Después de casi veinte años, le anunciaron que su programa ya no iba más. Los espacios para niños no vendían en la televisión, el dinero estaba en los realities. Hoy tiene prohibido utilizar el disfraz del dragón porque los derechos son del canal. Debe aprender a ser él mismo.
Por: Carlos Portugal
Portada: Sanyin Wu
Hace un año que no ve su traje de Timoteo. Lo tiene guardado en un almacén lejos de su casa. El hombre que bajo ese muñeco gigante hizo reír en la televisión por casi veinte años sale de un taller de teatro en Miraflores en el más completo anonimato. Hace un año que América Televisión lo invitó a retirarse. Timoteo ya no era rentable para el canal, le dijeron. Los niños ya no son como los de hace veinte años, han cambiado. El dinero está en los realitys, no en los programas infantiles. Los niños que coleccionan álbumes de Combate o Esto es guerra quieren ser Nicola Porcella o Alejandra Baigorria. Nadie quiere ser Timoteo. Su excompañera María Pía Copello es conductora de Esto es Guerra, el tema es claro: en estos tiempos Yola no tendría burbujitas sino a un grupo de combatientes. Timoteo ya no puede ser Timoteo. Puede, digamos, hablar o reír como él, pero en público tiene prohibido utilizar el disfraz. Eso es propiedad del canal. Intentó que no fuera así, incluso ofreció que no le paguen la indemnización de todos sus años de trabajo con tal de seguir siendo Timoteo. Pero no le aceptaron. Desde entonces no ha visto el traje. Su abuela le ha pedido que por su cumpleaños se lo ponga, que sea ese Timoteo que hacía reír a su familia y al país. Ricardo Bonilla no sabe si lo hará. Cuando se lo ponga es probable que no pase nada, que se divierta y sea Timoteo. El problema está en lo que va a sentir cuando se lo vuelva a sacar.
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Si no fuera por su hijo lo más probable es que Ricardo Bonilla no hubiese sido Timoteo. La decisión era simple: ser Timoteo le aseguraba más ingresos. No es tan difícil perseguir lo sueños si nadie depende de uno, pero si esto cambia, se suele decidir por lo práctico. Cuando le ofrecieron ser Timoteo, su esposa Cecilia Namoc estaba embarazada. Antes de todo eso, Ricardo Bonilla había soñado con ser actor desde niño. En casa lo llamaban el artista, era seguidor de los cómicos de Risas y Salsa, e imitaba el andar de su tío que llevaba una pierna ortopédica. En el colegio siempre salía a todas las actuaciones junto a Carlos Carlín. Entró a su primer taller de teatro a los dieciséis, y poco después actuó en su primera obra. Era un inicio auspicioso. Así estuvo durante diez años combinando la actuación con la labor de tramoyista en el teatro Canout. Fue ahí, mientras hacía una obra para niños, que conoció a la directora de un programa de América y le ofrecieron el puesto de coordinador de televisión; tenía que manejar el estudio. Además era mimo en el programa de Gisela. Se sentía cómodo. Entonces le pidieron ideas para un nuevo segmento infantil, pensó en un niño-grande que narraba noticias y era cuentacuentos. Lo rechazaron, pero le dijeron que tenía talento para improvisar. Le propusieron un dragón como el que salía en el show del argentino Marcelo Tinelli. La diferencia estaba en que este dragón peruano hablaría. Había algo con lo que Ricardo no contaba: su papel sería dentro del muñeco. Lo contrario a la búsqueda de reconocimiento de los actores es estar atrapado en un personaje en el que no te muestres. Si aceptó fue porque le ofrecieron el dinero que necesitaba. “Pensé que sería por menos tiempo”, dice.
Era 1995 y había nacido Timoteo.
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En un comienzo no le parecía divertido ser Timoteo. Estar dentro de un muñeco, con sudor, con visión limitada y tener que forzar la voz, no parece ser el sueño de ningún actor. David Joyner, el tipo que hizo de Barney por diez años decidió dejar de estar debajo de ese personaje, para intentar una carrera en las tablas. En el programa lo acompañaba Karina Rivera, una exmodelo de Gisela en América. La dinámica entre ambos funcionó unas semanas después, cuando Ricardo decidió que si iba a ser Timoteo lo haría de la mejor manera. Entonces se fue soltando y aparecieron las improvisaciones. La famosa frase de la refurinfunflay no fue otra cosa que un escape a no decir una lisura.
