Diseño Gráfico en la PUCP. 

Una artista que llamó la atención de Luciana fue Verónica Torocahua, conocida en Instagram como vekaronica. Para entonces, narra Luciana, la sangre y ella ya eran compañeras por naturaleza en el arte, y sus amigos se ofrecían como voluntarios para el ritual pictórico. Torocahua, recuerda Luciana, “presentó una bitácora de sangre que complementa con acuarela roja. Pintaba vaginas, mujeres menstruando, retratos del cuerpo femenino”. Ella insiste en que su experiencia con esa exposición fue ‘un abrir de ojos’. No solo se enamoró de la presentación artística, sino que la describió como la mejor exposición a la que ha ido y hasta logró que ella se cambie de especialidad universitaria, dejó Diseño Gráfico y se trasladó a Pintura. 

Imágenes tomadas del Instagram de Veronika Torocahua, “vekaronica”. Fuente: archivo de Instagram. 

El arte como un estilo de vida 

Es el año 2011 y Ollanta Humala acaba de tomar el poder, tiempos en los que muchos no tenían fe en la política peruana y surgían emociones similares a las que aparecieron tras las elecciones del 2021. Luciana tiene ocho años y está sentada frente a la mesa, tomando lonche. Rebeca, su mamá, se sienta frente a ella. De pronto, Luciana recuerda, descubre que su madre la estaba dibujando con lápiz en una cartulina. Rebeca le enseña el retrato que ha dibujado de ella. Una década después Luciana rememora la escena con nostalgia…

Al día siguiente Luciana llevó ese retrato al colegio y alardeó con la cartulina ante toda su clase, como quien se ha ganado una medalla de oro. Presumió con ese dibujo, lo presentó como suyo. De vuelta al 2022, la artista precisa: “Yo no sabía que mi mamá dibujaba, y mucho menos que dibujaba tan bonito, pero no he tenido muchos momentos artísticos con ella”. 

Pintura fue la primera opción de Rebeca cuando en 1987 quiso escoger una carrera. La elección no pudo concretarse; su padre alegó que era una carrera muy cara. Fue así como ella decidió finalmente estudiar enfermería. Luciana vive ahora el sueño que su madre no pudo cumplir. Quizás por eso Rebeca no tuvo mayores reparos para aceptar que las creaciones de su hija no tenían nada de morbo, eran simplemente piezas artísticas. “Me encantaría poder trabajar con mi mamá, pero creo que ella percibe el arte como una puerta a la que le negaron la entrada”, confiesa. 

Al lado del mural colorido de su estudio de arte, había retazos de una pared blanca aún sin explorar. Allí Luciana empezó a trazar hilos angostos de color rojo desde el borde del techo y los arrastró de manera caótica hasta tocar el suelo. ¿Qué es el arte para ti?, le pregunto. Me mira detenidamente, se sincera al eructar las palabras: “Wow, qué difícil”, y me responde de la forma más liviana posible: 

-El arte para mí es lo que me hace sentir más viva y lo que me permite comprenderme, a mí, a todo, a todos, y a todes los que me rodean. Es una noción que cambia con cada persona, pero es así: raro y bizarro.

“Ternura.” Autorretrato con su mascota en la intimidad de su cuarto. Fuente: archivo personal.
Fotografía que destaca la textura de la sangre al pintarla en la cartulina. Foto: archivo personal. 

-¿Cómo es tu proceso creativo al componer una pieza de arte? 

-No tengo algo en específico. Si hay algo que estoy sintiendo y lo puedo extrapolar en mis trabajos lo hago. A veces se puede y a veces no, depende de cuan receptiva y expresiva me sienta. No es lo ideal, los artristes -como a ella les gusta llamarlos- también tienen que ser disciplinades”, puntualiza mientras suelta una risa breve.

Al ahondar en la vida de Luciana me sentí identificada con sus sentimientos y su método de inspiración artística, una reacción que a ella le gusta disfrutar cuando dialoga con otras personas sobre su arte. Quiere que quienes reciban sus creaciones encuentren una parte de ellos en sus pinturas, que los haga reflexionar o ayudarlos a inspirarse para tomar una decisión de vida. Luego de revelarle mis emociones parece concentrarse en mis palabras durante unos segundos y responde: “Que lindo que sintamos eso”.