Rocío Silva Santisteban: Luego de los resultados electorales, me queda claro que nuestra sociedad es completamente autoritaria

Con su cargo de congresista (y con una efímera posibilidad de haberse convertido en presidenta interina), el 2020 ha sido la primera vez que Rocío Silva Santisteban ejerce un puesto de representación nacional. Sin embargo, desde distintos espacios, su vida siempre ha estado ligada a la política. Todas esas experiencias, junto con los viajes y las lecturas, han determinado su posición: feminista, ecologista y de izquierda. Una izquierda distante a la que ahora tiene posibilidades de llegar al poder con el conservador Pedro Castillo.

Por: Nicolás Cisneros


Rocío Silva Santisteban se recuerda en los pasillos del Congreso el 15 de noviembre de 2020. Entre idas y venidas, con premura, ella lideró la lista de Mesa Directiva que ese día aspiraba a reemplazar a Manuel Merino, quien había renunciado tras las multitudinarias protestas en rechazo a su designación como Presidente de la República. Pero a las siete de la noche de esa jornada, la llamada lista de consenso que ella encabezaba estaba a punto de caerse. 

—Oye, ¿estás loco? ¿cómo vas a hacer una cosa así? ¡El Perú se está desangrando! —recuerda haberle recriminado con hartazgo e indignación al actual presidente Francisco Sagasti, quien minutos atrás había decidido retirar su firma como vicepresidente de la lista.

Habían pasado menos de veinticuatro horas desde su primera reunión con Sagasti y ya había cambiado cuatro veces de opinión sobre su presencia en la lista. Silva Santisteban intuye que detrás de esta actitud estaban las presiones de su partido, en especial la de Julio Guzmán, pues el ahora mandatario integraba su plancha presidencial para las elecciones de 2021. 

Minutos después, logró convencerlo de reponer su firma y someter su lista a la votación de un Pleno que, finalmente, entre sorpresas y repentinos cambios de opinión, no le dio su respaldo. A las nueve y cincuenta de la noche acababa ese día de intermitentes posibilidades de convertirla en la siguiente presidenta de un país acéfalo y en crisis.

La congresista sabía que aceptar liderar la lista traería consigo conflictos. “Me iba a pelear con mi grupo político, me iba a tener que estar batiendo día a día en una crisis espantosa. La campaña de terruqueo de por sí ya había escalado rápidamente, pero lo que más me preocupaba era que pare la situación de las calles, que no haya una muerte más”, confiesa. Para mitigar estas dudas también pensaba en Fernando, su padre, historiador y antropólogo ya fallecido. “Él nos enseñó a querer y respetar al país ante todo”.

Rocío Silva Santisteban con su padre, el historiador y antropólogo Fernando Silva Santisteban. Foto: Archivo personal.

Para Silva Santisteban, su vida no puede entenderse sin el contacto que ha tenido con el Perú, a través de sus constantes viajes. Estos, junto a las tempranas lecturas de José Carlos Mariátegui y la historia del APRA, influyeron en su posición política de izquierda.

El viaje que más recuerda fue el que hizo para trabajar con los ronderos en Cajamarca cuando terminó su carrera de Derecho, a fines de los ochenta. Lo presenciado en aquella experiencia la llevó a tomar una postura ecologista que, considera, la distingue de aquella facción de izquierda progresista de Nuevo Perú y Verónika Mendoza. Aún así, junto con su grupo político, decidieron apoyar con fondos y con la difusión la reciente campaña rumbo a la presidencia de la lideresa cusqueña. 

Silva Santisteban ve a Mendoza como alguien capaz de dirigir un país casi idéntico al que ella estuvo a punto de presidir hace unos meses: uno que naufraga en distintas crisis. También ve en ella una “energía alucinante”, como aquella vez que la acompañó a Ayacucho para la campaña de 2016 y vio cómo se quedaba hasta tarde bailando en la plaza. Sin embargo, esta vez Mendoza se quedó aún más lejos de pasar a segunda vuelta que en aquella anterior ocasión.

—¿Qué considera que le faltó a la izquierda liderada por Verónika Mendoza para conseguir mayor respaldo electoral en la primera vuelta?

