El 21 de setiembre de 1985 es una de las fechas más recordadas en la historia del rock subterráneo: ese día estaba previsto el concierto Denuncia X La Vida en San Marcos. Su fin era protestar por las masacres perpetradas por militares que dejaron más de cien muertos en Huancavelica y Ayacucho. Sin embargo, la iniciativa fue frustrada por grupos de izquierdistas que tildaron a los músicos de imperialistas y alienados. Los protagonistas reconstruyen este episodio treinta y tres años después.
Por: Alexander Lavilla Ruiz
Fotos de Ernesto Jiménez
El concierto empezaría a las tres de la tarde. Los organizadores, Iván Santos, conocido como ‘Zurriburri’, y Alfredo Márquez, llegaron temprano con los tabladillos. Algunas bandas ya alistaban sus equipos de sonido y Los Bestias, colectivo de estudiantes de Arquitectura de la Universidad Ricardo Palma, preparaban la escenografía en el bosque de la Facultad de Letras de San Marcos. La jornada acabaría a las diez de la noche.
Todo avanzaba bien, recuerda ‘Zurriburri’, hasta que escucharon gritos y arengas a lo lejos a través de un megáfono: “Compañeros, estamos siendo invadidos por gente alienada que viene a meternos sus ideas. No debemos permitirlo. Hay que erradicarla”. Aquella tarde del sábado 21 de setiembre de 1985, el concierto de bandas subterráneas Denuncia X La Vida no se llegó a realizar.
¿Qué significado tuvo aquel día para el rock subterráneo? Pedro Cornejo, en su libro Alta Tensión. Breve historia del rock peruano, escribió que ese evento fue uno de los más importantes para la historia del rock subterráneo, pero se le recuerda no por lo que se tocó, sino porque fue frustrado por miembros de organizaciones estudiantiles de izquierda radical.
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Leusemia es considerada como la banda impulsora y que dio origen al rock subterráneo en nuestro país. Fue fundada en 1983 por los denominados tres leusémicos: los hermanos Daniel y Guillermo Valdivia (Daniel F y Kimba Vilis) y Leopoldo La Rosa (Leo Escoria).
Eran la expresión de jóvenes que hacían rocanrol y se mostraban descontentos por las canciones y covers en inglés que cantaban los de su generación anterior. También estaban fastidiados por el contexto social y político de los primeros años de la década de los ochenta. El rock era su válvula de escape y el medio para liberar su furia.
Si bien se apropiaron de la actitud agresiva e independiente del punk inglés y norteamericano, crearon un estilo propio. Por esa razón, el antropólogo Shane Greene, autor de 7 Interpretaciones de la Realidad Subterránea, señala que “el rock subterráneo es la peruanización del punk”. Raúl Montañez (Montaña), guitarrista que se sumó a Leusemia en 1984, coincide con esa apreciación.
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Como las bandas subterráneas o subtes pertenecían a un circuito musical no comercial, sus posibilidades de tocar eran escasas. Por ello buscaban aprovechar cualquier pollada, colegio, kermés, verbena de universidad o de municipalidad para presentarse, cuenta ‘Zurriburri’, quien luego fundó el grupo Flema Rock. “Nos pasábamos la voz, nos encontrábamos e íbamos en mancha”, evoca.
‘Zurriburri’ era estudiante de Geología en San Marcos y había sido subsecretario del Centro Federado. Conocía a las autoridades estudiantiles de la Federación Universitaria de San Marcos (FUSM) por lo que realizar el concierto era viable. El evento se gestó así, cuenta, simplemente como una oportunidad para que los subterráneos pudieran tocar. ‘Zurriburri’ le comentó su idea a Alfredo Márquez, también integrante de Los Bestias. Con Márquez el concierto adquiere una carga social y política. Decidieron llamar al concierto Denuncia X La Vida porque su propósito era manifestarse en contra de las masacres de Pucayacu (Huancavelica, agosto de 1984) y Accomarca (Ayacucho, agosto de 1985). Ambas ejecuciones, perpetradas por las Fuerzas Armadas, dejaron más de un centenar de muertos.
