Este 22 de julio, quince montañistas subirán a la cima del nevado más alto del país con una bandera firmada por más de diez mil peruanos. Entre ellos se encuentran tres mujeres ancashinas. Estas son las historias de quienes coronarán nuestra memoria a 6700 metros más cerca del cielo.
Por: Bárbara Contreras
Portada: Archivo personal
Sobre la cegadora nieve de los Andes peruanos, Reyna Robles, de 34 años, da sus últimos pasos a 4750 metros sobre el nivel del mar. Tras ocho horas de intensas caminatas y temperaturas de dieciséis grados bajo cero, ha llegado a la cumbre del Huarapasca, uno de los nevados de la Cordillera Blanca. Está cansada y se detiene a respirar. El aire puro refresca sus pulmones y lentamente sus latidos regresan a la normalidad. Luego de unos segundos, alza la mirada. Lo que ve le quita otra vez el aliento. Las montañas de las cordilleras Huayhuash, Hualcán y Negra yacen ante ella. El cielo azul recorta las siluetas de los picos y las nubes están tan cerca que siente que acarician su rostro. El sol brilla en lo alto. Reyna ha alcanzado la gloria.
La expedición a esta montaña es parte del entrenamiento de Reyna para lograr una meta mucho más audaz y retadora: emprender la subida a la cima del Huascarán, el nevado más alto del Perú. Este épico ascenso será parte del proyecto Expedición Huascarán 2021, liderado por el guía de montaña Beto Pinto Toledo. En conmemoración por el Bicentenario del país, el objetivo es alcanzar la cumbre del nevado este 22 de julio.
Afortunadamente, Reyna no se encuentra sola. Susy Cuadros (41) y Grecia Brito (28) la acompañan. Con la ayuda de Perú Vertical, una asociación de conservacionistas y expertos de montañas, las tres mujeres han venido preparándose desde inicios de este año para una de las hazañas más emocionantes de sus vidas. Estas son sus historias.
En busca de nuevas aventuras
Reyna, Susy y Grecia comparten un mismo hogar. Todas crecieron al amparo de los nevados de la Cordillera Blanca, en la provincia de Áncash. Desde muy jóvenes solían observar estas montañas y admirar su imponente belleza, preguntándose cómo se verían las cosas desde allá arriba. Pero el misterio permaneció indescifrable hasta hace poco tiempo, cuando decidieron explorar estos nevados por su cuenta.
“Luego de haber recorrido prácticamente todas las lagunas de Áncash, quise ir a por algo distinto. Siempre me ha gustado el deporte, las aventuras y hacer cosas nuevas. Fue entonces cuando a inicios de este año alcé la vista y dije, ¿por qué no subir montañas?”, recuerda Grecia Brito (28).
Decidida a pisar una cumbre, Grecia comenzó a entrenar para escalar en las alturas. Su primer nevado fue el Mateo, a nada menos que 5150 metros sobre el nivel del mar. “Lo que sentí cuando llegué allá arriba por primera vez se puede resumir en una sola palabra: paz. Una paz interior que no había experimentado jamás en ningún otro sitio”, asegura Grecia.
La experiencia se volvió adictiva. Grecia admite que, ni bien bajó del nevado, pensó en escalar otras cumbres. Poco tiempo después ya andaba sobre los caminos del Yanapaccha (5380 m.s.n.m) y trepaba las empinadas paredes de hielo del Huarapasca (4750 m.s.n.m). “Las personas que me acompañaban me solían preguntar: ‘¿No tienes miedo, Grecia?’. La mayoría de gente que viene teme pisar mal y caerse, pero yo soy muy segura en ese aspecto y creo que es por mi propio entrenamiento caminando y haciendo deporte todos estos años”, explica la joven montañista.
Pero las ansias de Grecia por nuevas experiencias la llevaron a trazarse un objetivo mucho más audaz. “En cuanto me enteré que se organizaba una expedición al Huascarán me apunté de inmediato. No solo era un reto personal. Este deporte ha sido practicado sobre todo por varones durante muchos años. Me gustaría incentivar con mi ejemplo a otras mujeres para demostrar que nosotras también podemos”, recalca.
Además de escalar montañas, Grecia es abogada y cantante. Actualmente estudia Nutrición y Dietética. Ella asegura ser adicta al fitness y a la cultura deportiva, por lo que la subida al Huascarán es tan solo la siguiente aventura de una mujer multifacética y amante de las emociones fuertes.
La profesora que llevó sus lecciones a las alturas
Los primeros pasos de Reyna Robles (34) en el mundo de la montaña fueron algo distintos. Graduada de la especialidad de Turismo de la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo, en el 2013 ingresó como profesora a la Asociación de Guías de Montaña del Perú (AGMP). Allí comenzó a hacer amistades que la impulsaron poco a poco a practicar los deportes de escalada en roca. “Fueron más que todo mis colegas y amigos los que me animaron a superar mis límites y atreverme a salir de mi zona de confort”, recuerda.
Pero no fue hasta el 2015 cuando Reyna pisó su primer nevado. Como licenciada en Turismo, ese año le tocó realizar el inventario del distrito de Independencia, uno de los polos turísticos de la región Áncash. La geolocalización de los glaciares de la provincia era una de sus tareas. Fue así como ella hizo su primera cumbre en el Vallunaraju (5686 m.s.n.m) y descubrió su pasión por esta actividad.
