En marzo de 2018 el nombre de Sheyla Torres se sumó a la lista de feminicidios en el Perú. Su madre, Magali Aguilar, sigue luchando para que su asesino, Romario Aco, termine donde se lo merece: la cárcel. Su activismo la llevó a fundar un colectivo que defiende los derechos de las víctimas, y, durante la pandemia, ella y sus compañeras han salido a protestar por cada injusticia cometida. Con el proyecto en mente ‘Madres de la Plaza Dos de Mayo’, espera que las mujeres organizadas acaben con la impunidad de los feminicidas. Maestra de escuela, feminista y activista, Magali traslada su aprendizaje personal a sus clases de primaria y reflexiona con sus alumnas sobre la violencia de género.
Por: Anggie Vivas
Portada: Luis Javier Maguiña
Desde su domicilio en Comas, Magali se moviliza hasta diversas instituciones del Estado, como el Palacio de Justicia o el Ministerio de la Mujer. Su propósito es exigir a las autoridades mayores garantías de vida para las mujeres y justicia para las víctimas de feminicidio. Ella camina por las calles acompañada de las militantes de la organización “Juntos Perú, basta de impunidad” para mostrarle a la población el rostro de las mujeres asesinadas. “Salgo a las calles porque considero que es una necesidad muy grande que se recuerde a las víctimas. Cuando yo no esté me gustaría que sigan recordando a Sheyla”, afirma Magali.
Caso Sheyla Torres
Hubiese cumplido 22 años el último 30 de noviembre. Sheyla Torres Aguilar era una estudiante de obstetricia. Con solo 19 años, fue asesinada por su entonces pareja Romario Aco, quien se entregó a la policía horas después de haber atentado contra la vida de la joven. Su pena, 15 años de cárcel, está por debajo de lo estipulado para casos de feminicidio, pero las autoridades creyeron que era suficiente para un joven de 19 años. Los jueces ignoraron evidencias que demostrarían la violación de Sheyla antes de su muerte. Si estas hubieran sido incluidas en el informe final como parte del delito, el homicida hubiese sido condenado a 25 años de cárcel. Para Magali, esta fue una de las tantas negligencias que se cometieron en el juicio por el asesinato de su hija.
Activismo feminista
Magali fundó el colectivo ‘Juntos Perú por justicia, basta de impunidad’ para protestar contra la violencia de género y la lucha por la condena severa de agresores y feminicidas. Su movimiento está conformado por aproximadamente 15 personas, incluye a víctimas de violencia, familiares y voluntarios que contribuyen de diversas formas a la organización.
Entre todas hacen el seguimiento legal de los casos de las víctimas de feminicidio y verifican que se sigan los procedimientos adecuados. Quienes pertenecen a la agrupación presionan a las instituciones del Poder Judicial o de Estado, ya sea con plantones o solicitudes, para que atiendan los pedidos de los familiares de las víctimas y para que sus asesinos reciban una sanción ejemplar. “Esta organización nació como un espacio en el que todas podamos ayudarnos, participando y organizando plantones, o difundiendo nuestros casos todo para visibilizar a las víctimas. Queremos que el pueblo las recuerde”, indica Magali. “Yo sé que mi hija no va a regresar, pero busco consuelo en las actividades que realizo con las chicas. Siento que estoy aportando a que no haya más madres como yo, luchamos para que se acuerden de ellas y siempre estén vivas”, afirma con convicción.
Gracias al activismo, Magali cuenta que, más que compañeras. ha encontrado hermanas. Para ella, estás organizaciones sirven como espacios de soporte emocional. «Ayudan a la superación de la pérdida, sientes que puedes compartir tu sentir con las demás madres, porque ellas entienden que la pérdida de una hija es algo muy fuerte”, confiesa. Cree también que ser parte de estos movimientos la ayudó a cuestionar cómo opera la justicia peruana: “Tuve una abogada que no fue a la lectura de la sentencia del caso. La ministra Rosario Sasieta nunca se responsabilizó de las víctimas anteriores ni posteriores a Sheyla. Pero la mayor arbitrariedad fue que no consideraron las pruebas que tenía contra el asesino de mi hija”.
Madres de la Plaza Dos de Mayo
Uno de sus próximos proyectos es realizar una versión peruana del movimiento «Madres de Plaza de Mayo”, creado en Buenos Aires, Argentina, durante la dictadura de Jorge Rafael Videla, en 1977. Esta es una asociación creada por mujeres que ha buscado conocer la verdad sobre los detenidos y desaparecidos durante el régimen militar, exigir al Estado información sobre el lugar donde se encuentran sus cuerpos y saber quienes los asesinaron para denunciarlos ante la justicia.
“He conversado con unas compas extranjeras de países como México, Argentina, Chile y España, y me han aconsejado la creación de una ‘colectiva’ que se llame ‘Madres de la Plaza Dos de Mayo’ (en alusión a la plaza limeña que durante décadas ha sido uno de los puntos de concentración de protestas sociales). Necesitamos que se consolide un grupo grande de madres que busque justicia para sus hijas”, afirma Magali.
Para ella el dolor que sienten las madres debe convertirse en fuerza para seguir luchando por justicia, para que el nombre de sus hijas no quede en el olvido. “No podemos permitir que haya más impunidad. Creo que todas las madres vamos a salir adelante y lograr que nuestras Sheylas puedan descansar”, reflexiona.
Trasladar su feminismo a la educación
Magali revela que le agrada ejercer la docencia y que es profesora a tiempo completo en el colegio “Dios es Amor”, en Ancón. A partir de lo ocurrido con su hija, ahora lucha contra todo tipo de violencia de género y habla de este tema mientras dicta lecciones que ahora virtuales. “Siempre introduzco los temas de género con ejemplos, les digo a las niñas que tienen que ser independientes de cualquier persona, que son importantes y únicas”, explica Magali.
“Cuando ocurrió lo de mi hija, les contaba a mis alumnos cómo me sentía para que puedan entenderme un poco. Las ocurrencias de los niños o el cariño que te dan te ayuda de alguna forma. Aún no puedo contener el dolor, pero ellos me han ayudado a superarlo”, confiesa. Gracias a estas conversaciones, muchas alumnas y colegas se han solidarizado con ella y la acompañan a los plantones que organiza.
Precisa que se vinculó al feminismo a raíz del asesinato de su hija, pero que siempre, debido a su labor como maestra, sentía que debía proteger y luchar por el derecho de las niñas. “Toda la vida he reclamado por sus derechos y por las situaciones de violencia que puedan sufrir en sus hogares. A veces las madres las maltratan en la misma clase, las gritan o las juzgan. Activo el micro y les recuerdo que a mí me gustaría tener a mi hija para abrazarla, no para maltratarla”, finaliza.