Karina: ¿Cómo te sientes?
Timoteo: ¡¡¡Deee la ree…!!!
Karina: Timoteo, ¿qué estás diciendo? ¿De la reeee?
Timoteo: ¡¡¡Deeelaaa reeefuuurinfunflay!!!
El programa empezó a pegar. Se grabó un spot donde Karina y Timoteo iban a dormir con una canción pegajosa. Ricardo Bonilla aprendió a ser Timoteo, a utilizar un buzo dentro del muñeco para no sudar ni malograrlo, a cambiarse de ropa luego de cada segmento del programa, a meterse en el personaje. Inclusive empezó a utilizar a Timoteo a su favor. Una vez, cuando su esposa estaba molesta por una discusión, fue al trabajo de ella con una rosa en la mano, vestido como Timoteo y pidiendo disculpas en nombre de Ricardo. En los bancos cuando le preguntaban su trabajo y él contaba que era Timoteo, le pedían que haga la voz, y conseguía un trato más amable. A su hijo cuando tenía cinco años lo molestaban en clase porque decía que su papá era Timoteo y no le creían. La profesora citó a Ricardo para decirle que su hijo tenía mucha imaginación y que estaba diciendo cosas que no eran. Ricardo le explicó que sí, que él era Timoteo.
Ya había aprendido a disfrutar serlo.
Estar en la televisión es también sacrificar ciertas cosas. En el caso de Ricardo, la tranquilidad nunca fue una de ellas
Mientras los demás personajes debían esconderse de las cámaras, él podía pasar cerca de una sin ser reconocido. Su sacrificio estaba más relacionado al tiempo. Ser Timoteo generaba una agenda de viajes por todo el país, de circos en julio, de presentaciones aquí y allá, incluyendo Navidad. En uno de esos diciembres, su hijo enfermó y Ricardo estaba obligado por contrato a viajar. Salir de la ciudad en Navidad y dejar a un hijo enfermo, suele de por sí ser un problema, tener que subir a un escenario y hacer reír a la gente mientras uno está preocupado, es una de esas complicaciones que se acepta al decidir ser actor. Cuando Ricardo se ponía el traje dejaba de ser Ricardo. “Una vez que entraba al traje, me olvidaba de quien era. Tenía una especie de transformación interna. Me convertía en el personaje”. El problema era cuando estaba preocupado, entonces empezaba a sentir su cuerpo. Los brazos, la piel, su boca. Esa Navidad con el hijo enfermo fue cuando más lo sintió. Aunque fue por solo unos minutos. Tenía que seguir, porque el espectáculo jamás se detiene. “Son pocas veces las que tomaba conciencia. Empezaba a mirarme debajo del disfraz, ver mi nariz, mis pómulos, sentir mi respiración, ver dónde estoy, y entonces descubrir que estoy encerrado”. Cuando regresó a Lima, su hijo no había mejorado. Lo habían internado en el hospital. Ricardo prometió que regresaría al hospital a ayudar si su hijo se curaba. No dejó sin cumplir esa promesa. Después de unos años, regresaba disfrazado de Timoteo para hacer reír a niños enfermos. Es difícil entender la fuerza de dos imágenes. Una: la sonrisa de un niño con cáncer terminal. Dos: hacer reír a un grupo de niños que están detrás de un vidrio porque no pueden exponerse debido a una enfermedad. Timoteo era entonces una figura que los niños querían cerca. Una vez lo llamaron para que conozca a una pequeña con leucemia. Durante dos años, Timoteo iba a su casa regularmente para que ella riera al verlo entrar. Hasta que un día lo llamaron para avisarle que había fallecido.