Desde entonces, la joven profesora ha escalado los nevados Pisco, Yanapaccha, Mateo y Huarapasca. “La motivación siempre es la cima, la cumbre. Es el hecho de poder autoconquistarse a uno mismo y sentirse realizado. Por supuesto que la travesía, la caminata, muchas veces resulta ser dolorosa y sacrificada. Tienes que soportar temperaturas de hasta veinte grados bajo cero y dormir en campamentos a la intemperie. Pero llegar allá arriba es la máxima satisfacción que yo creo uno puede sentir en la vida”, asegura Reyna.
Además de revertir el estereotipo de que escalar montañas es una actividad solo para hombres, Reyna busca fomentar que más ancashinos se animen a ser parte de estas expediciones. “Me gustaría romper con esa idea de que la montaña es solamente para los extranjeros. Tenemos tantos recursos, tantos atractivos, tanta belleza y no nos hemos dado cuenta nosotros mismos”, lamenta.
Desde que la licenciada en Turismo se inició como escaladora de montañas, su mayor aspiración ha sido llegar al Huascarán. No lo pensó dos veces cuando se enteró de la expedición que se estaba organizando por el Bicentenario: “¡Voy porque voy!”, se dijo a sí misma con convicción.
Se alegró mucho cuando en las primeras etapas del entrenamiento se encontró conversando con gente de Huánuco, Arequipa, Ica, Lima, Piura, y otras regiones del país. “Lo más gratificante de esta experiencia ha sido conocer gente de distintos lugares del Perú que tiene esa misma pasión y respeto por las montañas. La energía que transmiten y el impulso que te dan en todo momento para seguir escalando es algo maravilloso”, afirma.
Luego de llegar a la cumbre más alta del país, a Reyna le gustaría explorar otros rincones montañosos en Cusco y Arequipa. No olvida que tiene una cuenta pendiente con el nevado Alpamayo, cuyo ascenso a la cumbre hace dos años se truncó por los problemas de salud de uno de los integrantes de su grupo.
Nunca es tarde para llegar a la cima
Susy Cuadros (41) recuerda que tenía un prejuicio en relación con las montañas de su tierra. Durante mucho tiempo pensó que era un espacio reservado para los hombres. A pesar de haber crecido en Huaraz, rodeada de nevados, veía lejana la posibilidad de llegar a la cima de algunos de ellos.
Hace cinco meses, Susy decidió dejar sus complejos a un lado. Se puso un par de botas de montaña y se contactó con Perú Vertical. “Empecé poco a poco, haciendo caminatas a distintas lagunas y practicando escalada en roca. Cada lugar, cada paisaje, cada experiencia me mostraba algo diferente”, explica Susy. Con el tiempo fue adquiriendo experiencia y comenzó a visitar los nevados Tocllaraju, Pisco, Yanapaccha y Huarapasca.
“Allá arriba uno no solo se encuentra con la naturaleza, sino consigo mismo, con sus prejuicios e inseguridades. Te das cuenta de que muchas cosas que creías imposibles solo estaban en tu mente. Empiezas a valorar la vida y darte cuenta de lo linda que es y de las maravillosas cosas que uno puede conocer y disfrutar”, revela Susy.
Pero a los momentos de intenso sosiego y saludable introspección debe añadirse también ciertos riesgos. “Estaba escalando una montaña cuando de pronto mi guía me pidió saltar a un costado. Quería evitar que pisara una grieta, pero en lugar de eso caí unos tres metros al vacío. Ahí fue cuando pensé: ‘¿Y yo qué hago acá? Pudiendo estar en una playa, disfrutando del sol y del mar’. Felizmente fue algo fugaz, cuando llegué arriba sentí que todo mereció la pena”, narra la montañista.
Ahora Susy se prepara para su siguiente gran meta: conquistar la cima del Huascarán. “Realmente no hay edad. Tengo 41 años y tres hijos. Mírame. Si lo hubiese empezado antes ya habría llegado hasta el Everest. Soy la prueba de que nunca es tarde para empezar proyectos nuevos”, asegura Susy. De hecho, llegar a la montaña más alta del mundo –aunque sea solo para verla “desde abajito”– es un reto que está decidida a lograr.
La bandera viajera
Más allá de los proyectos personales de Grecia, Susy y Reyna, la bandera peruana que el grupo de montañistas llevará a la cumbre del Huascarán –de unos cuatro metros de largo por tres de ancho– seguirá viajando por los puntos más altos del mundo. “Luego del Huascarán esta bandera se irá a flamear a las siete cumbres más altas de cada continente. Si todo va bien, en diciembre de este año estaremos subiéndola al Aconcagua en Argentina. Y entre mayo y junio del próximo llegaremos a Alaska, a subirla al monte Denali”, cuenta Beto Pinto, líder de la expedición.
Para él, lo más gratificante del proyecto ha sido ver la emoción que ha despertado en peruanos de todas las regiones del país. “Hay personas que han venido a Huaraz exclusivamente para firmar esta bandera. En total, hemos recolectado más de 10 mil firmas. También hemos recibido comentarios positivos de delegaciones del extranjero. Estamos muy agradecidos”, expresa el guía.
Aunque la montaña tiene siempre la última palabra, los ánimos en la sede de Perú Vertical y en el corazón de cada uno de los expedicionarios que participarán de esta aventura están a tope. Tanto Grecia, Susy y Reyna como el resto de montañistas que integran el equipo esperan que los Apus les permitan cumplir la hazaña de sus vidas este 22 de julio en el año del Bicentenario.
“Cuando llegue allá arriba en lo primero que pensaré es en mi familia. Nos daremos un gran abrazo como grupo porque es un trabajo en equipo y es probable que suelte unas cuantas lágrimas. En ese momento habré cumplido una de las máximas aspiraciones de mi vida y seré la mujer más feliz”, confiesa Reyna en la víspera de la escalada del Bicentenario.