En Perú, de acuerdo al Registro Nacional de Investigadores en Ciencia y Tecnología (REGINA)[note] Concytec empezó a implementar este registro en 2015 y sigue construyéndose por lo que aún no representa a la totalidad de investigadores de la PUCP ni del país. [/note], tres de cada diez investigadores en ciencias e ingeniería son mujeres. No se trata de un dato aislado sino del reflejo de la tendencia de la brecha de género en el mundo, que si bien se ha ido reduciendo, persiste en diversas latitudes. Y como es evidente, nuestra universidad no es la excepción.
Por: Miguel Ángel Ala
Portada: Archivo PUCP
(Contenido de la DGI publicado originalmente en el portal del VRI.)
Históricamente la brecha de género en carreras de ciencias e ingeniería ha sido inmensa. Según la investigación ¡Aquí hay que hacerse respetar! Mujeres entre tuercas y metales, de la socióloga Alizon Rodríguez, entre 1995 y 2005, de los 6465 egresados de siete especialidades de ingeniería de la PUCP, solo 1045 eran mujeres.
La desigualdad sigue vigente en la actualidad. De acuerdo a estadísticas de la universidad, en el primer semestre del 2016, de la Facultad de Ciencias e Ingeniería egresaron 343 estudiantes: 250 hombres y solo 93 mujeres. La pregunta es, ¿por qué hoy estas carreras siguen siendo espacios altamente masculinizados?
Una razón es la fuerza de los estereotipos. Desde niños, en la familia y el colegio, nos enseñan los supuestos roles típicos de la mujer. “La educación fortalece los estereotipos de género y además el currículo oculto”, explica Alizon Rodríguez. Es decir, además de enseñarnos lo definido en el currículo escolar nos transmiten prejuicios sexistas.
Y estos, a la larga, influyen en la orientación vocacional. Fanny Casado, investigadora experta en biotecnología y salud, se desanimó de seguir la carrera de ingeniería química porque en su entorno familiar le comentaron que era una carrera muy dura. Ella nació y creció en Iquitos donde recuerda que los ingenieros químicos trabajaban en pozos petroleros.
Por eso postuló a medicina en San Marcos. A sus padres les pareció bien porque era una carrera prestigiosa y más adecuada para ella. Sin embargo, luego de un tiempo la abandonó y eligió seguir química en la PUCP. “Se pensaba que química estaba bien para las mujeres porque se podía trabajar como docente”, afirma Fanny Casado.
No obstante, no siempre la familia y el colegio persuaden prejuiciosamente, como en el caso de Nadia Gamboa, docente investigadora de química. Sus padres y profesoras poco a poco le fomentaron el interés por la química. Le dieron libertad para elegir.
Su entorno femenino (hermanas, colegio de mujeres y profesoras) empezó a masculinizarse cuando entró a la academia preuniversitaria y en los primeros años de universidad, donde la mayoría de compañeros eran hombres.
En efecto, la brecha se hace evidente en Estudios Generales Ciencias. Nadia Gamboa y Fanny Casado recuerdan que en clase había 120 alumnos y solo diez, en promedio, eran mujeres. “Nos conocíamos entre nosotras e íbamos juntas a todos lados”, menciona Fanny Casado.
Este semestre en Estudios Generales Ciencias hay 4909 matriculados y solo 1380 son mujeres. En cambio, en Estudios Generales Letras la inclinación es inversa: de los 4931 matriculados -casi la misma cantidad que en ciencias- 3004 son mujeres y apenas 1927 hombres.
A nivel de facultad la mayoría de hombres se encuentra en Ingeniería Mecánica, Ingeniería Mecatrónica, Ingeniería de Minas, Ingeniería Civil y Física mientras que las mujeres en Educación y Psicología. La fuerza del estereotipo mantiene a las mujeres lejos de carreras tradicionalmente masculinas y cerca de las consideradas femeninas.
En su investigación, Alizon Rodríguez recogió testimonios de alumnas que lucharon contra los prejuicios para estudiar ingeniería. “Mi madre no me quería pagar la universidad. Casi me pega cuando supo que me había cambiado a Minas, me insultó, fue terrible…”. “Cuando cuento que estoy estudiando Ingeniería de Minas se ríen, me dicen que estoy loca: ¿Cómo te vas a meter en eso…?».
