Tras dos años de larga espera sin realizar presentaciones, el Ballet Municipal de Lima volverá a los escenarios con la exitosa obra Cascanueces durante diciembre. Nada mejor para este retorno que conversar con la máxima referente que tiene la danza clásica en el Perú: Lucy Telge. A sus 86 años, revive los mejores momentos de su carrera como bailarina, maestra y directora fundadora de la compañía de ballet clásico más importante del país.
Por: Salma Cruzado
Portada: Medally Fermín
“Comencé en el ballet a los tres años. Yo era flojita a esa edad. Nos ponían a la barra a hacer pliés, battement tendú y ronds de jambe (pasos de danza), y no me gustaba, de manera que lo hacía con flojera”, cuenta la maestra Lucy Telge sobre sus inicios en la danza.
Esta niña, de tan solo tres años, que ahora no puede imaginar qué habría sido de su vida sin el ballet, inició en este arte impulsada por Ina, su madre. A ella le gustaba mucho el ballet, así que inscribió a sus dos hijas —Ina, a quien todos le dicen ‘Piri’, y a Lucy— a la academia de danza de Rosita Ríos, la primera maestra peruana que hubo en el país.
Al poco tiempo de haber ingresado a la academia, Lucy fue retirada de ella. “La profesora le dijo a mi mamá que estaba perdiendo su tiempo y dinero conmigo, porque no aprendía nada”, relata entre risas.
Su hermana ‘Piri’ continuó en la academia de danza. En esa época, antes de que se introdujera en 1963 la vacuna contra el sarampión, era frecuente que se presentaran casos de esta enfermedad contagiosa en niñas y niños, por lo que, para las funciones de fin de año, algunas de las bailarinas estaban enfermas, y como su hermana era parte del repertorio de la obra, llamaban a Lucy para que reemplazara a alguna de ellas en el espectáculo.
Lucy se aprendía la coreografía y salía a bailar de lo más feliz. “Lo que no me gustaba era hacer los ejercicios de la barra todos los días. Eso lo puedes hacer cuando tienes siete u ocho años, cuando ya trabajas con más consciencia, pero sí que disfrutaba bailar en el teatro”, recuerda.
El bailar y recibir los aplausos del público y el sentirse satisfecha al realizar cada coreografía fue una motivación más para que Lucy continúe con su carrera como bailarina de ballet. Estuvo en la academia de Rosita Ríos hasta los 16 años. La profesora se casó y dejó la docencia, pero Lucy continuó bailando y empezó a estudiar en la Asociación de Artistas Aficionados (AAA).
Además de hacer ballet, Lucy practicaba equitación y llegó a competir en concursos de salto y adiestramiento, pero como la mayoría de historias en las que se tienen dos pasiones y una va en contra de la otra, tuvo que tomar una difícil decisión. Recuerda que llegó un momento en que uno de sus maestros de la AAA le dijo: “Mira, tienes que dedicarte a una de las dos cosas porque la equitación y el ballet no van”.
“Para el ballet hay que ser muy flexible. Todos los movimientos son abiertos y tienes que estar erguida todo el tiempo. Por el contrario, para montar a caballo, tienes que apretar los muslos hacia adentro porque debes agarrarte de esa zona y tienes que estar suelta”, explica Lucy Telge. Al final, optó por el ballet, sin imaginar todas las satisfacciones que le traería el haber tomado esta decisión en un futuro.
Bailó hasta los 30 años. Fue parte de las grandes obras de ballet que presentó la Asociación de Artistas Aficionados, como Giselle, donde bailó como la ‘Reina de Willis’, y Cascanueces, siendo parte del vals de las flores. También bailó con Alicia Alonso, la célebre bailarina profesional y coreógrafa cubana, e hizo un dúo con Alan Woodard, bailarín del Royal Ballet de Londres.
Estudio de Ballet Lucy Telge
Mientras bailaba en la Asociación de Artistas Aficionados, una de sus maestras tuvo que hacer un viaje al exterior y alguien debía reemplazarla. Su maestro, quien venía del Ballet de la Ópera de París, le propuso a Lucy que sea ella quien la reemplace durante ese mes que iba a estar fuera. Ella, encantada, aceptó, ya que desde niña, cuando aún practicaba equitación, había empezado haciendo sus pininos dando clases de ese deporte.