“En un comienzo no le parecía divertido ser Timoteo. Estar dentro de un muñeco, con sudor, con visión limitada y tener que forzar la voz, no parece ser el sueño de ningún actor”
Ricardo notó que su hijo crecía cuando dejó de querer a Timoteo para sus fiestas de cumpleaños. Notó que él también envejecía y que el tiempo pasaba bajo el disfraz cuando Karina quedó embarazada. En un principio, por recomendación de la productora, ella no contó nada sobre su embarazo, pues sabían que era peligroso. Era muy probable que los directivos del canal tomaran la decisión de separarla. Lo ocultó bien hasta que por una amenaza de aborto, empezó a faltar a algunas presentaciones y tuvo que confesarlo. El primero en enterarse de la decisión de despedir a Karina fue Ricardo. “Cuando me dan la noticia, yo no sabía qué hacer, me dijeron que no le diga a nadie ni a Karina. Mi hijo tenía cuatro años, no sabía qué hacer, tenía miedo”. Era difícil para él: después de cuatro años y medio, Karina no era solo su compañera, sino su amiga; sin embargo, el miedo pudo más y se quedó callado. Después de tantos años de pensar en eso, hoy sabe que actuaría distinto, que le advertiría a Karina y que renunciaría si a ella la despedirían. “Todo ocurrió tan rápido. Terminamos de grabar y la llamaron a la oficina principal. Fue una inmadurez mía. Debí contarle. Debí prepararla. Debí decirle que yo me iría con ella. En un principio, con justa razón, yo sentía que Karina estaba molesta conmigo”. No se hablaron por un año, hasta que gracias a un amigo pudieron reencontrarse. Karina lo perdonó, volvieron a juntarse y conversar seguido. Pero Karina y Timoteo jamás volverían a llamarse Karina y Timoteo. Ella ya no estaba en el programa. La verdad es que Timoteo nunca pudo olvidar que le falló a Karina.
En la televisión los personajes se reemplazan con castings. Eso hizo el programa los días siguientes. En un principio, en un casting donde desfilaron Daniela Sarfati o las gemelas Antuané y Anabel, la elegida fue Ana Karina Copello. A Ricardo le habían pedido su opinión para la selección, y Ana Karina era con quien se sentía más cómodo. Sin embargo, después de grabar el piloto con Ana Karina, el canal cambió de decisión y llegó la otra hermana Copello, María Pía. El programa continuó, en el último con Karina, ella se vestía de astronauta y explicaba que tenía que irse presentando a María Pía. En la ficción, María Pía y Timoteo funcionaban perfectamente, pero el engranaje de complicidad que había con Karina nunca pudo superarse. “Con María Pía tuvimos una muy buena relación laboral. Pero el proyecto de Timoteo nació con Karina”. Es un tema sencillo: el programa había empezado de una forma y acostumbrarse a todo cambio era difícil.
Lo que Ricardo había ganado con el tiempo era mucho más libertad, de la que empezó a abusar. La primera vez que lo notó fue cuando en un aniversario del programa aún con Karina llamó el gerente del canal a felicitarlos en pleno programa en vivo, y como a Karina le obsequiaban flores, Timoteo preguntó por su regalo.
Gerente del canal: Lo que tú quieras Timoteo. Puedes pedir lo que quieras.
Timoteo: ¡¡¡Quieeeero, quieeeeero, quieeero…!!! (Pausa)
Timoteo: ¡¡¡Quieeeero una muñeeeeca inflaaaable de Kariiiina!!!
Todos se quedaron mudos. Ricardo Bonilla miró por esos ojitos del disfraz que solo dan vista directa y volteó a ver a Karina muerto de vergüenza. Todos rieron. Que el disfraz sea de un dragón no quitaba que el que estaba debajo no era un niño. Aunque en definitiva no es lo correcto, las bromas de doble sentido suelen suceder en los programas infantiles, ningún niño las entiende hasta que empieza a crecer. Parte de una verdad: los desarrolladores, guionistas o actores, son grandes que trabajan haciendo cosas para niños. Ni la cinematografía de Disney, ni Bob Esponja han estado exentos de esta culpa. En todo caso, Timoteo tuvo que aprender a regularse. El problema era que la llegada de María Pía había creado una nueva relación con el personaje. “En la historia de Timoteo, Karina era como un amor platónico, pero para el personaje María Pía era más cercana”. Esta cercanía hacía que Timoteo tenga más posibilidades de chistes con María Pía, situaciones de conquista, bailes propuestos por Timoteo, bromas de doble sentido, abrazos. Incluso hace unos meses, uno de los videos de Timoteo bailando muy cerca a María Pía fue compartido por redes sociales bajo el nombre: Infancia Destruida, con más de 32 dos mil vistas. “Por momentos me daba cuenta. No podía ser, pensaba. El personaje ya se estaba poniendo muy pícaro”. No ocurría solo en la televisión, a las fiestas infantiles que lo invitaban, los papás esperaban que Timoteo sea gracioso para todos, que soltara algunas de esas ocurrencias que uno no esperaría en un dragón.
