La buena escuela

Jonathan Maicelo, el boxeador más popular del país dirige una academia donde enseña lo que mejor sabe: pelear para abrirse paso a golpe de esfuerzo y sacrificio.

Por: Thalía Gálvez
Portada: Luisenrrique Becerra


Abraham Sánchez tiene catorce años, vive en San Martín de Porres y su sueño es convertirse en boxeador profesional. Sus padres lo abandonaron cuando era pequeño y se quedó a cargo de su tío. Abraham creció y el tío ya no pudo hacerse responsable de él. Así que un profesor de artes marciales mixtas (MMA) decidió acogerlo. Hace unas semanas lo llevó a Fighter Club, la academia de Jonathan Maicelo. Gracias a una beca integral, Abraham Sánchez inició allí sus entrenamientos. Su próximo objetivo es participar en diciembre en el campeonato peruano de MMA, Torneo Titans Champions.

Jonathan Maicelo se ha propuesto combatir la delincuencia. Para enfrentarla inauguró Fighter Club, una academia de box y artes marciales dedicada exclusivamente a aquellos jóvenes en peligro de caer en la violencia o las drogas.

La academia está ubicada en Los Olivos, en la avenida Alfredo Mendiola, a la altura del kilómetro 6 de la Panamericana Norte. Aquí jóvenes en extrema pobreza, pero con aptitudes para el deporte, podrán entrenar gracias a las becas que ofrecen el boxeador y sus socios.

Este proyecto nació el 22 de marzo en el programa Wantan Night, de Plus TV, cuando Jonathan Maicelo reveló en una entrevista que uno de sus objetivos era crear una academia de box con fines sociales. En el mismo set se encontraba Fernando Tamayo, un joven empresario de la marca de agua embotellada Yaqua. Terminada la entrevista, Fernando le planteó a Maicelo construir la academia en Los Olivos, pues él tenía un terreno allí. Maicelo sin dudarlo aceptó. Más adelante, Sergio Tamayo, padre de Fernando y dueño de Yaqua, se unió al proyecto.

Seis meses después, el 22 de setiembre, los tres socios inauguraron la academia. El valor económico inicial fue muy alto y el aporte de los tres no era suficiente. Por ello se sumaron nuevos patrocinadores, como la Universidad César Vallejo, la tienda Adams y la marca deportiva Everlast.

***

En el primer piso la academia Fighter Club cuenta con un ring, dos jaulas para artes marciales mixtas, el área central en donde se practica danza urbana y dos zonas de entrenamiento con sacos de box. En el segundo piso está el salón de yoga y la habitación de Jonathan, en donde vive algunos días de la semana.

Con este equipamiento entrenarán aficionados al box que pagarán una mensualidad, junto a un grupo de jóvenes becados que son el verdadero propósito de esta academia.

El 2012nMaicelo se coronó campeón latinoamericano en la categoría de peso ligero de la Asociación Mundial de Boxeo. Foto: Andina

Para encontrar posibles candidatos ya han visitado algunos colegios de Los Olivos, gracias al apoyo de la municipalidad. La estricta selección de los jóvenes comienza con un estudio minucioso de su historia de vida. El límite de edad es muy importante: se dará prioridad a jóvenes no mayores de 24 años.

Los casos se presentan a los socios y, luego de una dinámica grupal, se escoge los más extremos. Los becarios deben ser jóvenes en situaciones de riesgo, pero no aquellos que mantengan vínculos con la delincuencia.

Una vez aprobados, pasan por un examen psicológico y, por último, una entrevista con Maicelo. “No quiero ser engañado, he vivido por esos mundos así que sé muy bien quienes tienen (dinero) y quiénes no. Me doy cuenta muy fácil de la pobreza y no porque yo sea psicólogo, sino porque he estado en todas esas etapas, he vivido en extrema pobreza”, señala el boxeador.

***

El año pasado un reportaje televisivo destapó la situación en la que entrenaban los boxeadores peruanos Omar Ibáñez, Diego Tananta y Stefani Barrientos. Ellos tenían aspiraciones de participar en los Juegos Olímpicos Brasil 2016.

Vivían en habitaciones con filtraciones de agua y no tenían un nutricionista que supervisará su alimentación. En el desayuno recibían un vaso con quinua, panes con palta y huevo. Para el almuerzo se les daba entre ocho a diez soles. Comían en los alrededores del Estadio Nacional. Los espacios de entrenamiento dentro del recinto estaban deteriorados: el ring no se encontraba bien acondicionado.

Jonathan Maicelo también vivió momentos difíciles para forjar su carrera.  Creció en Los Barracones, uno de lugares más peligrosos de Lima y Callao, rodeado de amigos involucrados con la delincuencia y sometidos por la drogadicción y el alcoholismo. Ese muchacho que aparece los fines de semana en programas de televisión como un ganador, que es imitado por humoristas y es el símbolo de campañas benéficas, no olvida sus orígenes.

Tras unos segundos de silencio, Maicelo recuerda que ganó 300 soles por su primera pelea. En ese entonces su situación económica era complicada y aquel dinero tuvo un valor muy significativo.

Pero esa cantidad no valía todo el esfuerzo que él había dedicado a los entrenamientos. “Pasé por muy malos ratos, muchas veces me tocó llorar. Cuando empecé a dictar clases de box, no me alcanzaba el dinero para movilizarme. En esos momentos pensaba mucho en lo mal que me estaba yendo; sin embargo no lo consideré difícil, solo un reto más en mi vida”, señala.

Para Maicelo el box y las artes marciales despiertan una mística. Te enfocan, te envuelven y te obligan a ser muy disciplinado. “Tienes que exigirte cada vez más, a pesar de que el miedo esté presente”, asegura. Ahora, a partir de su experiencia de vida personal y deportiva, pretende preparar a jóvenes en el Perú y luego llevarlos a competir en otros países.

Figther Club requiere patrocinadores para continuar con este proyecto y hacerlo sostenible. Maicelo y los Tamayo tienen planeado inaugurar una segunda sede de Fighter Club, en Villa El Salvador. Pronto presentarán este proyecto a una delegación diplomática extranjera. Solo el aporte económico externo permitirá financiar los distintos programas de becas que la academia ofrece. En el verano de 2017 otros diez jóvenes serán seleccionados para entrenar en la academia. No tendrán que pagar un centavo, solo deberán demostrar su compromiso con el deporte y, sobre todo, espíritu de superación.