Por eso, en el afiche del concierto elaborado por Márquez, se aprecia a una mujer campesina que parece estar en la mira de un francotirador. Era la forma de exponer su protesta contra las consecuencias nefastas de la militarización impulsada por el presidente Fernando Belaúnde al interior del país para contrarrestar al Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) y Sendero Luminoso (PCP-SL).
Todos los preparativos se definieron en las cinco o seis reuniones que convocaron Márquez y ‘Zurriburri’ los fines de semana en Lince, en la casa de Alfredo Távara, vientista del grupo de rock-fusión Seres Van. Távara luego se uniría al MRTA y moriría en un enfrentamiento con la policía en julio de 1989, según recoge el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.
Las bandas subtes buscaban ir en contra de la sociedad, de sus valores caducos, de su hipocresía, del abuso de la fuerza por parte de los militares. Por esa actitud, vista como anárquica y que se reflejaba en su manera de vestir, de poguear y de cantar (hubo quienes les llamaban gritantes antes que cantantes), fue que tanto grupos de izquierda como de derecha vieron con recelo su surgimiento.
“Nos trataron con prejuicios. La derecha decía que éramos drogadictos y violentos; los de izquierda, que éramos alienados”, enfatiza Montañez. “Los izquierda radicales entendían que el rock era imperialista y, al revés, los imperialistas [la derecha] decían que el rock era subversivo y pro Sendero. Estábamos en medio de dos fuegos”, explica Daniel F.
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Luego de oír aquellas proclamas amenazantes por el megáfono, apareció un grupo de sikuris que acompañaba a diferentes miembros de organizaciones estudiantiles de izquierda. Los subtes los vieron, pero continuaron pendientes de la instalación del escenario y equipos. “No distinguimos quiénes eran y por eso seguimos”, relata ‘Zurriburri’.
A partir de ese momento, no hay precisión en las versiones de lo que sucedió esa tarde. No hay coincidencia incluso entre los relatos que los mismos representantes de rock subterráneo manejan. Cuando son preguntados al respecto, para saber quiénes fueron los que los desalojaron, señalan, en líneas generales, que fueron izquierdistas radicales o miembros de Sendero Luminoso.
Según Fabiola Bazo, autora del libro Desborde Subterráneo. 1983-1992, los que irrumpieron e impidieron la realización del concierto fueron miembros del Frente Estudiantil Revolucionario Antifascista (FER Antifascista) y de Patria Roja. Los del FER tenían una abierta oposición a la dictadura militar de los setenta, a la cual acusaban de fascista. Por eso irónicamente eran llamados fachos. No obstante, su tendencia ideológica era maoísta.
Esa tarde, según la investigadora, los del FER Antifascista y Patria Roja les increparon a los subtes que su música era alienada, imperialista, expresión foránea, contraria a la cultura popular. Su versión recogida en el artículo Desencuentros durante tiempos violentos: el rock subterráneo y la ultraizquierda sanmarquina en los 80, coincide con lo que informó, días después, la revista Chasqui de San Marcos, la cual detalló además que fueron alrededor de cuarenta estudiantes los que desbarataron el concierto. “Procedieron, en forma enérgica y sin tener en cuenta la oposición de un grueso sector de estudiantes, a desarmar el estrado”.
Por esa actitud violenta, ruda, hostil es que ‘Zurriburri’ y Márquez decidieron dar marcha atrás y cuidar los equipos, de los cuales eran responsables. Los subterráneos desmontaron el escenario y empezaron a retirarse. En ese momento de tensión y alboroto, Daniel F tuvo una idea. “Propuso ir a su casa, que era lo más cercano”, recuerda Zurriburri. “Total, ahí se podía hacer algo de bulla”.
“Fuimos con los equipos en la cabeza y como estaba cerca, caminamos”, rememora. El concierto se trasladó allí, a la Unidad Vecinal 3 (UV3), a tan solo unas cuadras de San Marcos. “Éramos un manchón, al menos un centenar, y claro, los del barrio estaban extrañados al ver tal cantidad de personas”, relata Daniel F.
