Juan Gargurevich: «Tengo claro que la objetividad no existe, ni cuando te miras al espejo»

Un periodista de la generación del 50 al que se puede considerar una institución viviente. Tiene una nutrida biblioteca de libros sobre el tema y lee a los grandes escritores que han sido periodistas. Ha escrito 15 libros sobre este tema. Su amor por ese oficio solo se equipara al que siente por la música cubana y por Marilyn Monroe.

Por: Somos Periodismo
Portada: Facebook


-Has pasado por muchas redacciones de diarios. ¿A qué sección te gustaría regresar?

-Yo he sido un periodista todo terreno. Nosotros le llamamos a eso periodismo de infantería, porque en el periodismo hay diferentes actores: los intelectuales y escritores que están de paso, los profesionales de alto nivel y los reporteros que salen a la calle.

-Los obreros del periodismo.

-Así es. Al final, esos son los más importantes porque son los que construyen el periódico. Eso es lo que más me gusta. Yo regresaría a la sección policial. Me encantaba salir de comisión a La Victoria, a los Barrios Altos a ver los crímenes. Me encantaría que un periódico me dé la oportunidad de hacer una práctica preprofesional de un par de meses.

-En esa época se hacían buenas crónicas policiales.

Y ahora también. El otro día tuve una discusión severa con varios colegas. Yo sostenía que no era cierto que el periodismo de antes era mejor. El mejor periodismo siempre es el de hoy. Puede que antes hubiera mejores periodistas, pero ellos construyen las noticias de acuerdo al contexto y éste no es mejor o peor.

-¿Alguna vez has trabajado en la sección política?

No. Yo siempre he tenido una línea de izquierda democrática, nunca milité en ningún partido político. Siempre he sido un izquierdoso de verdad, hasta viví en Moscú un par de años. Pero nunca trabajé entrevistando a políticos o en el Congreso.

-¿Por una decisión personal o por las circunstancias?

-Por las circunstancias. En el periodismo hay mucha casualidad. Es una vocación muy fuerte. Somos como los artistas; no puedes ser otra cosa, a pesar de que nos pagan mal.

-¿Has tenido problemas por tus posiciones políticas?

-Sí, durante toda mi trayectoria. Yo ingresé a trabajar en La Crónica en el año 1954, y he estado en varias redacciones. He estado en el momento más importante que fue el de la revolución velasquista. En la primera etapa estuve a favor de la revolución y en contra de los periódicos oligárquicos como El Comercio y La Prensa. En ese momento yo era jefe de redacción de Extra, un periódico básicamente policial, pero estaba ligado al sindicato de periodistas. Saqué un libro contando esa historia en el año 1972.

-Uno de los principios que los periodistas defienden es el de la libertad de expresión. ¿Cómo se puede comprender el apoyo a un régimen que expropió los diarios?

-Es que la libertad de expresión tiene un determinado marco teórico. Cuando estuvimos en la revolución velasquista tratamos de construir uno distinto, que se expresaba en un periodismo diferente, que no estuviera ligado a los intereses económicos.

-¿Lo que dices es que los marcos teóricos cambian de acuerdo a los regímenes y contextos sociales en los que se implementan?

-Voy a contarles una anécdota que grafica esto. Hace algunos años yo fui jurado del premio de periodismo José Martí en La Habana, y teníamos que reunirnos con los responsables del periódico del partido, el Granma. La primera plana de ese día era la noticia sobre una exitosa inauguración del congreso del partido comunista de Mongolia. Cuando conversamos con el responsable del partido nos explicó que nosotros teníamos un marco teórico totalmente distinto al de ellos. La relación con Mongolia era muy estrecha porque tenían tratados comerciales y para ellos era muy importante lo que ocurría en ese país.

-¿Por qué no funcionó la idea de entregar los diarios a los diferentes gremios durante el gobierno militar?

Hay un libro muy interesante que se llama La revolución por decreto de Dirk Kruijt. No se pueden hacer cambios de tal envergadura con decretos. Imagínense, reunir a los periodistas de La Prensa El Comercio y decirles que a partir de ese momento eran revolucionarios. Eso era imposible.

-Debe haber sido un momento muy emocionante.

-Yo estuve en la toma de Expreso. Hasta ahora estamos enfrentados entre nosotros. Hace poco publiqué una opinión en Facebook, y un periodista que fue despedido entonces respondió: “No olviden que Gargurevich es una lacra del periodismo nacional”. Son posiciones y hay que respetarlas. Lo que no se debe hacer es insultar.

-Así que tu jefe fue Ulloa.

-Era el dueño.  Antes de la expropiación él iba todos los días y estaba muy atento al proceso de la salida del diario y de los contenidos.Nosotros decíamos que era el gato del despensero porque era también ministro de Economía, y además era el hombre que conseguía préstamos y endeudaba al Perú a través de varias  empresas. En ese momento la corrupción era muy fuerte. Siempre recibía comisiones de los bancos por los préstamos.

-Eres un apasionado del periodismo y uno de los pocos historiadores de la prensa. Tu libro Historia de los medios es un clásico en las facultades.

-Los historiadores no se han dedicado a  la prensa sino a los efectos que la prensa tuvo sobre determinados hechos políticos. Contar cabalmente la historia del periodismo requiere una mirada multidisciplinaria. He leído un libro sobre un diario chileno que está escrito por tres personas: un periodista que estudió los modos de producción del periódico; un administrador –economista que estudió cómo se vendía; y un historiador que estudió el contexto.

-El periodista es el historiador del día a día.

-Así decía Camus. Lo que pasa es que hay una diferencia entre los periodistas y los historiadores: los primeros buscan la veracidad; en cambio los historiadores se demoran mucho más porque buscan la verdad. Los periodistas no tenemos que decir la verdad, solo ser veraces. Ver algo, contarlo y ser leal a nuestros principios de veracidad.

-Todavía se discute sobre el principio de la objetividad promovido por el periodismo clásico norteamericano. Tú vienes de esa escuela.

-Yo tengo claro que la objetividad no existe, ni cuando te miras al espejo. Todo el mundo sabe que un periódico imprime línea política en las noticias que publica. La elección de la fotografía, el lugar en la página conforman una decisión política, y lo gracioso es que los periodistas creen que son objetivos. En La Prensa Beltrán decía que la página de opinión era suya, y que en todo el resto del periódico los periodistas decidían.Pero como todos eran anticomunistas y antiapristas así que no había mucha diferencia.

-¿La clasificación conservador – liberal te parece válida para entender cómo los sectores reaccionan ante los hechos sociales?

-La mayoría de episodios de la política peruana se entienden así. Ha habido constituciones conservadores y liberales, presidentes conservadores y liberales. San Martín era conservador y Bolívar era liberal. Yo creo que el buen periodismo es el liberal porque no tiene las prisiones en las que te encierra la religión, por ejemplo, que no deja avanzar en el conocimiento de las cosas.

Extracto de la entrevista realizada por Revista Ideele. Puedes leerla completa aquí.