En 2013, Gianfranco Hereña creó El buen librero, un proyecto que busca acercar la literatura al público mediante las redes sociales. Desde memes y videos con recomendaciones hasta entrevistas, clubes de lectura y citas de escritores, esta iniciativa multiplataforma tiene cerca de 420 000 seguidores entre Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y Youtube, y crece cada día, alimentando la cultura y el amor por los libros.
Por: Sebastián Blanco
Portada: Archivo personal
Gianfranco lleva en la sangre la pasión por la literatura. Cuando era un tímido niño, su abuelo solía narrarle cuentos y los representaba para que su imaginación se estimulara con aquellas historias y aguardara con entusiasmo la siguiente aventura.
Por eso, desde muy joven pasaba su tiempo en la biblioteca del colegio tratando de comprobar que las palabras de su abuelo fueran, en efecto, las que estaban escritas en los libros.
A pesar de que luego ingresó a la Universidad de Lima para estudiar Marketing, al poco tiempo decidió trasladarse a Comunicación, carrera que estudió entre 2008 y 2013, y se matriculó en el taller de narrativa del escritor Jorge Eslava, donde amplió sus conocimientos sobre las letras.
Ahora que han pasado varios años, cuando habla de literatura se toma un momento para encontrar las palabras precisas: “La literatura existe porque la vida que tenemos no es suficiente. Siempre queremos vivir un poco más”.
Gianfranco tiene 31 años y cree que la lectura permite identificarnos con los personajes, para vivir otras vidas, encontrar ideas distintas y explorar nuevos mundos en los cuales uno muere y renace.
En 2013 inició su labor como docente, que lo lleva desde el año pasado a madrugar de lunes a viernes para dictar clases virtuales de Comunicación a alumnos de un colegio de Surco y a largas jornadas de enseñanza nocturna de Periodismo digital y multimedia en la Universidad Jaime Bausate y Meza.
Desde entonces compagina la enseñanza con la gestión de El buen librero, el proyecto de difusión literaria por medio de redes sociales al que, desde hace ocho años, dedica la mayor parte de su tiempo.
El espacio en donde literatura y entretenimiento se encuentran
“Empecé a hacer El buen librero con la intención de que fuera multiplataforma. Muchos me decían que era un suicidio, que aquí en el Perú nadie iba a valorar eso”, recuerda Gianfranco.
La necesidad de construir una iniciativa cultural en la que no tuviera que depender de otros, y donde los saberes de su carrera lo ayudaran a plasmar sus ideas sin intermediarios, estuvo entre las razones que lo llevaron a iniciar este proyecto. “Lo que ves es el resultado de lo que pienso y siento”, afirma.
La dolorosa pérdida de un amigo inolvidable fue la otra razón que lo condujo a embarcarse en esta labor. “Ernesto me llevaba a Quilca y a todos esos lugares en donde conocía a libreros que no solamente te contaban de qué iba el libro, sino que prácticamente te lo recetaban.
«Ellos conversaban contigo y, a partir de esa conversación, te sacaban un libro clásico que se correspondía con tu estado emocional”, rememora el comunicador.
Cuando la amistad se vio interrumpida por la muerte, Hereña sintió que tenía una deuda, que intenta compensar con la misma pasión con que su compañero de lecturas le compartía nuevas historias. Así, en febrero de 2013, nació El buen librero.
Para él, un buen librero es uno de esos personajes que conoció de joven durante sus largos paseos por las calles del Centro de Lima, y que le hizo entender que “la literatura no es solamente recetas prediseñadas, sino pasión, involucrarse y sentir empatía”.
Su intención es clara: bajar a la literatura del pedestal elitista y hermético en el que muchas veces se la ubica para unirla con el entretenimiento. Para esto, Gianfranco relaciona cultura con actualidad, memes sobre series populares, sucesos de farándula o imágenes con ingeniosas referencias a libros y autores imprescindibles.
