Magaly Medina: ¿Periodismo? Sí, pero mal periodismo

Escándalo es la palabra más certera para definir lo que Magaly Medina ha buscado a lo largo de su carrera mediática. A base de escándalos logró altísimos niveles de rating en la televisión del fujimorato. La fórmula también le ha servido para destruir reputaciones ajenas y provocar el escarnio público de sus víctimas: figuras del deporte o el espectáculo cuya intimidad fue desnudada por esos reporteros a los que ella llama “chacales”. Aquí un retrato de la periodista con más denuncias por difamación, con más sentencias de prisión suspendida y con el premio mayor del antiperiodismo peruano: una temporada en las celdas del penal Santa Mónica.

Por: Juan Gargurevich
Portada: Killa Cuba


“La sonrisa de Magaly, mostrando las esposas que todos vimos en televisión, se congeló al trasponer la gruesa puerta metálica del penal Santa Mónica, en Chorrillos. La media luz del salón de recibimiento del penal y el uniforme gris de las trabajadoras penitenciarias le dio la bienvenida a un mundo de rejas” (César Romero, “La República”. 18.10.2008).

Magaly lucía sonriente y con las manos esposadas mientras la trasladaban desde Palacio de Justicia hacia el penal de Chorrillos para cumplir condena, tras perder el juicio de difamación que le entabló Paolo Guerrero. Foto: El Comercio.

“…Esposada y asustada, fue trasladada antes del mediodía del juzgado a la carceleta del Palacio de Justicia. A las 7.20 p.m., en medio de un gran tumulto, fue llevada al penal de mujeres de Chorrillos” (Alicia Torres. “El Comercio”. 18.10.2008).

¿Cómo era posible -se preguntaban algunos- que la famosa periodista Magaly Medina terminara en la cárcel, esposada cual criminal? La respuesta es simple: el 27 Juzgado Penal de Lima la sentenció a cinco meses de prisión por el delito de difamación contra la estrella del fútbol Paolo Guerrero.

Quizá uno de los más sorprendidos por la sentencia fue el abogado defensor de Medina, César Nakazaki, mediático penalista que por entonces trataba de salvar de la cárcel nada menos que al expresidente Fujimori. Como muchos, él también estaba seguro de que la jueza María Cabrera le daría a su patrocinada una pena leve, unos cuantos meses de prisión suspendida y una buena multa que, como era y es común, la sentenciada no pagaría. Así había sido en casos anteriores. “No habrá problema”, le había asegurado a la ahora flamante reclusa.

¿Y qué dijo Medina? “Estoy sorprendida, me parece inaudito, estoy siendo utilizada como cortina de humo” (ob.cit. “El Comercio”).

Años más tarde contaría la experiencia en un libro testimonial: “Cuando me llamaron para que me calificaran, entré a la oficina y me senté. Parecía que yo no le gustaba absolutamente nada al tipo que me estaba calificando (para decidir el penal al que sería enviada. Nota del autor). Entonces me trató como si yo fuera una rata de desagüe. Y eso no lo permito, así sea una rea”.

—Así que otra vez ¿no? Ya era hora, pues, que la metieran. Ya era hora. Porque, se supone, ahora tiene que aprender, ¿verdad? Aprender a respetar a la gente. Porque ahora tiene que aprender a hacerlo. Y para eso la han mandado.

La periodista dice que reaccionó indignada y le preguntó quién era. “Soy el psicólogo”, fue la respuesta. Medina cuenta que le dijo: “A mí no vas a venir a faltarme el respeto. Yo no discuto nunca sobre mis ampays ni con la gente, ni con los involucrados…”. (El precio de ser Magaly Medina. Mi verdad en la cárcel. Planeta. Lima. 2009).

Los diarios de la época siguieron el caso dándole páginas diarias en cobertura tan exagerada que pronto se creyó que Medina decía lo cierto cuando exclamó en el juzgado que su caso era una cortina de humo; esto es, un clásico “operativo sicosocial” de los que tanto gustaban a Vladimiro Montesinos, asesor presidencial y prácticamente dueño del Servicio de Inteligencia Nacional, el siniestro SIN. La jueza se vio obligada a desmentir las acusaciones de Nakazaki, quien denunciaba maniobras judiciales oscuras, como, por ejemplo, interrogar a Paolo Guerrero sin la presencia de los abogados de Medina (“Jueza que condenó a Magaly niega ‘cortina de humo’”. Perú21. 19.08.2009)

Pero el caso fue más allá del rumor o del chisme porque instituciones periodísticas importantes como el Instituto Prensa y Sociedad (IPYS) y hasta Reporteros sin Fronteras, protestaron por la sentencia, pues aducían que se había violado el derecho a la libertad de expresión.

