Castigada casi todos los veranos por las lluvias, los huaicos y la indolencia de sus autoridades, los vecinos de Chosica tratan hoy de levantarse del desastre y se organizan para reconstruirla. Uno de ellos es el autor de este texto, egresado de periodismo de la PUCP y actual productor web en una emisora local. Aquí sus impresiones sobre cómo una calamidad recurrente termina convertida por los canales de televisión en un espectáculo rebosante de frivolidad, egos desbordados y aprovechamiento político.
Por: Eduardo Maldonado
Portada: Útero.pe
Si Chosica fuera una persona, seguro se vería como una mujer muy elegante perdida en la calle, despistada por años, con las prendas de diseñador convertidas en harapos. La ciudad, que antes fuera refugio de la aristocracia limeña, ahora es un distrito de casi 230 mil habitantes, con su centro histórico Patrimonio Cultural de la Nación cayéndose a pedazos, hoy más que nunca.
Pero no solo Chosica luce así. Situación muy similar se vive en Trujillo, Piura y otras ciudades del norte peruano. El ‘Niño Costero’ nos ha dejado enormes pérdidas, pero las inundaciones también han permitido que verdades escondidas emerjan a la luz. Que el distrito de Lurigancho Chosica no haya sido incluido en la lista de zonas declaradas en emergencia por la gestión de PPK es un gesto alentador para quienes sabemos que no estamos frente a un desastre natural, sino ante uno provocado por la negligencia de autoridades inescrupulosas que priorizaron sus intereses electorales y económicos a la seguridad de sus pueblos y que se frotan las manos con cada partida extra para gastos libres de fiscalización.
En los últimos diez años, el gobierno municipal de Chosica destinó menos del 3% de su presupuesto total a obras para prevenir desastres. Para el 2017 solo se había asignado el 1%. Las cifras parecen una burla para un distrito en el que los huaicos no son una sorpresa, sino una constante que nos roba vidas año tras año. Dos en 2012, nueve en 2015. La indignación aumenta si tomamos en cuenta que el alcalde Luis Bueno no es novato en presenciar tragedias, sino que lleva siete periodos en el cargo, tiempo en el que la población asentada en zonas de riesgo se ha duplicado.
¿Cómo es posible que nos enteremos de estos extraños manejos recién ahora, 24 años después? Quizás la respuesta la encontremos al prender el televisor.
Los medios de comunicación nacional han desplegado todos sus equipos para dar cobertura a la emergencia nacional. Destacan las tragedias personales, los videos de derrumbes y algo que podríamos llamar “El reality de la solidaridad”. Este último es al que se ha dedicado más tiempo y consiste en convertir el desastre en el marco perfecto para un show que tiene a todas las figuras de la farándula nacional como protagonistas. Bajo el criterio de los empresarios, la popularidad de un guerrero, el jale de una miss y la capacidad de generar polémica de Magaly, son el gancho ideal para propiciar la solidaridad del pueblo peruano, que termina convertido en un extra de esta novela imbatible.
Que el gobierno peruano se haya visto en la necesidad de implementar un noticiero oficial dedicado a la emergencia es una prueba palpable de la terrible cobertura por la que están apostando los medios de comunicación privados. Era necesario poner fin a la información imprecisa, las voladas alarmistas y el uso interesado de la desinformación, previsibles en un despliegue que no tenía como objetivo ser relevante al interés público, sino simplemente impactante.
Este tipo de cobertura mostró toda su peligrosidad ayer, durante la emisión del programa ‘En Boca de Todos’ de América Televisión, que tuvo como invitado sorpresa al alcalde de Lima, Luis Castañeda. Su presencia no era parte de una entrevista para entender mejor la emergencia o conocer las acciones que implementará el municipio luego de la tragedia, sino para ser transformado, gracias a la magia de la televisión, en un angel de solidaridad que devolvió la esperanza a una familia que lo perdió todo.
Esta crítica no es “revanchismo” o “competencia”, palabras que utilizó el conductor del programa Ricardo Rondón. Es solo deseo de justicia y de verdad, valores que deberían regir al periodismo, ahora sometido al interés económico. Si no somos leales a ese deseo, aquellas verdades escondidas que surgieron con la tragedia, que nos costaron decenas de vidas y que nos ayudarán a encontrar una solución real al problema, quedarán sepultadas de nuevo bajo un alud de guerreros, misses y novelas que acaba cuando finalmente apagamos el televisor.