[note] RODRÍGUEZ, Alizon. (2008). “Aquí hay que hacerse respetar. Mujeres entre tuercas y metales. Una mirada desde las estudiantes de las facultades de Ingeniería de la Pontificia Universidad Católica del Perú”. Análisis de programas, procesos y resultados educativos en el Perú. Lima: GRADE, pp. 177 – 207. [/note]
Nadia Yoza, egresada de Ingeniería de Telecomunicaciones, narró su vivencia en Punto Edu. “Me decían que en ingeniería no había muchas chicas porque era difícil y, al ser un ambiente dominado por hombres, era más complicado competir en igualdad de condiciones. Incluso, cuando cursaba Estudios Generales Ciencias en la PUCP, alguna vez me dijeron a manera de halago que seguro debía ser inteligente para estar en ingeniería siendo mujer”.
De los 4024 matriculados este semestre en la Facultad de Ciencias e Ingeniería solo 961 son mujeres. Las especialidades con menor presencia femenina son Ingeniería Mecánica (17 de 383) e Ingeniería de Minas (23 de 214) mientras que las más equilibradas son Ingeniería Industrial (511 de 1270) y Química (11 de 33).
En posgrado la brecha sigue creciendo y es más evidente en el doctorado. Nadia Gamboa cuenta que cuando cursaba su doctorado en Ciencias Ambientales en la Universidad de Concepción en Chile la mayoría de sus compañeros y profesores eran hombres; solo tenía una profesora geógrafa.
Fanny Casado también soportó un entorno machista en su doctorado en Toxicología en la Universidad de Rochester en Estados Unidos. Al tratar de explicar su tema de investigación al comité asesor -compuesto por hombres blancos mayores de 50 años- le decían: “¿qué has dicho?”, “No entiendo”, “Habla claro”. En su primera evaluación le fue mal.
Ella pensaba que era su inglés, pero en la oficina de apoyo al estudiante le dijeron que los hombres blancos mayores de 50 años son sordos a tonos de voz agudos. “Me entrenaron para no bajar mi tono y me recomendaron buscar una profesora quien luego se sumó al comité y cada vez que decían “no escucho”, me defendía y yo interactuaba con ella”, narra Fanny Casado.
Tampoco charlaba con sus pares porque socializar suponía salir a tomar cerveza. “Sentía que no estaba en su radar. Pero no lo llamaría hostilidad. Era reflejo de la cultura americana. No eran malos, creían que actuaban natural. Y bueno, así funciona la discriminación, ¿no? Ahí me puse a pensar que no soy tan bienvenida en el mundo académico”.
Alizon Rodríguez explica que la maternidad y las labores de cuidado de los hijos son los principales obstáculos para alcanzar grados académicos. La edad promedio de mujeres con doctorado oscila entre 50 y 54 años, mientras que la de los varones entre 35 y 39 años
[note] RODRÍGUEZ, Alizon. (2015). “Poco visibles pero indispensables: posición y condición de las mujeres en la formación académica universitaria. Lo que dicen los datos y no se quiere escuchar”. Origen. Análisis de programas, procesos y resultados educativos en el Perú: contribuciones empíricas para el debate. Universidad de Salamanca [/note]
. Las mujeres con hijos recién investigan, escriben y publican papers con más continuidad a partir de los 40 años [note] Corroborado en entrevistas realizadas a docentes PUCP por Alizon Rodríguez en “Poco visibles pero indispensables” (2015). Además, el dato se reafirma en RIVERA, Lorena (2014). “Determinantes de la producción científica: el rol de la mujer en la ciencia mexicana” y en Género conCiencia (Consultado en mayo del 2017 en https://uycheck.com/generoconciencia/) [/note]
No fue el caso de Fanny Casado ni de Nadia Gamboa, quienes obtuvieron el doctorado estando solteras y sin hijos. Pero la mayoría de investigadoras hace una pausa en su vida académica por maternidad. Recién después del doctorado Nadia Gamboa decidió tener un hijo. “No me sentí mal porque dejé de producir. Mi prioridad era mi hijo”, explica.
La socióloga Patricia Ruiz Bravo señala que las docentes mujeres de la PUCP dedican cuatro o cinco horas más que los hombres a tareas familiares[note] RUIZ BRAVO, Patricia. (2016). “¿Igualdad de género?: Trayectorias laborales de las mujeres docentes en la universidad. El caso de la PUCP”. Grupo de Investigación en Estudios de Género – PUCP [/note]. Esto afecta su dedicación de tiempo para desarrollar proyectos de investigación.