Muchos periodistas, sin embargo, insistieron en la falta elemental a la ética de la profesión. Varios abogados conocidos insistieron en que la pena era excesiva y otros sostuvieron lo contrario, como Samuel Abad, quien escribió en “El Comercio”: “En una democracia es fundamental garantizar la libertad de expresión y esta debe respetar el honor y la intimidad de las personas. Pero a veces se cruza la frontera (…) Los abusos no deben quedar impunes” (17. 08.2008).

La jueza también condenó al productor del programa, Ney Guerrero, a tres meses de cárcel. Guerrero fue llevado al penal San Jorge y también se decidió incluir en el proceso a Carlos Guerrero, el fotógrafo que “ampayó” al futbolista con una amiga en un café, presuntamente a la hora en que debía estar en la concentración.

En suma, un escándalo de proporciones porque la propia Medina, necia y soberbia, se negó a aceptar la propuesta de Paolo Guerrero: “Si se retracta, retiro la denuncia”.

La historia de Magaly Medina

“El éxito de Magaly radica en su descaro, pero sobre todo en su cinismo, porque es verdaderamente cínico ser juez y parte de la tele cuando se vive de ella y se está tan involucrado. Ese es el caso de Magaly, un personaje arbitrario que sin ningún escrúpulo ha decidido cruzar la frontera de la intimidad de un puñado de artistas bajo el pretexto de que eso es periodismo” (E. Vargas. El chisme como basura. “Domingo”. 27.06.99).

Y el reconocido periodista Ricardo Uceda sentenció: “…Magaly es una persona que no tiene aprecio por los estándares periodísticos fundamentales (…) lo que hace es periodismo, pero mal periodismo” (Ricardo Uceda. Se ha violado el derecho al honor. “La República”. 19.10.2008).

¿Cómo fue posible que sus colegas calificaran así a Magaly Medina?

Esa es una pregunta cuya respuesta está en su pasado. Al revisarlo vemos a una mujer de origen provinciano, pobre, poco agraciada, que apostó por reinventarse como la reina de los llamados ampays, y que no son otra cosa que la ventilación mediática de una infidelidad, o de una presunta infidelidad, o de algo que podría avergonzar y que no se desea hacer público. Y haciendo eso le llegó la fama.

Su biografía es simple y breve. Nació en Huacho, hija de un guardia civil, estudió en el colegio nacional “Mercedes Indacochea”, donde fue policía escolar y destacó por sus dotes de declamadora. También escribió y publicó poemas en el periódico mural. A los 17 años se vino a Lima, consiguió un cuarto en una pensión y empezó a prepararse para postular al entonces (hoy Universidad) Instituto de Periodismo Jaime Bausate y Meza. Ingresó, se entusiasmó con la reportería de calle y consiguió hacer prácticas en el diario “Correo”, donde llamó la atención por su desenfado y resolución para aceptar coberturas que solían encargar a los muchachos.

Muchos años después, cuando estalló el escándalo Guerrero y fue enviada a la cárcel, todos los diarios limeños esbozaron breves biografías de Medina. Por ejemplo, en una nota titulada “La Vida de Magaly”, del diario “La Primera” (19.10.2008), leemos: “…ingresó a las secciones de locales y policiales de un diario local (“Correo”. Nota del autor). Un inesperado embarazo y posterior boda la alejó de los medios y tuvo que volver a Huacho, donde aprovechó el tiempo para estudiar administración de empresas”.

Fue el conocido sociólogo, periodista, historiador y crítico de la televisión Fernando Vivas quien compuso años después la mejor historia. En su libro “Mis Monstruos favoritos. Laura Bozzo, Alejandro Toledo, Magaly Medina” (Aguilar. 2018) dedica sesenta páginas a quien motejó como “la urraca”.