Pasó el mes y su maestra debía retornar a la Asociación, pero por alguna razón desconocida no regresó y Lucy se quedó con la clase. Sin imaginarlo, este sería el comienzo de su carrera como maestra de danza clásica.
Después de este acontecimiento, le asignaron el dictado de más clases en la Asociación. La llamaron del Colegio Beata Imelda, en Chosica, y del Colegio Santa Úrsula, donde estudió, para que dictara el taller de ballet para niñas.
La entonces directora del Colegio Santa Úrsula era muy aficionada al ballet, pero esta fue reemplazada por otra a la que no le gustaba. “Las chicas, para hacer sus clases, tenían que quedarse después del horario escolar. Y a todo lo que ocurría en las instalaciones durante esas horas, las culpaba sin motivo alguno. Hasta que un día me fastidié y decidí irme al año siguiente”, cuenta la maestra Lucy con cierta tristeza.
Su madre fue un gran apoyo en ese momento, ya que le dio la idea de instalar un salón en su casa para que pueda continuar enseñando. Le dijo: “Mira, si tu casa es de un solo piso, podemos construir un segundo, hacemos un salón y ahí puedes enseñar”. Así fue como comenzó la academia.
Lucy Telge había contraído matrimonio con el arquitecto Alfredo Linder en 1965, fallecido en 2010, y a quien conoció en la Parroquia San Felipe Apóstol (San Isidro). Él siempre la motivó y la respaldó en su camino en el ballet y fue un gran contribuyente en la construcción del primer salón que tuvo el que se convertiría en su futuro estudio. “Mi esposo era arquitecto y me hizo los planos. Comenzamos con un salón chico y luego decidí construir el salón grande”, cuenta.
El 2 de enero de 1967, fue la fecha elegida para inaugurar el Estudio de Ballet Lucy Telge, el cual ya tiene más de cincuenta años desde que se fundó.
La labor de Lucy Telge fue más allá. Prácticamente todas las generaciones de bailarines de ballet clásico en el país se han formado bajo su tutela o la de sus alumnos que luego se convirtieron en profesores. De su escuela han egresado grandes bailarinas y bailarines como Patricia Cano, primera bailarina del Ballet del Teatro Municipal; Jimmy Gamonet, quien fue el Director Artístico del Ballet Nacional del Perú; Carolina Vigil, bailarina principal en el Ballet Municipal de Lima y en el Ballet Nacional del Perú; Vania Masías, Presidenta y fundadora en D1 Asociación Cultural, entre muchos otros.
Una persona que dedica su vida entera a lo que es su pasión siempre tiene una etapa favorita. La suya ha sido su etapa como maestra. “Creo que he gozado más enseñando que bailando. Ver cómo van evolucionando tus alumnos. He tenido chicas que han sido primeras bailarinas en el extranjero, otras que han encontrado trabajo en compañías y otras que están dirigiéndose afuera. Siento una satisfacción tan grande como si fueran mis hijos», menciona orgullosa Lucy Telge.
Como maestra siente que siempre la ha caracterizado la frase “Más vale calidad que cantidad”, una idea que siempre ha aplicado con sus alumnas y alumnos, para referirse a la limpieza de los movimientos.
Reconocimientos obtenidos
En 2006, el Estado peruano la distinguió con la medalla de la Orden del Sol en el grado de Comendadora. “Para mí, recibir el Sol del Perú fue algo que realmente me movió. Mi abuelo (Germán Luna Iglesias) recibió esta condecoración en el centenario porque era político y estuvo de embajador un tiempo. Fue presidente del Senado. Pero nunca me imaginé que me la darían a mí”, cuenta emocionada la maestra.