Por supuesto todo esto cambió cuando su hijo le pidió que dejara ese tipo de bromas.
Permanecer dentro de un disfraz en una fiesta infantil es lo más cercano que se puede estar de saber de cuánta paciencia uno es capaz. Timoteo tuvo que sortear a niños que le jalaban la cola, o le tiraban puñetes, inclusive en una oportunidad se levantó la cabeza para pedirle a un niño que dejara de molestarlo. Pero más allá de esos detalles, la verdad es que en general lo disfrutaba. Ricardo es del tipo de hombre que se siente cómodo rodeado de niños. Cuando se casó, pensó con su esposa que tendrían una familia numerosa, pero esto se complicó por el ritmo de su trabajo. Tenía shows infantiles uno tras otro. Animaba cumpleaños. Iba a presentaciones del canal. Cuando María Pía renunció, no fue una sorpresa. Ya se sabía que ella quería buscar su propio rumbo en otro lado. En el 2007 nació un nuevo compañero, el profesor Otto, un divertido científico con pinta de excéntrico. Ricardo decidió que debía perfeccionar a Timoteo como personaje, crearle más personalidad, más historia, más motivaciones. Estaba en eso cuando en el canal empezó a correr un rumor: era muy probable que cancelen el programa. Le dijeron que ya no era rentable. La ley de publicidad infantil prohibía anunciar ciertos productos en programas para niños, y el rating ya no era el de antes. Los niños habían cambiado. Fue una larga agonía. A Ricardo lo despidieron en 2014, el mismo año en que Combate cumplió tres temporadas y Esto es Guerra dos, con los ratings más altos de la televisión, y con numerosos productos de merchandising, como posters o álbumes que se vendían principalmente entre colegiales de primaria.
En muchas fiestas infantiles ya no se escuchaba música para niños, sino reggaetón. Los niños, el público de Timoteo ya no era el mismo de antes.
“Ricardo notó que su hijo crecía cuando dejó de querer a Timoteo para sus fiestas de cumpleaños. Notó que él también envejecía y que el tiempo pasaba bajo el disfraz cuando Karina quedó embarazada”
En el momento en que le pidieron su salida, Ricardo ganaba once mil quinientos soles por ser Timoteo y estaba en planilla. Ofreció que no le pagaran la indemnización con tal de seguir utilizando el disfraz, pero se lo negaron. Pidió que al menos alguien más lo utilice, que alguien herede el disfraz. “Lo que yo realmente no entendía era por qué dejar al personaje sin vida”. Los derechos de Timoteo pertenecían al canal, sin embargo, era Ricardo quien le había dado la personalidad. Este no es un debate extraño. Carlos Villagrán y María Antonieta de las Nieves estuvieron años en disputas legales con Roberto Gómez Bolaños por esa razón; la discusión es: ¿el personaje es de quién lo crea o de quien lo personifica? Lo cierto es que en la televisión, después de tantos años, los personajes terminan definiéndose por sus actores “Sí, me jode. Me jode que ya no continúe Timoteo. Que ya no siga el personaje. No es importante que yo esté, sino que el personaje no muera. Me hubiera gustado darle la posta a alguien. Pero no, el canal es como el perro del hortelano” Días después de cancelado el programa, Ricardo Bonilla puso una fotografía en Facebook con el traje, en la que mostraba su cara. Ahí escribió: “No es romper ilusiones ni mucho menos el encanto. Siento que ahora empieza una nueva etapa y a luchar por lo que quiero, tanto en lo profesional y mucho más en lo sentimental junto a mi familia.
De cualquier forma, Timoteo continúa como un disfraz que ya no puede ser utilizado.
