Nuevas voces y liderazgos para un Perú más inclusivo


Emmanuelle Cadenas

Emmanuelle Cadenas tenía cuatro años cuando se miró en el espejo y por primera vez se preguntó, confundida, por qué ella no podía verse como su prima Rosita. Eran los años setenta y la palabra ‘transgénero’ no existía. Las dudas que ella sentía, los sentimientos que empezaba a experimentar y que solo con el tiempo podría entender, eran entonces un tema tabú dentro y fuera de casa.

Tuvieron que transcurrir cuarenta años, marcados por la duda y por una pregunta constante con relación a su propia identidad. En 2019 Emma Cadenas inició la transición a su verdadero género y no dio marcha atrás. «Dije: ya estuvo bueno, hagamos lo que siempre se tuvo que hacer”, recuerda ahora con seguridad y firmeza. Si en ese momento volteó a mirar por el espejo retrovisor de su vida, fue solo para comprobar el duro camino que transitan todos los días las personas que forman parte de nuestra diversidad sexual.

No fue una decisión tomada de la noche a la mañana. Emma pertenecía a una Iglesia evangélica y durante mucho tiempo rechazó su identidad. Estaba segura de que iba en contra de la naturaleza humana. “Yo era una persona que vivía en el mundo de la masculinidad: tengo una esposa, tres hijos y una nieta. Me preguntaba: ¿y ahora qué voy a hacer?”. 

En enero de 2020, Emmanuelle Cadenas Mujica concedió una entrevista a la periodista Esther Vargas de Perú 21. Allí hizo pública su transición de género. Captura: Perú 21.

Su deseo de comprender qué ocurría con ella por dentro la llevó a leer sobre estudios de género y sexualidad. También reflexionó sobre la manera en la que se percibe la transfobia desde la religión y la cultura machista de la gente. Tenía claro que los prejuicios no son una base para fundamentar un argumento. Emma confiesa que también fue prisionera de ellos.

Es más, participó del bullying homofóbico cuando era integrante de una banda de rock en los años ochenta. “No importa qué política se implemente desde el Estado, si la sociedad mantiene sus prejuicios, esas políticas van a ser letra muerta”, afirma.

Si es periodista, es por su formación autodidacta. Estudió en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima y en el Seminario Evangélico de Lima. Las experiencias de vida siempre dejan lecciones y Emma supo cómo canalizarlas. Con una larga trayectoria como reportera y columnista de opinión en distintos medios impresos, uno de los primeros pasos que dio luego de su transición fue lanzar un programa propio por redes sociales. Lo llamó Sin maquillaje. Quería un espacio para conversar sin pelos en la lengua sobre temas de política, cultura, y la infaltable diversidad sexual. 

Emma busca ahora apoyo ciudadano para conquistar los derechos civiles de su comunidad. Por medio de las redes sociales, promueve propuestas políticas como la ley de identidad trans. Explica lo difícil que es cambiar el género en el documento nacional de identidad, sobre todo cuando el o la solicitante no se ha sometido a una operación. Recuerda el caso de Dania Calderón, una mujer trans que luego de seis años de lucha pudo registrar su sexo femenino en su DNI. Cadenas opina que bajo dicha ley se atendería las solicitudes de las personas trans en vez de rechazarlas como ha venido haciendo el Reniec.

Ahora, a los 55 años, Emma está segura del camino que ha elegido. Es uno que desafía a la sociedad profundamente desigual y que discrimina. Ella vive tranquila y en paz; tiene la suficiente personalidad como para levantar la voz y hacerse escuchar. 

Liberato Kani

Una pasión por el hip hop y sus raíces quechuas entrelazaron la vida de Ricardo Flores Carrasco, conocido como Liberato Kani, cantautor de música en quechua y fundador de la banda Quinta Rima. Ricardo buscaba un nombre que representara lo que él sentía por la música: esa libertad absoluta para expresar todo lo que se encontraba en su corazón. Así fue como nació liberato, que en latín significa “hombre libre”, y kani, que quiere decir “soy” en quechua. “Me bauticé en 2016 como un hombre libre”, recuerda. 

Ser cantante en una lengua discriminada dentro de un país centralizado no es tarea fácil. No todos han recibido bien su música. “He escuchado voces que menosprecian mi trabajo, que lo ven como algo raro”, afirma Liberato. Según él, solo un cambio radical en la educación podría lograr que los peruanos de a pie tomen en serio nuestras lenguas originarias. 

Liberato nació en Lima en 1993 y vivió hasta los 8 años en el populoso distrito de San Juan de Lurigancho. A esa edad, tras haber quedado huérfano de madre, lo llevaron a Umamarca, un pueblo situado a tres horas de Andahuaylas (Apurímac), donde lo recibió su abuela Francisca. Allí se nutrió de las costumbres y rituales andinos de sus ancestros, allí aprendió a hablar en quechua, una lengua que lo identifica, lo libera y lo hace feliz. “Sentía mucha curiosidad por el significado de las palabras, y fui aprendiendo sobre todo con mi abuela, quien habla tanto español como quechua”, relata.

Imagen del videoclip de su canción “Pawaspay”. 
Foto: archivo personal. 

Siendo un adolescente dejó Apurímac y volvió a San Juan de Lurigancho con un nuevo idioma para comunicarse con su gente y una identidad forjándose día a día. Aunque recuerda su infancia con cariño y describe Lima como la ciudad de todos los colores, Liberato Kani admite sentirse más identificado con Apurímac. “La música me ayudó a valorar la importancia de la cultura de mi familia y de mis antepasados, y a recordar las vivencias que pasé en la provincia”, explica con inocultable nostalgia. 