—A la izquierda le faltó decir que es de izquierda. Debido a la campaña de terruqueo, que yo he vivido varias veces, siento que ella intentó correr al centro. Recuerdo que en una entrevista, Mávila Huertas le pregunta si es comunista o socialista. Ella le responde “Yo soy de la gente”. Me pareció pésimo, porque esa fue la estrategia que utilizó Ollanta Humala en 2011 y lo que implicó la posterior traición a sus electores. Castillo ha pasado a segunda vuelta planteando lo que es en realidad: un rondero de una izquierda no marxista y muy conservadora. Así ha pasado. Y algo que me queda clarísimo al ver los cuatro candidatos más votados es que nuestra sociedad es completamente autoritaria: la búsqueda de alguien que va a solucionarte el problema y pondrá mano dura.

—Además del aspecto que ha mencionado, ¿no le parece que a Mendoza le faltó mayor presencia en regiones, a diferencia de Castillo?

—No exactamente. Ella ha viajado bastante a Ayacucho, Puno y a las ciudades periféricas, pero creo que se ha centrado mucho en capitales de provincia y no en el mundo rural. Una cosa es que vayas a Arequipa y otra que vayas a Camaná o al Valle de Tambo. Una cosa es que vayas a Ayacucho o a Huanta y otra a Chumpi, que está a ocho horas. Más bien Castillo se centró más en el mundo rural y eso fue fundamental. Su experiencia previa también tiene que ver mucho: él es profesor y ha sido dirigente de un sindicato que le ha hecho la pelea al Sutep, otro sindicato más importante y viejo. Para eso tuvo que consensuar y dialogar con sectores con los que quizás no esté muy de acuerdo. Esa es una experiencia política muy importante.

—Usted ha compartido en redes sociales algunas publicaciones que critican a Pedro Castillo, las cuales lo tildan, por ejemplo, de “machista de izquierda”. Por otro lado, siempre ha sido enfática en su rechazo al fujimorismo que encarna Keiko. ¿Quién le parece el mal menor en esta segunda vuelta?

—Tengo una posición discrepante con ambas posturas, pero considero que el fujimorismo es una lacra y le ha hecho mucho daño al Perú. A pesar de que he podido dialogar con algunos de ellos, como Diethell Columbus o Gilmer Trujillo, el fujimorismo como propuesta política no puede volver al país. Yo critico a Pedro Castillo porque se opone al aborto en casos de violación, a la eutanasia y al matrimonio igualitario. Se opone a todo el paquete de derechos vinculados con la identidad, cuyo reconocimiento luchamos día a día. No puedes borrarlo de un plumazo. Lo que hay que hacer es dialogar con él y plantear unos pedidos mínimos. Entiendo que estamos de acuerdo en algunos temas, como la gran relación capital-trabajo, que el Estado le ponga fin a la especulación o la necesidad de una Asamblea Constituyente. Para mí en particular un planteamiento mínimo es el respeto al pacto de San José y al Tribunal Constitucional, a pesar de que discrepemos con algunas de las sentencias de este último.

—Sobre la Asamblea Constituyente: ¿Qué le garantiza que esta proteja el paquete de derechos que usted defiende? El Congreso recientemente electo es en su gran mayoría conservador…

—Yo creo que estamos atravesando por un momento altamente conservador, pero considero que conversando la gente se entiende. No sé si sea muy optimista, pero pienso que hay un sector que, por ejemplo, rechaza el concepto de género por no manejar la información suficiente. No me refiero al fujimorismo que lo rechaza desde una perspectiva ideologizada ni a personas como el general Montoya, el almirante Cueto o todos los exmilitares que estarán en el Congreso. Con algunos sectores sí se puede hablar y pueden entender que, cuando se habla de género, es para hablar de la situación entre hombres y mujeres, y que no se trata de la “homosexualización de los niños”, que es un miedo creado que no tiene nada que ver con el avance de derechos.

—¿Y esa disposición al diálogo que esperaría en una Asamblea Constituyente la ha encontrado en el Congreso actualmente?

—Lo que pasa es que un grave problema de este Congreso ha sido la forma de comunicación virtual. No es lo mismo que estar en el hemiciclo y establecer toda una serie de relaciones más allá de la específica función de ser congresista. La verdadera política recién la vi en las discusiones sobre la Ley Agraria, que fue cuando habían bajado los contagios y muchos íbamos de manera presencial. Las discusiones que hemos tenido en el hemiciclo, en los pasillos o en la parte de atrás me ha hecho dar cuenta que tengo varios puntos en común con, por ejemplo, Betto Barrionuevo o la gente del FREPAP. En otros casos también he podido conversar con Diethell Columbus. Necesitábamos solucionar temas determinados y, para eso, teníamos que conversarlos. Cada parte plantea sus argumentos, tratamos de llegar a un acuerdo y, cuando no se puede, se vota y la mayoría toma la decisión. Así es como funciona un parlamento. Esa falta de espacio de relación política más directa ha sido el gran problema que hemos tenido los congresistas actuales y que tendrán los siguientes.