Le fue mal en el matrimonio, volvió a Lima y entró a trabajar en “Ojo” a mediados de los ochenta. Allí se enamoró del director, César Lengua; y aquí volvemos al libro de Fernando Vivas: “Yo estuve en la boda civil, en 1989, en una mansión en la avenida Alberto del Campo, en San Isidro. Magaly estaba de blanco discreto, Gian Marco (su hijo) andaba de la mano de la tía y de la abuela con su ternito infantil. El entonces alcalde de Lima, Jorge del Castillo, ofició la boda, porque entonces Magaly no era nadie pero César dirigía un diario popular”.

Vivas construye un relato mitad ensayo, mitad perfil biográfico, engarzando datos, historias, testimonios, un tanto desordenado, pero atractivo por su hábil manejo del idioma y su conocimiento del corazón de la farándula que Medina bautizaría como “Chollywwod”. 

Francisco “Paco” Igartua la invitó a escribir en “Oiga”, su influyente semanario, donde Magaly comenzó a publicar notas de eventos culturales y de televisión. Paulatinamente, Igartua le concedió más espacio y de pronto disponía de páginas para vapulear los programas de televisión que no le gustaban.

Medina y la demolición de Ferrando

—¡Por supuesto! ¡Magaly Medina mató a Ferrando!

—Pero señora, ese programa que usted dice fue el año 91, y Ferrando murió el 99…

—¡Sí, pero ahí se deprimió tanto que le vino el cáncer!

No pudimos convencer a la doña. Como tampoco pudo la propia Magaly Medina cuando el gordo Tongo le dijo en pleno programa hace un par de años: “…me quieres matar como a Ferrando!” enfureciendo a la diva: “¡Eso es una brutalidad!”.

Pero la leyenda urbana había nacido aquel sábado 27 de abril de 1991, cuando la joven periodista, nerviosa, melenuda, de dientes excesivos, agredió al hombre más popular de la televisión peruana: “Oiga, Ferrando, no me gusta su programa, no me gusta usted… porque ha hecho de la necesidad de la gente su espectáculo”.

El programa de Canal 9 que la hizo visible se llamaba “Fuego Cruzado” y consistía en armar un panel de invitados (podían ser hasta 20), que discutían un tema o juzgaban a un personaje “en vivo y en directo”. Se lo encargaron a los periodistas Mariela Balbi y Eduardo Guzmán. Este consiguió asegurar la asistencia de Augusto Ferrando, el líder del rating sabatino con su “Trampolín a la Fama”, de Canal 5. Y también armó el panel donde estuvieron periodistas como Manolo Salerno, Patricia Salinas, artistas como Augusto Polo Campos, el “Ronco” Gámez, compañeros de Ferrando como “Tribilín”,  “Gringa Inga”, el antropólogo César Zamalloa y, por supuesto, en primera fila, Magaly Medina. Pero la expectativa estaba centrada en la presencia de la famosa lingüista Martha Hildebrandt, quien en una breve intervención dirigió los más duros adjetivos contra el programa.

Magaly a principios de los 90 durante su participación como panelista en el programa «Fuego Cruzado». Imagen: ATV.

Ferrando no pudo disimular su malestar ante la lluvia de críticas y contraatacó devolviendo las puyas, armando trifulcas verbales que Guzmán casi no podía controlar.  Pero la cosa no pasó a mayores porque Ferrando era muy experimentado y sabía que el programa sería así porque se lo habían advertido.

La soltura y decisión de Medina no pasó desapercibida y fue convocada a trabajar para el “El Noticiero” del canal como reportera. Era el año 1995 y luego, ya con más experiencia, en 1997 logró que le asignaran un breve segmento para noticias de la farándula al que bautizaron como “Pese a quien le pese”.

Recurrimos una vez más a Fernando Vivas: “…si antes le hacía ascos al chisme asumiéndolo como un pariente chusco del periodismo crítico que decía practicar, ahora éste era su negocio y se abocaba a él con empeño, investigando, cruzando informaciones, disponiendo comisiones y arengando a sus reporteros a conseguir ‘ampayes”.

Más tarde el Canal 9 decidió darle un programa diario y nació “Magaly TV” que lograría fama a costa de otros. En 1988 afirmó que el concurso “Miss Perú” estaba arreglado, que era un chanchullo, un engaño. La organizadora, Debora de Souza, la demandó de inmediato y logró una sentencia de dos de prisión, pero suspendida. El juicio llegaría hasta la Corte Suprema que terminó absolviendo a Medina.