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Al mismo tiempo que los grupos subterráneos se dirigían a la UV3, la discusión entre los organizadores del concierto y los miembros del FER y Patria Roja se trasladó a un aula de la Facultad de Letras.
El primer problema que salió a la luz fue que el concierto no contaba con el respaldo del rectorado. Tenían el de la FUSM, aunque con la firma falsificada del secretario general. En ese momento, San Marcos era objeto de una auditoría en sus instalaciones y se había prohibido realizar actividades extracurriculares, según recoge Bazo. Arriesgándose a que lo expulsasen de la universidad, ‘Zurriburri’ había decidido proseguir con el concierto.
En representación de los que se oponían al concierto, estaba el dirigente estudiantil Julio Carmona, quien le recordó a los subtes ese detalle. Fuera de ello, de acuerdo a la revista Chasqui, Carmona entendía que el concierto estaba de espaldas a la violencia que se vivía, que las bandas subtes no estaban enteradas de la sangre derramada en Ayacucho. También se opuso por el hecho mismo de que iban a tocar bandas de rock, expresión del imperialismo y del capitalismo. No importaba si tenían otra letra, debían rechazarlos desde su “más profundo sentimiento”.
El ahora profesor de la Universidad Nacional de Piura aclara que ese día “todos manifestaron su disconformidad por el concierto no solo porque se tratase de rock, sino porque, en la parte superior del tabladillo montado en el patio de la Facultad de Letras, figuraba la imagen de una esvástica. Ese fue todo el desacuerdo”.
La réplica de Alfredo Márquez, también recogida en Chasqui, es diferente a esa versión. No se trataba de una esvástica, sino que hacía referencia a una cruz tachada. “La gente que venía traía un planteamiento de ruptura con el imperialismo, pero ustedes se han dejado llevar por la forma y no por el contenido”, señalaba Márquez. Hacía hincapié en su compromiso por denunciar las ejecuciones de civiles por parte de militares y grupos terroristas. La intención de las bandas subterráneas era realizar una denuncia por la vida.
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Cuando ‘Zurriburri’ llegó a la UV3, a la casa de Daniel F, en un jardín estaba tocando Vital, uno de los grupos que se presentaría esa tarde en San Marcos. Al entrar al departamento notó que habían armado la batería. Esa noche tocaron las bandas Ospiric, Temporal, Flema Rock, Leusemia y Daniel F como solista, en un acústico.
No obstante, antes de quedarse por fin a tocar en el departamento, primero subieron a la azotea del edificio. Habían instalado los equipos y comenzaron con la música, pero los vecinos se quejaron y tuvieron que bajar nuevamente. La casa de Daniel F estaba totalmente repleta. La sala, los jardines y los balcones rebalsaban.
Estuvieron disfrutando el concierto improvisado hasta que vino la policía, y, antes de que hablasen con ellos, Daniel F les dijo a los asistentes: “Miren, ¿saben qué? Hay que decir que estamos celebrando el cumpleaños de mi hermano Kimba”.
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¿Se ha romantizado el hecho de que los subtes unidos hayan sido impedidos de realizar su concierto denuncia? Raúl Montañez lo ve ahora con cierta distancia. Recuerda que ya entonces se presentaron inconvenientes entre ellos. Dentro de las agrupaciones que participarían, había bandas punk, de metal, rock-fusión, hardcore, ska, entre otras, y no todas vieron bien que las agrupasen bajo la denominación de música subterránea.
En la organización misma también ya se observaban ciertas disputas que se profundizarían al año siguiente. Tal vez todo estaba destinado a morir rápido, como dice Daniel F, pero al menos, hasta ese momento, no se habían mandado a la mierda. Sin embargo, treinta y tres años después, Daniel F coincide con ‘Zurriburri’ en que ese día se propició fue un mayor sentimiento de unidad del rock subterráneo.