Silva Santisteban tenía 56 años cuando tomó la decisión de postularse a un cargo de representación política como candidata al Congreso en la lista del Frente Amplio. Con cincuenta mil votos y la valla electoral superada por su partido, ella logró conseguir un escaño en el breve periodo complementario de 2020-2021, aquel turbulento periodo marcado por la inestabilidad. 

 Como una premonición de lo que le ocurriría en noviembre de 2020, la decisión de postular llegó de manera inesperada y exigía una respuesta rápida de su parte. “Me dijeron que el número 2 de la lista se había retirado. Me preguntaron si quería entrar y que, si no entraba, la lista se caía. Les dije: ‘Ya, pónganme pues’”, rememora entre risas.  

“Igual siempre he sido una persona política y he estado en diferentes espacios de la política, en las bases”, añade enseguida. Su trayectoria confirma esa vida vinculada a dicho ámbito: en 1987 trabajó en el área de desarrollo del ya desaparecido programa estatal Cooperación Popular, fue elegida secretaria ejecutiva de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos en 2011 y ha sido docente en varias áreas como Derecho, Literatura y Género.

El interés por la política llegó cuando estaba en tercero de secundaria y coincidió con la instalación de la Asamblea Constituyente de 1978. Silva Santisteban recuerda que le pidió a su padre que la lleve al hemiciclo y, desde las graderías, presenciaba con interés los debates que sostenían diversos políticos como Victor Raúl Haya de la Torre o Hugo Blanco. 

No se afilió a ningún partido, pero desde 2016 forma parte de un pequeño grupo político que se reúne cada semana. De hecho, una hora después de la entrevista, tuvo un Zoom con sus integrantes. El grupo se llama Ana Tallada – Movimiento de Izquierda Peruana. Formaban parte del Frente Amplio, pero hace unos meses decidieron apartarse. Las decisiones que Silva Santisteban toma en el Congreso no solo las hace conversando con su bancada, sino también con esta agrupación. 

“Por ejemplo, el tema de la vacancia en noviembre fue una decisión que la conversé al interior de mi grupo político”, precisa la congresista. Junto con Mirtha Vásquez, fueron las únicas dos congresistas del Frente Amplio que se opusieron a la vacancia del expresidente Martín Vizcarra. Al relatar los hechos de aquel 9 de noviembre, Silva Santisteban define gran parte de los votos como algo sentimental y poco racional.

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“Cuando llegué al hemiciclo en la mañana, pregunté si lo iban a vacar y la mayoría me decía que no iba a pasar nada, pero el día anterior un medio había sacado un informe donde exponía las denuncias que tenía cada congresista. Cochero (Fernández Chacón) estaba molesto porque le habían sacado una denuncia de hace medio siglo; María Teresa Céspedes, porque le habían sacado una denuncia de una pelea que tuvo en una reunión de APAFA. Y de repente a Vizcarra se le ocurre mencionar estas denuncias de los congresistas. Yo estaba en el hemiciclo y escuché cómo muchos empezaron a abuchear y a preguntarse ¿Qué se ha creído?, porque él ya estaba con los temas de Obrainsa y Richard Swing. Ya era rochoso. Yo voté en contra de la vacancia por defender la institucionalidad, pues a Vizcarra no lo conocía ni en pelea de perros, solo lo vi en Palacio cuando fuimos con la bancada a saludarlo. Pero empecé a escuchar varios que decían “a favor” y, de pronto, ya lo habían vacado. Yo no lo podía creer. Al día siguiente, mientras juramentaba Merino a las diez de la mañana, Mirtha (Vásquez) y yo nos encontrábamos con Daniel Olivares. Estábamos en las calles, oponiéndonos a esto”.

Rocío Silva Santisteban junto a Mirtha Vásquez protestando en noviembre por la designación de Manuel Merino como Presidente de la República. Foto: Archivo personal.