Aunque este no es el único recurso que Gianfranco emplea, ha sido importante para el crecimiento de los seguidores del proyecto, sobre todo de su página en Instagram.
Así se puede crear curiosidad y generar nuevos lectores; sin embargo, está seguro de que sus reels y tiktoks disgustan a muchos académicos, pero lo que le interesa es ver qué piensa la gente respecto a ciertas cuestiones en clave de humor.
“Quizá el lector que tiene recorrido reconoce que en situaciones que se están viviendo puede haber una lectura, pero quienes no, buscan una recomendación”, explica.
El proyecto también cuenta con otros espacios como un podcast en Spotify o un canal de Youtube en el que se publican vlogs, transmisiones del club de lectura que gestiona y videos sobre todo tipo de literatura, que amplían el enfoque del contenido.
Una recompensa que trasciende al dinero
Esta diversidad de contenido virtual implica un gran esfuerzo, además de una jornada de trabajo sin horarios, ya que las nuevas ideas pueden surgir en cualquier momento.
Gianfranco Hereña se encarga solo de su proyecto, aunque tiene la esperanza de poder contratar en el futuro a un equipo de personas que trabajen junto a él.
Dedicarse a un oficio como la difusión literaria es complicado, pues en el país se considera que la cultura no es algo rentable y, mucho menos, divulgarla por redes sociales. “En Perú, las vistas pagan menos que en cualquier otra parte de América Latina”, lamenta Gianfranco.
La perseverancia y la búsqueda de otras formas de generar ingresos han sido indispensables para mantener el proyecto a flote. El buen librero vende una serie de productos de merchandising como polos y tazas y organiza talleres de periodismo, lectura en voz alta y podcast que le permiten seguir funcionando.
Pero, por encima de todo, despertar curiosidad por la literatura en personas que no suelen acercarse a ella es una de sus grandes motivaciones. “Que yo pueda recomendarles algo para alimentar sus inquietudes sobre diversos temas siempre será bienvenido”, afirma.
Durante la pandemia, Gianfranco ha descubierto que su audiencia no solo se encuentra en Perú, sino que es mayor en México y Argentina, y también es numerosa en Chile y Colombia.
Saber que algunos de los episodios de su podcast se reproducen en remotas provincias de Argentina o que en bibliotecas de la ciudad de Cali (Colombia) difunden sus entrevistas y comentarios con parlantes, lo llena de ilusión.
“No entiendo en qué momento me ocurrieron estas cosas, pero me alientan a seguir remando. No sé hasta cuando me dé el cuerpo, pero voy a seguir adelante hasta que se pueda”, asegura.
“Saber que lo que digo tiene eco en algunas personas y los lleva a comprarse más libros, a consultarlos o pensar en ellos, ya es un pequeño triunfo”, manifiesta.
También siente la responsabilidad de enfocar adecuadamente los temas que trata. Sea en clave de humor o con un tono mucho más serio, estos pueden “impactar en la vida de las personas, de tal manera que les genere mayor gusto o los desanime de la lectura”.
Aunque el camino es largo y laborioso, está seguro de seguir en él, sobre todo ahora que planea nuevos contenidos y ha comenzado la venta de prendas de vestir y accesorios relacionados con su iniciativa.
“Pienso seguir en ese crecimiento durante los próximos años, renovando contenido y, sobre todo, siendo feliz y esperando que la gente también lo sea”, sostiene.
Antes de despedirse, cita una frase de Julio Ramón Ribeyro que resume su visión sobre su trabajo y la vida: “Ser el eterno forastero, el eterno aprendiz, el eterno postulante: he allí una forma para ser feliz».
Siempre que pueda aprender cosas nuevas y ayudar a más gente a acercarse a la literatura, va a seguir navegando por las redes sociales, persiguiendo la mejor forma de transmitir el amor por los libros, como lo hacía su abuelo, o aquellos libreros del centro de Lima que viven en su memoria.