Jaime Ferraro: el comediante pituco que en diez minutos dio una lección inolvidable a los chicos del Markham

La comedia le permitió a Jaime Ferraro ir a la última graduación de un colegio de la clase alta limeña a pronunciar un discurso frontal que quedará en la historia. Su intención era que estos adolescentes de su mismo círculo social tomaran consciencia desde ya de los diversos privilegios que tienen en un país tan desigual como el Perú. Llegó a llamarlos explícitamente ‘pitucos’, palabra con la que se identifica sin sentirse avergonzado. En esta crónica, se recoge detalles y reflexiones posteriores de una noche trascendente en la vida escénica de este comediante de 39 años.

Por: Jhudá Castro
Portada: Youtube Jaime Ferraro


Casi todos los escolares peruanos de la promoción 2020 vivieron su ceremonia de graduación a través de una pantalla en sus casas. Aunque tardíamente, los del Markham la celebraron el 17 de agosto dentro de sus instalaciones, en una zona amplia con un césped natural cortado al ras. Formando filas de tres, estaban sentados al lado de sus padres en sillas blancas que contrastaban con la oscuridad de la noche y que estaban ubicadas de tal manera que había suficiente separación entre familias. Los chicos se habían contactado no con un egresado de su colegio, sino con uno del Santa María, para que brinde un discurso con motivo de la culminación de sus estudios básicos. Se trataba de un comediante conocido por interpretar a un personaje que ridiculiza a los sectores acomodados de Lima en los videos cortos que sube a Instagram y TikTok.

Su primer impulso fue negarse. Temía que la sátira que estaba preparando reafirmara los prejuicios de clase de los asistentes y, equivocadamente, que en esa promoción se encontrara la hija mayor de Keiko Fujimori. No quería que ciertos chistes la convirtieran indirecta e injustamente en una de sus víctimas. La opinión de dos graduados sobre su trabajo lo convencieron de ir. Además, se veía tentado de pronunciar un discurso al estilo de los que suele hacer el comediante Ricky Gervais en las ceremonias de los Globos de Oro, particularmente críticos.

El Markham le dio la posibilidad de crear uno que no pasara por ningún tipo de filtro y le parece que eso habla muy bien del colegio. Solo le dijeron que se limitara a diez minutos y que mezcle el humor con lo emotivo, como ya había escrito para otras circunstancias. Armarlo le tomó apenas dos horas, acaso porque ya tiene cancha en estos menesteres, acaso porque la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños de Cuba, fundada por Gabriel García Márquez, le dio una buena base cuando estudiaba Guion Cinematográfico.

Las autoridades lo recibieron amablemente y lo llevaron al lugar donde iba a esperar su turno junto a un exalumno del Markham: el vocalista de la banda We The Lion, Alonso Briceño, quien también habló. Así, un presentador parecido al príncipe Harry invitaba al estrado en inglés a un hombre también blanco y pelirrojo que portaba un gorro negro. Para muchos cibernautas, ingresaba el rey de la noche. Su novia se alistaba a grabarlo. Jaime Ferraro articuló sin interrupciones una serie de ideas poco amigables con el sector social del que provenían los graduandos. Y del que él provenía.

No se declara de izquierda, solo antifujimorista. Cree que es una exageración el que mucha gente haya tomado su discurso como uno reivindicativo de lucha de clases. Quizá porque invitaba a una mera toma de conciencia social. “En realidad, no traté de dar un discurso que fuese contestatario, sino un mensaje desde la honestidad que pudiese resonar con algunas de las personas que estaban ahí, porque al final se trataba de ellas”, explica. No pensó que el discurso iba a rebotar tanto: difusión en diarios tradicionales, más de sesenta y ocho mil reproducciones en Youtube, y más de cien mil en Instagram, donde sus famosos colegas Mateo Garrido Lecca y Gachi Rivero lo felicitaron. Según el primero, era lo que Ferraro siempre había querido decir [públicamente].

Finalizada la ceremonia, muchos padres y profesores se le acercaron para agradecerle por el discurso. Le pareció gracioso que muchos chicos, cuando iban subiendo a recibir su diploma y pasaban por su lado, le levantaran el puño en señal de apoyo. Posteriormente el director del Markham le escribió para agradecerle de manera particular por la metáfora que había utilizado: “nacer en un país como el Perú y pertenecer a las clases sociales más altas que pueden pagar un colegio como este es como que te tiren de un avión en el medio del mar y tú justo caigas en una isla llena de recursos”.

Tan solo ser consciente de los privilegios

Jaime Ferraro trató de conectar con los adolescentes a través de la conversación que tuvo con un veinteañero que le dijo que quería estudiar escritura creativa. No estaba seguro de hacerlo porque su padrastro era dueño de un estudio de abogados muy grande en Lima y lo llevaría a cabo solo si también estudiaba Derecho para luego trabajar allí. Ferraro, a quien le ocurrió algo similar, reaccionó en una. “Si tú ya eres millonario, weón, por qué no estudias lo que te da la gana”. El foco de su discurso era que los chicos entiendan que la dimensión de sus privilegios es tal que pueden atreverse a soñar. Se pone de ejemplo. “Yo elijo ser comediante, que es prácticamente un capricho lujoso. Inmediatamente puedo acceder a cualquier escenario, puedo entrevistar a cualquier persona del medio (tiene un podcast en que entrevista a diversas personalidades). O sea, no es difícil posicionarse, porque no hay tanta competencia”, explica.

