En 2012 la revista Poder lo consideró uno de los periodistas más influyentes de la web. Entonces Martín Hidalgo informaba sobre lo que acontecía en el Congreso desde Twitter y Facebook. Era imbatible en las redes sociales. Siempre tenía un dato adicional, un plus que exhibir. Hoy trabaja en la sección política de El Comercio y sigue detrás de la última, del dato escondido que a menudo deja descolocados a los reporteros de la competencia.
Por: Jorge Médico
Portada: Clases de Periodismo
Tiene veintiocho años y está consagrado al periodismo desde que cumplió veinte. Trabajó en La República y Velaverde, colaboró en Hildebrandt en sus trece y actualmente labora en El Comercio. El destape de los seis congresistas fujimoristas que viajaban a los mítines de Keiko Fujimori con dinero del Estado le valió el premio Padre Urías, una distinción que el diario decano de la prensa peruana otorga a sus mejores periodistas todos los años. Sus destapes sobre la actuación de políticos locales han motivado investigaciones, como el caso de las compras millonarias de la congresista aprista Luciana León y los vínculos entre Martín Belaunde Lossio con la ex pareja presidencial Humala-Heredia.
Hay personas que para escribir exigen silencio absoluto, Martín Hidalgo solo necesita escuchar salsa dura. “Las letras de la salsa tienen un corte social y son un reflejo de la calle”, afirma. El lugar donde se encuentra la noticia es ese justamente, la calle. Y un reportero nunca, jamás debe perder contacto con ella.
Su primer contacto con la salsa, a los ocho años, fue cuando Juan Hidalgo, su padre, dejó de escuchar boleros para inundar la casa con la voz de Cheo Feliciano. Así, hasta el día de hoy, Martín cuenta que siempre que se sienta a escribir en la redacción lo hace con los audífonos puestos. “Me aísla, me ayuda”, dice mientras escucha el coro de un tema del memorable Tite Curet Alonso: Anacaona, india de raza cautiva, Anacaona, de la región primitiva.
-¿Percibes que hay una crisis dentro del periodismo?
-Creo que la crisis está en los periodistas. Uno, porque no hay una nueva generación. Y dos, porque los periodistas que hay están estancados. A estas alturas, periodismo no es solo sentarte a escribir una nota, se necesita que los periodistas piensen en nuevas formas de presentar información. A mí no me gusta; por ejemplo, estar sentado levantando el teléfono para hacer lo que yo llamo periodismo declaracionitis: coger el teléfono y llamar al personaje A para que opine en contra del personaje B y así con el personaje C y D. Así solamente escribes en base a declaraciones.
-¿Los periodistas se están acomodando a este molde?
-Hay periodistas que no quieren innovar y no ven más allá de sentarse a escribir una nota poco sustentada. Simplemente se sientan a escribir con lo que te digo: una declaración de A, una declaración de B, un especialista que diga C. Eso es lo que creo está matando al periodismo impreso.
-¿No crees que la crisis también pasa por los lectores o por algunos sectores que no están interesados en política?
-Ese argumento siempre me ha parecido simplista: “La gente ya no quiere leer y menos política”. ¡Falso! Para ese desinterés tiene que haber un motivo y ese motivo, yo creo, es porque no le ofrecemos nada nuevo al lector. Si vas a comprar un diario donde vas a ver o leer lo mismo que ya se ha visto durante todo el día en la televisión… no tiene ningún sentido. Eso no es culpa del lector, es culpa del periodista que no hizo su chamba. Yo creo que en los medios escritos no se está dando información útil. Seguimos dando la noticia de ayer y dar la noticia de ayer en un contexto donde estamos al minuto actualizados por la información… no tiene sentido. Tú tienes que dar la noticia del mañana. Adelantarte a lo que va a pasar, ver qué hay detrás de las cosas.