Este año será el primer año en que Ricardo tendrá vacaciones de julio. Luego de veinte años de circos y presentaciones por Fiestas Patrias, dejar de ser Timoteo hace que deba encontrar su propio espacio. Por suerte, fundó una empresa productora e invirtió en negocios. Ahora se matricula en todos los talleres que puede. Comparte clases con alumnos que tienen la mitad de su edad. Hace poco reapareció en el teatro con un breve papel en un musical que él producía. En realidad, a Ricardo no le faltan oportunidades para trabajar, pero la prioridad actualmente está ahora en su familia. Desde que no es Timoteo, tienen un día, además del fin de semana, para la familia, para poder conversar y pasar el rato juntos. Últimamente las conversaciones se centran en el viaje de julio. Están definiendo si las vacaciones transcurrirán en un crucero por el Amazonas o si se van a Marruecos. Hace unos meses, Ricardo tuvo que elegir entre la familia o volver a ponerse el disfraz. Era finales del 2014, y el canal organizaba una fiesta de aniversario, en la que le pidieron que vaya disfrazado de Timoteo y le pagarían una buena cantidad de dinero. El problema era que ese mismo día tenía una reunión con toda la familia de su esposa, planificada hace varios meses de anticipación; así que tuvo que negarse.
Ahora, tras dejar a Timoteo, la prioridad estaba en ser Ricardo Bonilla.
Como Timoteo no puede ser Timoteo, no habrá circo de Timoteo. En estos tiempos -salvo que seas el Cirque du Soleil- la supervivencia de un circo se basa en tener una imagen principal que aparezca en la televisión, como son el de la Chilindrina, el de Yola, o el de Esto es Guerra. El año pasado como Timoteo tampoco podía ser Timoteo alquilaron todo para un personaje de Combate.
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El parque Kennedy es uno de los espacios públicos más concurridos de la ciudad. Ubicado en el corazón de Miraflores, está a unas cuadras del Centro Cultural Ricardo Palma. De ahí sale con ropa deportiva -un short y una sudadera- Ricardo Bonilla. Es un tipo de mediana estatura, de cuerpo fuerte como de futbolista en retiro, ojos negros intensos y cabello entrecano. Acaba de terminar un taller para actores, y camina hacia el parque, es horario de almuerzo y el lugar se llena de trabajadores que buscan un lugar para el refrigerio. Mientras cruza la pista, se escucha un nombre que suena al suyo y un carro para. Ricardo voltea como para ver quién lo llama, pero no es para él y sigue avanzando hasta un semáforo donde se detiene. Al frente suyo una docena de personas van a cruzar. Si Ricardo llevara el traje en el que estuvo cerca de dos décadas, todos se detendrían a verlo, pero Timoteo ya no puede ser Timoteo, y Ricardo se sienta en una cafetería y empieza a contar sobre esos años que vivió bajo el disfraz. Empieza a contar sobre el sudor, sobre las mudas de ropa, sobre los niños, sobre los viajes. Entonces dirá que este año está tranquilo, relajado, que disfruta de su familia, que mira teatro, que camina con su esposa, que conversa con su hijo. “A Timoteo le di el alma. Le di voz, personalidad, movimiento. Pero no se puede patentar el alma”, dirá, y en su voz se sentirá nostalgia, hasta que unos segundos después sufrirá una transformación, y volverá a ser Timoteo.
Timoteo: ¡¡¡Yo soooy Timoteooo de la Refurinfunflay. Jujuy Jujuy!!!
En el café las personas voltean, la mesera se detiene y los que pasaban por la calle lo miran.
La voz de un personaje se ha vuelto una atracción.
Timoteo: ¡¡¡Bueeeenas noooooches. Haaaasta mañanaaaaa. Que descansen y que duerman bien, Karina y Timoteo se van a la caaaaaama y túuuuuu taaaaaambién!!!
Al momento que termina la canción la transformación acaba, y regresa a ser Ricardo Bonilla.
El hombre que estuvo improvisando por más de veinte años bajo el disfraz de un dragón, tiene ahora, a los 46, el reto de hacer su improvisación más difícil.
Debe aprender a ser él mismo.