A partir de allí Magaly Medina manejaba un equipo reporteril a la vez que un grupo de abogados que litigaban con quienes defendían el derecho a su intimidad y a su honor.  Los juicios llovieron, pero nada la arredraba.

Juicios y sentencias

Durante años Magaly Medina, su productor y amante Ney Guerrero, y el equipo de jóvenes periodistas que tenían a su mando, persiguieron a los personajes de la farándula local, ese mundillo al que ella bautizó como “Chollywood”. Los sorprendían en la calle, les tomaban o los filmaban al estilo “paparazzi”, y con esos “destapes” nutrían su programa.

No todos los denunciados o “ampayados” se quedaron callados y recurrieron a los tribunales. Aquí hacemos una lista de algunos de los juicios más importantes que debió afrontar Medina (tomada de “La República” del 17.10.2009):

-Diciembre 1998. Denunciante: Debora de Souza.  Condena a Medina a dos años condicionales.

-Julio 1999. Denunciante Augusto Polo Campos. Conciliación.

-Diciembre 1999. Denunciante: Ernesto Pimentel. Demanda que fue archiva.

-Mayo 2001. Denunciante: Gisela Valcárcel.  Sala de Apelaciones condena a Medina a dos años de prisión condicional.

-Octubre 2003. Denunciante: Mónica Adaro. Condena a cuatro años condicionales.

-Octubre 2003. Denunciante: Susana Umbert.  Demanda se archivada.

-Mayo 2004. Denunciante: Martha Vásquez “Yesabella”. Condena a 15 meses de prisión condicional.

-Junio 2004. Denunciante: Juan Martín Mercado. Demanda archivada.

-Junio 2008. Denunciante: Efraín Aguilar. Condena a cuatro meses de servicio a la comunidad.

Cada caso merecería un texto aparte, pero ahora veremos el de Mónica Adaro, a quien llamaban “La Potoncita”. Adaro fue acusada por Magaly Medina de ejercer la prostitución clandestina. Ella y otras jóvenes aparecían brevemente en un programa cómico sin hacer otra cosa que lucir sus curvas con desenfado y corría el rumor de que ofrecían servicios sexuales por dinero. 

Para probarlo, Magaly Medina y Ney Guerrero contrataron a un sujeto llamado Eduardo Arancibia, quien averiguó la manera de acercarse a la mujer que administraba los favores sexuales de los jóvenes aspirantes a vedettes y cuando logró el contacto, Medina debió cantar victoria: tenía en sus garras a las que motejó como “prostivedettes”. Con ayuda de alguien con influencia contrató una habitación en un hotel el día anterior a la cita y sus técnicos instalaron una cámara de video y micrófonos, en el mejor estilo de Vladimiro Montesinos.

Así, una noche de enero del año 2000 Mónica Adaro se entregó al presunto cliente Eduardo Arancibia por la suma de 350 dólares. Y pocos días después, el 31 de aquel mes, “Magaly TV” transmitió el video del encuentro, clamando que aquello era prostitución y esas mujeres debían ser llamadas “prostivedettes”. (El video del programa está todavía en Youtube).

Fue un éxito de rating, de sintonía. Pero también fue una bajeza que merecía reprobación. Muy afectada, Mónica Adaro intentó suicidarse y luego emprendió una batalla legal enfrentándose a Nakazaki y a otros abogados, clamando por su derecho a la intimidad y el honor.

Medina fue condenada en Primera Instancia a cuatro años de prisión suspendida y al pago de una reparación civil. En la sentencia se lee: “…la difusión televisiva de las escenas sexuales de la agraviada no estaban justificadas por una exigencia informativa, en cuanto se estima que el derecho de información tiene relevancia jurídica solamente en los límites de la utilidad social y de la esencialidad y modales civilizados de la justicia”. Y en cuanto a la prostitución, en sentencia posterior del Tribunal Constitucional se estableció que la prostitución clandestina no es delito “…y es una práctica tolerada socialmente”.

Mónica Adaro le ganó todos los juicios en todas las instancias, superior, suprema y constitucional.

Fue un importante revés para Medina y su productor, que no supieron leer correctamente la historia o despreciaron con soberbia a la justicia. Fue un error que les pasaría la cuenta en el caso de Paolo Guerrero y su falso “ampay” con la bella modelo Fiorella Chichirigno.