—¿Ya estaban hablando de reemplazar la mesa directiva de Merino en ese entonces?

—No, no teníamos en claro la propuesta. No sabíamos qué iba a suceder. Pero al pasar los días, las protestas escalaron, había heridos, detenidos, desaparecidos. Ahí comenzamos a pensar qué recursos legales podíamos mover contra la situación que ya se estaba instalando. Uno de esos recursos podía ser presentar una moción, pero aún no hablábamos sobre cuándo hacerlo. Por eso, cuando Francisco (Sagasti) viene a mi casa a las ocho de la noche del sábado y me propone encabezar una propuesta de nueva Mesa Directiva, lo pensábamos para más adelante. Pero mataron a Inti y Bryan y se precipitó todo.

—Incluso, Luis Váldez en esa madrugada declaró en los medios que había convocado a una Junta de Portavoces en la mañana para buscar una solución.

—Sí. Luego de eso, Francisco (Sagasti) me llamó a las tres de la madrugada y me comentó que había pensado que sería mejor que él encabezara la lista. Yo acepté, pero a las ocho de la mañana del domingo me dijo que mejor yo volviera a liderar la lista. Me pareció muy extraño. En la Junta de Portavoces tuvimos toda una discusión sobre qué hacer con Merino. Intentamos llamarlo, pero no contestaba, así que ahí tomamos la decisión de que toda la Mesa Directiva se vaya y, por ende, Merino también. Y de repente, dio su conferencia. Seguía leyendo y no mencionaba nada sobre su renuncia. Diethell Columbus veía el televisor y decía: “No va a renunciar, no va a renunciar este tipo”, hasta que finalmente lo hizo.

Silva Santisteban fue juez y parte aquel domingo que el Pleno votó su lista: tras la renuncia de Merino, ella asumió la Mesa Directiva interina porque su lista perdió en marzo contra la del renunciante. Foto: Congreso.

Pese a otro cambio de opinión de Sagasti a las seis de la tarde para que él lidere la lista, finalmente la Junta de Portavoces decidió que Silva Santisteban lo iba a hacer.  Le llamaban la lista de consenso y era la única que postulaba. Los voceros habían asegurado que sus respectivas bancadas votarían por ella, pero horas después cincuenta y dos congresistas le negaron su apoyo en el hemiciclo. 

Silva Santisteban atribuye la derrota de su lista a varios factores: la campaña de terruqueo en su contra que fue emprendida en cuestión de minutos, una falla de comunicación de los voceros con sus bancadas, a los ánimos desestabilizadores de algunos congresistas e, incluso, al papel de Gino Costa. “Luego de la votación, los de Acción Popular me dijeron ‘Gino ha venido y nos dijo que no votemos por ti´. Eso me pareció pésimo”, sostiene la congresista. 

En las horas previas, cuando Silva Santisteban parecía perfilarse como la próxima Presidenta de la República, muchas personas —incluyendo amigos cercanos— le recomendaron conformar un gabinete de centro. Ella lo iba a hacer, más que todo porque sabía que no podía ser de otra manera: “Me decían que lleve a una persona opuesta a mí para que sea el premier, un varón, más de centro. Yo pensaba que podía ser Allan Wagner”, confiesa. 

El ahora canciller hubiera podido ser el primer ministro de aquella presidencia que nunca llegó a concretarse.

El Perú pasó la noche del domingo sin presidente. Al día siguiente, Francisco Sagasti lideró una lista de Mesa Directiva que sí logró recibir la mayoría de votos a favor. A Silva Santisteban le pareció una buena opción por el consenso que generaba en esa agitada coyuntura. “Para mí lo más importante era resolver la situación que pasaba en las calles. ¿cómo pudieron morir dos jóvenes por una situación que se pudo controlar? Eso me golpeaba como madre, como ciudadana, como peruana”, añade.

Selfie que Silva Santisteban se tomó con Sagasti cuando fue elegido para asumir como presidente. Foto: Facebook de Rocío Silva Santisteban.

En tres meses dejará el cargo de congresista. Por ahora sigue dictando clases en dos universidades, edita un libro sobre las esterilizaciones forzadas y escribe poesía, algo que hace desde que estaba en el colegio. Al terminar su periodo como parlamentaria, espera también encontrar la tranquilidad para poder terminar el libro de memorias sobre este breve periodo de representación política. “¡Que tiemblen los corruptos!”, sostiene sobre este proyecto.