Para el comediante, el privilegio existe por contraste: para que tú seas privilegiado tiene que haber alguien que no los tiene delante de ti. “Nadie te va a decir que te des latigazos y no aproveches tu vida, pero no te olvides en dónde estás, porque luego la gente cree que es puro mérito propio. Por supuesto, yo llego a donde estoy porque me he esforzado mucho dado que tengo un talento sobre el cual trabajar. Pero brother, el paquete viene completo, ¿no?: en el Perú vivimos súper atrasados, pero eso al mismo tiempo significa que hay mucho por hacer”, asevera citando a medias la frase de Vallejo. Valora que piensen en algo tan importante como hacer empresa, solo les sugiere tener la perspectiva de que realmente son privilegiados y que pueden emprender lo que quisieran.

Hace un mes Jaime Ferraro entrevistó al excongresista Daniel Olivares, su amigo y otrora jefe en la agencia de comunicaciones Copiloto. Foto: Youtube Jaime Ferraro.

—“Queridos amigos graduados pitucos del Markham”. ¿Era necesario?

—Sí. Primero porque el código de mi personaje es ese y, en parte, fue el motivo por el cual me invitaron. Esa frase era una alusión directa. Y segundo porque yo no creo que la palabra ‘pituco’ sea ofensiva. Hace unos días un amigo mío que es muy pituco me comenta que estaba viendo mis videos y me dice “oye, weón, pero fuera de huevadas, tú y yo no somos pitucos”. Y yo le digo “sí somos pitucos weón, lo que pasa es que no somos imbéciles, nada más”.

Elabora una retahíla de razones. “Yo he nacido y vivido en San Isidro toda mi vida, salvo un tiempo en que he vivido en el extranjero. Me he subido a una combi menos de diez veces y la gran mayoría ha sido por diversión. Me dedico a lo que quiero prácticamente. Tengo un pasaporte europeo, me he vacunado en Estados Unidos. Todas las personas de mi familia son blancas. Ya pues, haga lo que haga, hay ciertos parámetros de esa realidad de los que no voy a escapar, ¿no?”. De pronto, menciona a un youtuber cuyo contenido consiste en hacer preguntas a los transeúntes, trayendo a colación su video más popular. “Si viene el weón de Henry Spencer en la calle y me pregunta si soy pituco, ¿tú crees que le voy a decir que no? Sería un idiota. Es como si en el censo vengan y me pregunten de qué color soy… Blanco pues weón, qué voy a decir”. Gracias al stand-up comedy aprendió que cuando uno sube al escenario, la gente, por lo general, te mira y empieza a tener una primera impresión sobre ti, de modo que presenta sus monólogos atajándola. “Yo soy Jaime Ferraro y, como es evidente, yo soy peruano”, dice a sabiendas de que lo tratarán de pituco.

—Dijiste que si alguien del público se veía reflejado en tus chistes, corresponde que se pregunte por qué tanta gente se ríe de ellos. La gente se sigue vacilando con tus videos. ¿Qué lectura le das a eso?

—A mí me da gusto porque pensé que iba a tener mucho hate y que la gente no se iba a enganchar rápido con el código de humor bastante frontal que manejo, al que cuido al mismo tiempo manteniéndolo bien absurdo y ridículo. Entonces yo siento que cuando uno ve mi contenido es difícil desligar ambas características de lo racista y clasista. Sí, es dañino, pero yo lo estoy presentando desde la perspectiva risible, porque no solamente intento retratar el racismo de las clases altas, sino su ignorancia y falta de cultura, porque las nuestras, como muchas veces dicen, no son dirigentes. Como en el Perú el lenguaje y el color de la piel juegan un elemento de diferenciación importante, no sienten la necesidad de educarse y viven muy satisfechos en un entorno mercantilista. Las más conservadoras buscan más encajar que destacarse. Entonces a mí me parece bien que la gente se ría, porque es gracioso. Es como cuando lees las tonterías que hablaba la gente antiguamente en una novela de Bryce Echenique. Las personas que actúan como mi personaje tienen que dejar de sentirse empoderadas para empezar a sentirse ridículas.

—A partir de tu no tan grata experiencia en el colegio y de acuerdo a tu discurso, ¿qué debería cambiar en el sistema escolar peruano?

—Mi colegio fue desastroso. Ni siquiera te puedo decir que ellos cumplieran con lo que predicaban. Tal vez te dirían que tienen un discurso que habla de los valores de familia, de respeto, de amor por el prójimo.

Pero le parece insólito que, entre sus egresados, figuren específicamente desde dos conductores de Willax hasta Clímaco Basombrío (su compañero de promoción) y el pederasta Luis Fernando Figari.

—Tendría que haber más apertura para entender cuál es el verdadero camino para que una persona sepa darle valor a sus capacidades. En el Santa María pasaba que yo tenía muchos problemas para prestar atención y me iba muy mal en los cursos de números, a diferencia de los de letras. Entonces no puede ser que tú tengas a alguien que de repente tiene posibilidades de desarrollarse artísticamente y que, por no aprobar matemáticas, termine tirado en el saco de los burros. Pero luego recuerdo a los profesores que tuve y tampoco estaban en capacidad de tomar ese tipo de decisiones, no solo desde una perspectiva organizacional, sino cultural. Te preguntarás si es un tema de la calidad de ellos, pero luego cómo les pagan.

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“La verdad es que al final fue bien bonito porque, como cuento en el discurso, yo nunca he ocupado un rol muy protagónico en ese tipo de celebraciones escolares”. Jaime Ferraro no tuvo la etapa escolar que habría querido. Tampoco la superior: no terminó Psicología en la PUCP y, luego, no terminó Comunicaciones en la USIL. Pero dos décadas más tarde le bastó con diez minutos para dar potentes enseñanzas a unos adolescentes que recién la están iniciando. Finalmente aprovechó una oportunidad que otros colegios similares, tras escuchar su discurso, ¿le habrían dado?