“Trampolín a la cana”

Magaly Medina y Ney Guerrero enviaban a sus reporteros (llamados “los urracos” haciendo referencia al mote de su jefa,“la urraca”) a zonas de restaurantes o discotecas que eran frecuentadas por personajes de la farándula o del deporte. Así, con paciencia y cargando discretamente cámaras de video recorrían los locales favoritos de figuras del espectáculo, buscando, preguntando, amaneciéndose en especial los fines de semana.

Podemos imaginar la alegría del urraco Carlos Alberto Guerrero cuando en la tarde, casi la noche del viernes 16 de noviembre 16 del 2007 descubrió que en una mesa del restorán “Friday’s” en el Ovalo Gutiérrez estaba nada menos que la estrella del fútbol local Paolo Guerrero acompañado de una mujer ¡en la víspera del partido contra Brasil que podía definir nuestro pase al Mundial!

¡Qué gran ampay! ¡El crack abandonando la concentración para reunirse con la modelito Fiorella Chirichigno! Y para colmo al día siguiente en el partido que perdió Perú Guerrero debió ser cambiado porque se quejaba de dolor de estómago. 

Medina esperó hasta la noche del martes siguiente para soltar su primicia en su programa, que fue reforzada en su revista “Magaly TV – Revista de Miércoles” con una gran foto en la primera página. En ambos casos afirmó que las fotos habían sido tomadas en la madrugada y de ahí el problema estomacal del goleador. Claro, la amanecida, la resaca…todo confirmaba el pecado.

El 21 de noviembre de 2007, Magaly difundió en su programa las imágenes capturadas por el fotógrafo Carlos Guerrero para afirmar que Paolo Guerrero se había escapado de la concentración de la selección. Imagen: ATV.

Paolo Guerrero reaccionó de inmediato enviando una carta a “MagalyTV”. Exigía la rectificación pues había salido de la concentración con permiso del entrenador Chemo del Solar y había retornado al hotel a las ocho y media y no en la madrugada, como se afirmaba.

Medina tuvo una reacción excesiva, de burla y soberbia. Frente a las cámaras mostró la carta y riendo la rompió en pedazos, arrojándola al suelo, provocando carcajadas de sus asistentes. Fue sin duda una ofensa innecesaria y a todas luces punible.

Guerrero la denunció en el fuero penal, pidió cárcel para Medina y una indemnización. Muchos pensaron que le juicio terminaría con otra sentencia con prisión suspendida y una reparación económica que Medina nunca pagaría. Nakazaki, su abogado estrella, estaba tan seguro de que la sentencia sería leve que ni siquiera la acompañó a la lectura en la tarde del jueves 16 de octubre del 2008.

Medina y Ney, los acusados, escucharon de pie la lectura de la sentencia de 35 páginas que la Jueza Penal de Lima María Teresa Cabrera leyó pausadamente. Comenzó afirmando que Paolo Guerrero había demostrado su inocencia con testigos y hasta con el voucher del restorán que indicaba la hora de su salida. Por otra parte, el fotógrafo que captó la escena no pudo probar que el ampay había sido al amanecer: “…el fechador de mi máquina está malogrado” afirmó.

La jueza no se dejó apabullar por la fama de Medina ni por el batallón de periodistas que seguía con avidez el final del juicio y veía cómo la “Urraca” palidecía, hacía muecas y le susurraba a Ney que estaban perdidos.

“No solo se ha difamado al querellante sino que al no haberse realizado un trabajo serio, la noticia que se propaló no se ajusta a la verdad, ya que las fotos no se tomaron en la madrugada (…) lo que revela el dolo por parte de los querellados, los mismos que tuvieron la oportunidad de rectificarse porque previamente a iniciarse este proceso el accionante les remitió una carta notarial , que conforme se ha acreditado en la visualización del video, Medina rompió ante cámaras”.

En resumen, cinco meses de prisión efectiva para Magaly Medina y tres meses para su pareja Ney Guerrero. Ambos apelaron y luego fueron esposados por la policía para llevarlos a la carceleta del Poder Judicial para decidir, repetimos, a qué cárcel irían.

Todos los medios informativos dedicaron páginas al caso abriéndose un interesante debate sobre la sentencia, la libertad de expresión, el derecho al honor y a la intimidad. Y los que se reunieron y festejaron con risas, bailes y brindis fueron los parientes de Paolo Guerrero, quien desde Alemania dijo: “Se hizo justicia, aunque yo pedí un año de cárcel y un millón”. Solo le dieron ochenta mil soles.