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-Cambiando de tema, tú te hiciste famoso por twittear lo que sucede en el Congreso
-Sí, siempre he pensado que el Congreso es un mundo aparte en cuanto a negociaciones políticas se refiere. Es un ámbito que no es muy bien contado y que a través de las redes sociales se podía reportear lo que pasaba día a día y no salía en televisión. Normalmente ves al reportero recogiendo las declaraciones de los congresistas sobre diversos temas; desde proyectos de ley de la Doe Run hasta por qué no se ponen escarapelas. Pero nunca se llega a tocar temas de fondo que requieren de mucho más enfoque y contexto. En la edición impresa a veces los espacios no te dan para contarlo todo. Las redes se convirtieron, para mí al menos, en un espacio infinito donde difundir información. Son como los ojos que necesita la gente para saber qué pasa en el Congreso; esa fue siempre mi intención y eso fue lo que hice.
-¿Alguna vez un tweet te ha metido en problemas?
-No son problemas porque es mi trabajo. Mi trabajo es revelar las cosas así le resulten incómodas a los congresistas. De hecho he publicado algunas notas que han tenido rebote. No declaraciones de congresistas, pero sí temas de presupuestos, acuerdos de mesa directiva, acuerdos que se dan en la junta de portavoces. Siempre los congresistas se quejan, niegan varias cosas, pero siempre soy bien cuidadoso al subir algo, siempre busco tenerlo 100% confirmado y estar 100% seguro de lo que subo para después no tener que rectificarme. Hasta ahora, que yo recuerde, no ha habido ni una vez en la que me haya tenido que rectificar por un tweet. Además siempre subo las cosas con su respectivo documento, con cosas que sustenten lo que digo y lo que escribo.
-¿Te has sentido frustrado porque has revelado algo sobre lo que esperabas se haga justicia y no pasó nada?
-La de Luciana (León); por ejemplo, que salió la denuncia y la investigaron, pero no pasó nada, se archivó el caso. He aprendido a no cargarme con los resultados adversos de las notas que publico. Por ejemplo, también revelé los viajes de los congresistas fujimoristas con plata del Congreso a mítines de Keiko en 2015. Al final fue todo un escándalo, pero no pasó nada. Nunca los investigaron y nada.
-No es que te frustres, tampoco.
-No me frustro, he aprendido a no frustrarme, al principio sí me chocaba.
-¿Qué hacías al principio?
-Renegaba conmigo. Me preguntaba: “¿Por qué? ¿por qué?” Al final me di cuenta que tampoco es que nosotros somos policías o algo así. Nosotros simplemente tenemos el derecho de informar y de revelar cosas a la opinión pública.
-Alrededor de los periodistas se han tejido una serie de mitos que son desde superhéroes hasta alcohólicos, fumadores y mujeriegos…
-Los bohemios.
-Los bohemios, esa imagen tradicional del periodista.
-No, ya no la vez, es bien difícil. Cuando estaba en La República, en los cierres a veces tomábamos un trago o nos dejaban fumar en la redacción, pero acá no. Salvo que sea una ocasión especial o una jornada maratónica o un pequeño brindis luego de un día ajetreado. Ya no vez mucho eso. Además porque los periodistas de esa generación son más de ir a tomar a bares medios pitucos.
O sea se van al Queirolo…
Ni eso ah… se van al Queirolo, pero al Queirolo de Pueblo Libre, ya no van al de acá, el de Quilca. La gente se va a chupar allí, cuando tienen un Queirolo acá. Algunos van por nostalgia al bar de Ciro, en Quilca, donde hay una rocola, bueno, había. La última vez que fui, que fue hace unas semanas, ya no estaba la rocola. Pero ya no ves tantos periodistas bohemios. Ahora chupas en casa, tranquilo. Ha cambiado esa costumbre. Aunque algunos aún la mantienen. Yo he cerrado la edición con periodistas antiguos en La República y hemos tomado un trago y puedes conversar con ellos sobre sus viejas costumbres o chismes. Te cuentan cómo era antes y tienen un interés distinto. La convivencia en una redacción es muy distinta. Ya no es tan familiar.
-El periodista es como un hombre con una balsa y rema solo.
-Algo así, ahora se ve mucho eso. Por ejemplo, yo no salgo con mucha gente de la redacción, ni los conozco a todos. Habremos salido un par de veces. No hay ese espíritu de equipo que creo que había antes. Antes sí era como una familia.