En 2017, Lucy fue reconocida por la Royal Academy of Dance de Londres, quien le otorgó el President’s Award, el máximo galardón que puede recibir una persona por sus servicios a la danza. Para recibir su condecoración tuvo que viajar a Londres. En su ceremonia, el auditorio estaba repleto de gente. Para Lucy esta fue una experiencia inolvidable, ya que, desde que subió al escenario, la directiva de la RAD se levantó de sus asientos a aplaudirla, al igual que todo el público presente.
“Nunca esperé tener una ovación así. Acá el público se ha levantado a aplaudir en el teatro, pero es mi gente, la gente que me conoce. En cambio, allá en Londres no me conocía nadie. Creo que lo que más impresionó es que a mis 83 años seguía dictando clases todos los días hasta altas horas de la noche”, narra la maestra Lucy.
Ballet Municipal de Lima: coraje y belleza
El elenco de bailarinas y bailarines de Lucy Telge le propuso formar su propia compañía profesional de danza clásica, debido al éxito que habían obtenido en audiciones en el extranjero y en concursos de danza. Además, en 1983, las chicas que se dedicaban al ballet clásico en nuestro país no tenían dónde convertirse en profesionales.
“Me pidieron formar una compañía, pero yo no me atrevía. Me daba miedo. Y llegó un momento en que pusieron a un director del teatro que dijo que solamente iban a actuar ahí compañías profesionales y que las academias ya no iban a poder usar ni el Teatro Municipal ni el Teatro Segura ni el Teatro de la Cabaña, que estaba dentro del Municipal. Estos eran los únicos escenarios grandes que estaban en Lima”, señala.
Se reunió con Eduardo Orrego, arquitecto de profesión y en ese entonces alcalde de Lima, para proponerle la idea de hacer un Ballet Municipal, con el propósito de tener un ballet profesional. Orrego aceptó la idea. Así fue como en 1983 nace el Ballet Municipal de Lima bajo la dirección de la icónica Lucy Telge. “Comenzamos con un elenco de cinco chicas y cinco chicos y ahora podrán ver cómo hemos crecido”, sostiene emocionada.
“Al Teatro Municipal lo estaban pintando, refaccionando, no había cuando terminaran y yo quería presentar algo de una vez. Entonces hablé con el arquitecto Orrego para ver si podíamos hacer una función en el Salón de los Espejos de la Municipalidad de Lima. Nos hicieron un tabladillo y ahí hicimos la primera función”, recuerda. El 24 de agosto del año 83, era el inicio de los mejores espectáculos que iba a ofrecer la danza clásica en el Perú.
Esta primera obra consistió en varios números cortos y fue todo un éxito. El salón estaba completamente lleno, las personas parecían ‘colgadas de las paredes’ y hubo gente que tuvo que quedarse afuera. La siguiente obra Suite en Blanc fue la primera que presentaron en el Teatro Municipal.
En 1986, la maestra Lucy asumió un gran reto junto con el Ballet Municipal. La Municipalidad de Lima le pidió que montara el ballet El lago de los cisnes por primera vez en el Perú en su versión completa de cuatro actos. “Fue un reto enorme porque yo había bailado en el segundo acto, pero no el ballet completo. Ellos querían la obra completa, que nunca nadie la había dado acá”, relata la maestra Lucy.
La obra tuvo un éxito formidable. Obtuvo críticas favorables del público y la prensa especializada. Se planearon seis funciones, pero tuvieron que ofrecer seis más porque en la última de las primeras seis hubo tal cantidad de gente que hasta se tuvo que cerrar las rejas del teatro. “La gente se quedó afuera gritando y protestando, así que me dieron seis funciones más», rememora.
Bombazos y miedo: detonantes para salir en búsqueda de ellos
La fundación del Ballet Municipal se dio en los ochenta, años difíciles caracterizados por el terrorismo en nuestro país. El Ballet Municipal subsistió y continuó con los espectáculos. Había toques de queda, de modo que hacían las funciones más temprano de lo establecido para que la gente llegara a tiempo a sus casas. Había cortes de luz en plena función y los espectadores ya sabían que tenían que llevar su linterna hasta esperar a que se alumbrara un poco el teatro para terminar el espectáculo: los apagones estaban a la orden del día.