En la PUCP, según datos de la Dirección de Gestión de la Investigación (DGI), unidad perteneciente al Vicerrectorado de Investigación, las mujeres investigadoras que participan en los principales concursos dirigidos a docentes representan el 35%[note]Solo se ha tomado en cuenta a docentes participantes en el Concurso Anual de Proyectos y el Concurso de Proyectos Interdisciplinarios. No representa al universo total de investigadores de la PUCP[/note]. Detrás de ese porcentaje hay múltiples dimensiones involucradas, entre ellas, el tiempo.
En ciencias e ingenierías, a nivel nacional, la producción académica de las mujeres registrada en revistas indizadas en Scopus, Medline, Scielo, Web Of Science y Orcid, algunas de las principales bases de datos bibliográficas, representa solo el 22.1%, según el Directorio Nacional de Investigadores e Innovadores (DINA). Y de acuerdo a datos del REGINA actualizado a abril del 2017, en la PUCP el promedio de la cantidad de publicaciones de textos científicos de investigadores hombres (35.26) es mayor al de investigadoras mujeres (23.93).
Otro factor es que de forma inconsciente se relega a la mujer a puestos donde no hay mayor responsabilidad. Fanny Casado cuenta que en el posgrado siempre enviaban a las estudiantes a organizar el inventario del laboratorio o a hacer cosas no vinculadas a tareas científicas. “Pensaba que así era. Luego me fui dando cuenta de la diferencia de trato entre mis compañeros y yo que soy mujer. Me había dado cuenta de la discriminación en la sociedad, pero no en la academia. Después entendí que la academia está llena de discriminación porque también es parte de la sociedad”, relata. Alizon Rodríguez explica que eso se trata de segregación vertical: a la mujer muchas veces es relegada a puestos de menor responsabilidad.
En la PUCP, las mujeres docentes, investigadoras y autoridades son en promedio 30%. En el caso de los docentes ese porcentaje disminuye si se analiza por categorías. De los docentes contratados 17% es mujer y de profesores principales tan solo el 7%. “A eso se llama cañería con huecos”, dice la socióloga Patricia Ruiz Bravo. “Mientras más asciendes en la carrera docente, menos mujeres hay”, añade.
Su investigación concluye que el 70% de todas las docentes de la universidad ha sentido discriminación por ser mujer. Que por ser minoría sus opiniones no son tan consideradas, y hay quienes sienten que si reclaman van a ser estereotipadas como feministas y piensan que no les conviene. Sin embargo, otro grupo señala que no la ha sufrido y todo lo que han logrado ha sido gracias a su esfuerzo y dedicación.
Nadia Gamboa señala que en la docencia no ha sentido discriminación por ser mujer. “Todos los profesores nos tratamos de igual a igual. Yo no percibo discriminación, pero quizá está más ligado a mi personalidad, tengo bastantes años y siempre reclamo espacios”, explica.
Alizon Rodríguez cree que la universidad debe analizarse no solo como centro de enseñanza sino también de poder. En esa línea, la antropóloga Cecilia Rivera indica que “ni la enseñanza ni la investigación son inocuas. Están marcadas por relaciones de poder sobre qué interesa enseñar y qué investigar; sobre quienes van a investigar y quienes a enseñar”.
Frente a este problema, el 2016 la PUCP aprobó las Políticas de igualdad de género para la docencia para promover la igualdad entre docentes varones y mujeres y eliminar prácticas discriminatorias que afectan la participación académica.
Sin embargo, a pesar del importante avance, hay docentes de ciencias que señalan que las políticas pueden ser contraproducentes e innecesarias para ellas porque las pueden estereotipar o criticar. Nadia Gamboa no cree que la políticas de género sean el camino para enfrentar la brecha. Les podrían decir, por ejemplo, “si no hubieras tenido la política, no hubieras conseguido tal financiación”, comenta.
A pesar de ir en contra de opiniones de las mismas docentes, Alizon Rodríguez cree que la PUCP debe seguir apostando por dichas políticas. Ella piensa que si la PUCP no realiza un esfuerzo serio para consolidarlas significaría “darle la espalda a una situación abiertamente real y dejar que las brechas se incrementen aún más”, finaliza.