Bárbara Ventura

Bárbara nació con artrogriposis múltiple congénita, o como ella lo explica, un grupo de enfermedades raras que impide el crecimiento y desarrollo de las articulaciones. Debido a ese mal, siempre quiso involucrarse en el empoderamiento de las personas con discapacidad, y por eso fundó junto a su hermana y otras personas con discapacidad una organización sin fines de lucro llamada Luchando Contra Viento y Marea. Eligió este nombre porque considera que resume su experiencia de vida. “Desde que una persona con discapacidad abre los ojos, vivir es toda una odisea. Necesitamos contar con los apoyos necesarios para sostenernos”, destaca. 

Ella identifica distintos lugares, espacios y vías ‘públicas’ de la ciudad de Lima en los que no puede circular. Quienes los diseñaron no pensaron en personas como ella. “Yo siento una invisibilización cuando los entornos no son accesibles. Por ejemplo, yo quiero ir a una calle de Barranco pero tiene muchas escaleras, y eso evita que pueda transitar porque estoy en una silla de ruedas”, se queja con absoluta razón. 

Segunda jornada de Vida independiente de la asociación Luchando Contra Viento y Marea. 
Foto: archivo personal. 

A raíz de estas exclusiones que se dan en el espacio público, y de las cuales la mayoría no se percata, Bárbara cree que en el Perú hay una agenda inclusiva por cumplir, empezando por la infraestructura del transporte público. Carece de vías adaptadas para desplazarse de un lugar a otro sin problema alguno. “No hay una cultura de la discapacidad porque las personas ocupan o se sientan en los espacios reservados para nosotros».

Bárbara estudió Administración de Empresas en la Universidad Tecnológica del Perú (UTP). Recuerda que para esta institución académica fue todo un reto de inclusión. Tenía clases en el tercer piso, pero no había un ascensor para personas como ella. “No es agradable que me tengan que cargar para llegar hasta mi salón de clases. No soy un paquete y me puedo caer”, recuerda con cierta molestia. Su formación escolar fue diferente, estudió en el colegio La Alegría del Señor, una institución dedicada a la educación especial y a la que solo iban jóvenes con discapacidad física.

Ella considera que el haber tenido esa ayuda desde pequeña fue luego una motivación para relacionarse bien con sus compañeros, ya que pudo prepararse con miras a sus propios problemas en el futuro, como viajar sola a Estados Unidos.

Sharún Gonzales

Sharún forma parte de la comunidad afroperuana. Tenía doce años cuando empezó a hacer activismo y visibilizar sus demandas. Inició este proceso en una escuela de jóvenes afroperuanos organizada por el Centro de Desarrollo Étnico (Cedet). Ahora forma parte de Barrer Project, un espacio de reflexión, acción y visibilización de mujeres negras. Fue creado en la cuarentena de 2020 a partir del reencuentro con tres amigas suyas que tomaron a Victoria Santa Cruz como fuente de inspiración. También tiene una columna de opinión en Jugo de caigua, “una cooperativa de escritorxs y divulgadorxs que te da una dosis de reflexión en ayunas, sin colesterol informativo”. Allí Sharún escribe sobre machismo, racismo, feminismo, políticas públicas y otros tópicos que conoce no solo por sus estudios de Periodismo en la PUCP, sino por sus maestrías en Ciencia Política, Estudios Latinoamericanos y por los Estudios de Género que realizó en la Universidad del Sur de la Florida. “Este no es un espacio activista sino de incisión y conocimiento mediante las líneas de investigación que yo seguí”, especifica.

Actualmente Sharún es docente de pregrado y posgrado en nuestra casa de estudios. Foto: archivo personal. 

En un artículo titulado “¿Qué significa ser una mujer afroperuana?”, Gonzales sostiene: “Ser una mujer racializada negra en el Perú es una experiencia amplia. Es así porque lo que nos une es, sobre todo, la visión externa que nos categoriza como “negras”. No hay nada inherente en nuestro cuerpo, mente o emociones que nos caracterice como tales. Junto a la visión externa y la clasificación racial (racialización), vienen la discriminación y el trato diferenciado. La evidencia sobre experiencias de violencia basada en raza y género hacia mujeres afrodescendientes es irrefutable. Aun así, algunas mujeres afroperuanas niegan la discriminación o les es indiferente como resultado de sus experiencias y las personas con ideas racistas se amparan en ellas para justificar que su comportamiento es normal e incuestionable”. 

“Todas las preguntas nos devuelven a la educación”, afirma Sharún, cuando le preguntamos desde dónde considera que debe empezar ese cambio que denuncie prácticas tan ‘normalizadas’ como el racismo en distintos ámbitos de la vida pública.

Explica que el racismo nuestro de cada día es el resultado de un discurso que ha estado enraizado durante 500 años. “Los afroperuanos somos descendientes de los miles de africanos trasladados forzosamente a este lado del mundo”, recuerda. La situación para los afroperuanos no se puede comparar con ningún otro grupo en el país: “Solemos hablar de indígenas y afrodescendientes, como si fuéramos aceptados por los mismos problemas. No, no es lo mismo”, relata.

La historia nos recuerda el acoso a las mujeres esclavizadas. Y eso explica los problemas que muchas mujeres viven en su maternidad hoy en día. “La maternidad no era un derecho dado, las madres eran separadas de sus hijos. Por eso es importante hablar sobre la lactancia negra y su significado en nuestra sociedad”, expone Sharún.  

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