La gente ya no quería ir al Centro. Se redujo el número del público aficionado que iba al Teatro Municipal a ver las obras. Los papeles se invirtieron. “Fue una época difícil. Tuvimos que salir a buscar al público. Fuimos a Huaycán, Comas, San Juan de Lurigancho, San Juan de Miraflores, y a muchos parques zonales para mostrar nuestro arte”.
Esa época, de momentos difíciles en la que el Ballet Municipal realizó funciones en los pueblos jóvenes, hizo que Lucy se diera cuenta de un detalle muy importante: la necesidad de cultura que tenía la población.
“Las plazas se repletaron. Descubrí que no iban al teatro porque no se atrevían. Pensaban que tenían que ir muy elegantes o no iban porque no conocían lo que iban a ver. Pero después que hicimos esta serie de funciones en varios distritos, incluso en Huaycán, donde el terrorismo estaba en un punto álgido, aumentó el público al que le quedaban las ganas de ver la puesta en escena como debía ser, en el teatro”, cuenta Lucy Telge.
Esto se pudo ver reflejado porque en el teatro se entregaban a las personas unos papelitos en que tenían que apuntar sus datos para enviarles anuncios antes de las funciones. Y estos únicamente se repartían ahí mismo. “No te imaginas la cantidad de gente de los pueblos jóvenes que iba al teatro y se inscribía para que le manden información. Esto demuestra que esas funciones hicieron mucho para atraer al público al teatro”, cuenta.
Lo que más disfruta Lucy Telge de su trabajo es ver el teatro lleno y que todo el público salga contento. Por ello, cuando recuerda el 2 de agosto de 1998, fecha en la que se incendió el Teatro Municipal, desaparece su sonrisa: “Fue como si se hubiera quemado mi casa. No había año en el que yo haya dejado de bailar o de presentar a mis alumnos. Le pedí a Dios que me dé vida para ver el teatro como era antes”, recuerda nostálgica.
El Ballet Municipal de Lima ha hecho giras nacionales por casi todo el país y giras internacionales en las ciudades de La Paz y Santa Cruz (Bolivia), Asunción (Paraguay), Bogotá (Colombia), Quito y Guayaquil (Ecuador) y La Habana y Camagüey (Cuba). Es responsable del estreno en nuestro país de las obras de coreógrafos contemporáneos de influyente presencia en el panorama artístico mundial, lo que ha llevado a que bailarines del extranjero quieran ser parte de la compañía.
La pandemia ha significado un retroceso para los planes del Ballet Municipal. Han tenido que dejar los escenarios por casi dos años, abandonar las clases presenciales y optar por la virtualidad, además de rechazar invitaciones de los países que los llamaban para realizar presentaciones.
Los bailarines estuvieron trabajando en sus casas vía Zoom. Muchos de ellos agarrados de sus camas, de sus mesas y ya con el pasar de los meses, al ver que la crisis sanitaria no mejoraba, se mandaron a hacer unas barras o implementar un piso especial, pero no era lo mismo. “Les ha servido para mantener un poco el estado físico, pero al inicio, cuando ya retornaron a las clases presenciales, vieron que su físico no estaba como antes. Ahora veo que ya han recuperado su nivel”, detalla.
Del 8 al 23 de diciembre, el Ballet Municipal retornará a los escenarios con una de sus obras de ballet más exitosas: Cascanueces. Estarán hasta el 19 de diciembre en la Cúpula de las Artes (Jockey Plaza) y del 23 al 26 en el Teatro Municipal. “Dar Cascanueces es una felicidad. El escenario de la Cúpula es un poco extraño porque es redondo como un circo, pero hemos adaptado la obra”, cuenta Lucy Telge, quien espera que la obra tenga el mismo éxito que ha tenido en anteriores temporadas navideñas.
La fuerza del ballet siempre radicará en el Perú mientras sigamos teniendo a una gran referente como Lucy Telge o las generaciones que vienen detrás de ella. Es la abanderada de la ardua tarea de educar al público peruano en este arte. Ha hecho un convenio con la Municipalidad de Jesús María para dar funciones gratuitas en las plazas y la Concha Acústica del Campo de Marte. El ballet estará al alcance de todos.