Nadie dudó de que luego de una docena de sentencias leves pese a las graves acusaciones en su contra, la fama de impunidad de que gozaba Medina pesó en el ánimo de la jueza que recibió el apoyo del Poder Judicial.

Cárcel y decadencia 

A Magaly Medina no le fue mal en la cárcel. Pese a que fue condenada a cinco meses de prisión, sus abogados y amigos lograron sacarla a los 76 días, a la mitad de su condena.

En octubre de 2008, la conductora más popular de la televisión peruana fue recluida en el centro penitenciario Santa Mónica tras perder un juicio contra el futbolista Paolo Guerrero. Foto: El Comercio.

Publicó luego el libro “El precio de ser Magaly Medina. Mi verdad en la cárcel” (Planeta.  2009), donde contó su breve aventura en el penal de Chorrillos.

En el penal fue aislada de las demás reclusas; nunca estuvo en el patio a la hora en que las presas comunes salían a tomar el sol; sus abogados, amigos y familiares la atiborraban de dulces, frutas y almuerzos especiales. Le llevaban monedas para que hablara por el teléfono público del penal las veces que se le antojara, hacía declaraciones, le tomaban fotos, recibía cartas de su amante Ney, quien desde el penal “San Jorge” le daba consejos y la instruía en la jerga delincuencial.

Es de presumir que dada la fama de Medina el personal administrativo de “Santa Mónica” la trataba con cortesía extrema; nadie quería ser personaje de un futuro programa que les costaría el empleo.

Los diarios sensacionalistas seguían al estilo farandulero y los diarios serios recogían opiniones sobre la sentencia y la libertad de expresión, una era excesiva y la otra había sido mellada. Y el extremo lo puso el congresista Javier Valle Riestra cuando presentó un proyecto de enmienda al Código Penal para la “despenalización del delito contra el honor” que hubiere reducido la pena de Magaly a una simple multa.

Medina salió de la cárcel y volvió a su programa donde hizo lo mandado por la Jueza: le pidió disculpas a Paolo Guerrero.

¿Qué sigue en la historia del personaje más representativo de la televisión basura en el Perú? Igual, más ampays aunque más cuidadosos, más sentencias y algo insólito: en marzo de 2009 fue condecorada por el Congreso de la República por ser una “Provinciana con éxito”, una medalla promovida por la discutida congresista Karina Beteta. El resto de su biografía no merece más líneas y los interesados pueden encontrar datos en Wikipedia.

Por supuesto, ha cosechado muchos enemigos y uno de ellos, “Beto” Ortiz, le dedicó varias páginas en su libro “Maldita Ternura”, pero no puso nunca su nombre y se refirió a ella como “La Cuerva”. La vedette Yesabella también la sacudió en un librito.

Pero creemos que el mejor retrato se lo hizo el famoso sociólogo, ya fallecido, Gonzalo Portocarrero en un texto que publicó el periódico digital “La Mula”. Aquí un fragmento:

“Su look es de personaje de historieta. Sus pantalones apretados, su blusa color plata y su cabellera lisa y pelirroja le dan un aura de irrealidad y caricatura. Es una apariencia fabricada, su humanidad es solo el soporte de un personaje que se pretende, sin embargo, ‘sincero’, ‘veraz’, pero, sobre todo, ‘divertido’. De otro lado, su gestualidad exaltada evoca a alguien que se está conteniendo de la urgencia de ir al baño, como si tuviera cosas muy importantes que decir y le faltara el tiempo para hacerlo. Finalmente, los altibajos de su voz y sus risitas desenfrenadas nos llaman a ser cómplices de una verdad ‘picante’, oculta, sabrosa. No hay nada que hacer, Magaly Medina compone una figura de indudable carisma para quien está a la búsqueda de un festín u orgía de maledicencia y sarcasmo. Y el clima emocional de su programa captura el ánimo de sus televidentes. No en vano ha logrado un consistente rating gracias a una audiencia compuesta de públicos muy diversos en términos de edad, género y grupo social. Sus televidentes están tan predispuestos a la sonrisa que a Magaly no le cuesta esfuerzo hacer reír. Entonces cualquier humorada desencadena una carcajada. No hay duda, estamos bajo su hechizo, anhelantes de más. Definitivamente leales, cómplices, comprados”.